Ya no se trata de pensar en el futuro post pandemia pues, como dice Timothy Garton Ash (Ara, 7/5), “cuando llegue el 2030 probablemente no estaremos ni en el cielo ni en el infierno, sino en alguna versión de nuestro habitual purgatorio humano”, por lo que en este momento me parece importante centrarme en la escolarización del presente y del curso próximo, ya que seguiremos en la situación actual, puesto que la vacuna o los medicamentos paliativos tardarán en disponerse.
Evidentemente, la actual crisis sanitaria afecta y afectará a todos los sectores, incidiendo en muchísimos puestos de trabajo, pues muchos pequeños empresarios y trabajadores autónomos de diferentes ámbitos: cultural, gastronómico, comercio, industria, etc., difícilmente podrán volver a abrir las puertas de sus negocios.
En el sector educativo, la problemática sobrevenida es de las más transversales, ya que implica no sólo a los niños y jóvenes, también a sus padres y a los profesionales; y todos ellos con sus derivadas familiares.
Todos somos conscientes que una crisis así era impensable a nivel general (los responsables políticos ya es otro cantar, ya que los estados tenían o deberían haber sido más previsores, haciendo caso a los indicadores e incidencia mundiales).
Los colegios, como todas las empresas, debieron cerrar de un día para otro, sin haber podido preparar ningún plan de contingencia. Y por eso, centrándome en el tema de la escolaridad, es asumible que este curso se pueda dar por finalizado, o se busquen fórmulas muy provisionales.
Y ante esta complejidad se requiere una comunicación y diálogo transparente, no es asumible, por ejemplo, que la ministra de Educación y Formación Profesional del reino de España, Mª Isabel Celaá, conceda una entrevista a un periódico regional, lanzando sus “ideas” sobre el futuro curso escolar, sin haberlo tratado previamente con los responsables de las diferentes Comunidades Autonómicas, ni con los responsables sindicales representativos del profesorado, ni con los de las asociaciones de madres y padres de alumnos. Ese es otro ejemplo de la falta de diálogo del gobierno de Pedro Sánchez.
Es de esperar que dadas las presiones del partido nacionalista vasco, ayer en el congreso de diputados, en la votación de la cuarta prórroga del estado de alarma, Sánchez modifique su forma de actuar y sea mínimamente dialogante; pero soy muy pesimista y dudo que se preste a ello, salvo algún detalle de puro marketing.
Hace unos días, en una entrevista radiofónica, el conseller d’Ensenyament de Catalunya (responsable autonómico de Educación), Josep Bargalló, comentó que aún albergaba la esperanza de realizar algunas sesiones escolares este curso, ajustadas a unos mínimos alumnos y con todas las medidas sanitarias precisas; y comentó que de cara al verano, en su consellería trabajan en la potenciación de todo tipo de colonias y campamentos, ajustados, como no puede ser de otro modo, a las restricciones sanitarias, y realizados por monitores y gestores culturales especializados en esas tareas (en casas de colonias, no en tiendas de campaña, con grupos de 6 a 8 por monitor, etc.). Y dotando a las familias más necesitadas de las becas precisas, para no discriminar a ningún niño o joven.
Todo eso me parece bien, pero: ¿son compatibles estas ideas, y no hablar de la realización de los tests a los profesionales educativo, si se han de realizar algunas sesiones el mes próximo?, ¿no debería estar previsto y comunicado ampliamente el plan de realización de estos tests? Vemos que los futbolistas sí que tienen ese privilegio, pero está claro que el sector docente no merece estos derechos, cuando precisamente estarán en contacto con los niños y jóvenes (colectivo más asintomático). Y no sólo se trata de los profesores, sino también de los monitores y cocineros de los comedores escolares, personal de limpieza, etc.; y de las respectivas familias de todos ellos.
Es evidente que este período transitorio será muy complejo, y quiero confiar que los responsables, en los diferentes niveles, están estudiando las mejores opciones para solventar este problema con las mayores garantías. Pero, es preciso, asimismo, como he comentado, que dichas medidas sean negociadas con todos los responsables, y trasmitidas con claridad y tiempo y suficiente a los padres, ya que la conciliación con el trabajo no siempre será fácil, máxime no pudiendo contar con los abuelos, en muchos casos, apoyos necesarios para la debida logística, ya que no todos los padres pueden teletrabajar, o hacerlo indefinidamente.
Y de cara al próximo curso, es obvio que los diferentes responsables políticos deberían actuar, ya, negociando con todos los implicados, para diseñar la operativa, ya que lanzar mensajes de efectuar grupos rotatorios alternativos, con la mitad del curso presencial y la otra mitad a distancia; y, al día siguiente al revés, evidentemente exige muchos recursos adicionales: los profesores no pueden atender a los alumnos presenciales y a los que estudien a distancia; se necesita una gran inversión en software (en todos los centros educativos y en los hogares, muchos de estos no disponen de ordenadores, o los utilizan los padres teletrabajando o, también, otros no tienen posibilidades de tener ni wifi, por no tener posibilidades económicas – y no aumentar la brecha digital es fundamental -, o por vivir en localidades en las que la red es deficitaria o no cubre la zona).
Asimismo, los profesores no podrán prestar la debida atención a sus tareas pedagógicas y, además, mantener mil ojos para asegurar que los niños mantengan las mascarillas, guarden la distancia social, etc.; no hay que olvidar que los niños no son adultos pequeños o, como cantó Joan Manuel Serrat (tomando la idea de Gila), en “Esos locos bajitos”: “Niño, deja ya de joder con la pelota. Niño, que eso no se dice. Que eso no se hace. Que eso no se toca”. Y en las horas de recreo, en los lavabos, en los comedores, será imposible garantizar la distancia social e higiénica, evidentemente.
Por todo eso, debemos exigir a nuestros representantes políticos que analicen cómo lo han planteado en otros países, como Alemania, Dinamarca, etc., que, o bien ya han abierto los centros escolares, o tienen previsto hacerlo este mes de mayo y, guardando todas las distancias requeridas, estudiar su aplicación aquí.
También hay otras realidades que hace años se están llevando a cabo, mediante planes integrados de forma telemática total o mixta, como en zonas rurales de escuelas multigrado en Finlandia, de América Latina, o aquí en España mediante la plataforma del CIDEAD (centro integrado de enseñanzas regladas a distancia), que atiende anualmente a los estudiantes que sus padres son itinerantes y no tienen una localización fija.
Es preciso conocer en profundidad todas estas experiencias, para extraer las mejores prácticas, aunque, evidentemente, siendo conscientes que nunca se puede suplir la presencia del profesorado, de los amigos y compañeros de curso, etc., ya que son muy importantes las miradas, los gestos, los tonos de las respuestas, las conversaciones informales, compartir un libro, un lápiz, jugar, etc.; pues no todo está predeterminado en los planes de estudio.
Asimismo, es preciso tener presente que los niños, en sus domicilios, deberán seguir unas pautas y requisitos, para realizar sus tareas y, para ello, la función tutorial será básica. Aunque la empatía, a distancia, es una entelequia. También es más compleja o imposible, la enseñanza de materias prácticas y, especialmente, en la Formación Profesional, ya que la presencia física es inexcusable.
Y al mismo tiempo, preservando los principales objetivos integrativos, como el atender las diferencias psicopedagógicas, sociolingüísticas, multiculturales y económicas. Y todo ello, manteniendo la “distancia social”, que limita la socialización, la comunicación y todo tipo de interacción, dificultando la empatía necesaria en todo proceso educativo, empatía requerida para entender los problemas del prójimo, ya que, como dice el viejo refrán; cada cerradura necesita su propia llave.
Es de esperar que finalmente se dispongan de los medios económicos necesarios para contar con el incremento de profesorado y medios. Pero aún quedará por resolver el problema logístico de los padres, ya que, como he comentado, muchos no podrán prolongar la actual situación transitoria y, no pudiendo contar con los abuelos, el problema se acrecienta, y si encima queremos abordar el tema de las actividades extraescolares, la situación aún se complica mucho más, no sólo para los niños y jóvenes, sino para las empresas gestoras de esas actividades.
Por todo ello y como he comentado, me parece que el problema educativo es uno de los más complejos, ya que es transversal, no está acotado, como pueden estarlo otros sectores. Y, por lo tanto, requiere una planteamiento abierto y transparente, que pueda ser conocido con la máxima anticipación, no como nos viene acostumbrando el gobierno español, que últimamente publica las leyes en el BOE los domingos por la noche, para su cumplimento el lunes. Este tema debe ser abordado y conocido ya, para tranquilizar a todos los implicados, a los niños y jóvenes, a los padres, al profesorado, etc.
Pero, como todos vemos, el tema educativo no es tan importante como el fútbol, y eso refleja cómo es nuestra sociedad.
Amadeo Palliser Cifuentes