La imagen pública ha sido, desde siempre, un componente crucial en la política. Y específicamente la toma de protesta de Claudia Sheinbaum como presidenta de México, la primera mujer en alcanzar dicho puesto, no es la excepción, sino el ejemplo más claro de la importancia de una buena gestión de la imagen en un entendido integral; y es que, dicho momento marca un momento histórico no sólo por la cantidad de votos que la llevaron al poder y por el hecho de que es mujer -sí, eso también es importante, lo más importante-, sino también por la forma en que ha decidido proyectar su imagen desde el primer momento de su mandato.
La toma de protesta de cualquier presidente es un evento lleno de simbolismo y expectativas. Es el momento en que millones de ciudadanos y medios de comunicación centran su atención en la persona que guiará al país en los próximos años. Cada gesto, cada palabra y cada detalle son minuciosamente observados. En este escenario, la imagen pública de Sheinbaum adquiere una relevancia aún mayor, ya que marca un hito en la historia política de México: por primera vez, una mujer toma las riendas del país. Más allá de las afinidades políticas, su llegada al poder representa un cambio significativo en la política mexicana.
Y es que con casi 36 millones de votos y una aprobación al entrar -según una encuesta de el Financiero- del 67%, un punto por encima de la de su predecesor, Andrés Manuel, al tomar el cargo, la Doctora tiene una tarea importantísima: Debe separar su imagen de la de AMLO y posicionar tanto su marca personal como sus estrategias de gobierno de forma independiente, pero sin deslindarse del todo de la imagen su partido.
Ciertamente, no lo ha hecho mal, vamos ha posicionado claramente su mensaje central, uno muy distinto al del expresidente, pero al mismo tiempo no ha descuidado el “legado”, al menos en palabra. Uno de los elementos que más ha resonado tras su toma de protesta es la frase “no llego sola, llegamos todas”, un mensaje interesante que se dirige a todas las mujeres y las hace parte de este momento, especialmente en un contexto donde el poder femenino ha ganado relevancia en diversas esferas. Esta declaración se convierte, además, en un pilar de su administración, reforzado visualmente por el nuevo emblema del Gobierno de México, que presenta a una mujer sosteniendo la bandera del país, lo que deja en claro el protagonismo que pretende que tengan las mujeres en la vida pública y política del país a partir de ahora.
En México, la vestimenta de los presidentes siempre ha sido un tema de conversación, aunque a menudo ha estado limitada a comentarios superficiales. En esta ocasión, el enfoque fue diferente ¿por qué? Porque es mujer. La doctora eligió un vestido midi de color blanco marfil en corte A, con la cintura marcada y mangas largas; los puños y parte lateral de la falta fueron adornados por un bordado típico mexicano en diversos colores de flores que fue elaborado por la artesana oaxaqueña, Claudia Vásquez Aquino. El color blanco marfil del vestido fue una elección sumamente calculada, pues en la psicología del color, el blanco se asocia con la pureza, el equilibrio y la integridad, por mencionar algunos valores. Asimismo, este color le permitió destacarse entre la multitud de la Cámara. Ahora, los bordados además de dar un toque de contraste visual muy interesante, también se sumaron como un representante de la riqueza cultural de México, entrelazando lo tradicional con lo contemporáneo. En general, el cuidado en su apariencia se extendió hasta los más pequeños detalles. Los tacones nude y el recogido pulido en su cabello son elecciones que no restaron importancia al momento, sino que añadieron una capa de sofisticación sin caer en excesos y muy acorde a su esencia. Incluso los aretes de perlas, como un accesorio clásico, complementaron su imagen de una manera discreta pero efectiva.
Al final, este tipo de decisiones no son fortuitas, su elección de vestimenta, los símbolos que la rodean y su discurso en la toma de protesta transmiten un mensaje claro: el liderazgo femenino es posible y necesario. Y en ese sentido, su imagen es tanto un reflejo de sus ideales como un vehículo para comunicar los cambios que busca implementar. Así, la imagen pública de Sheinbaum se convierte en una poderosa herramienta de comunicación, una que seguirá evolucionando conforme avanza su mandato, claramente en la búsqueda de consolidar su liderazgo en especial en un país donde la política ha estado tradicionalmente dominada por hombres; lo que hará muy interesante el análisis integral de su imagen.