En un concierto, equipo deportivo, partido político, gobierno, etc., se precisa una dirección que delimite y delinée los objetivos y las estrategias. Pero vemos que la política internacional, nacional y local, viven de la improvisación, afrontando los problemas sobre la marcha y, por lo tanto, sin mantener el respectivo rasgo característico que debería ser expresado estratégicamente, como trato de explicar.
Tenemos múltiples ejemplos de mala gobernanza, pero me limito a trasladar un par, de la semana pasada, pues ya son sumamente ilustrativos:
1 –
El ministro de interior, Fernando Grande-Marlaska ha hecho marcha atrás, y no ordenará que los hoteles, agencias de viaje y de alquiler, faciliten más datos personales de sus clientes, manteniéndose, por tanto, los que actualmente ya se solicitan.
En mi escrito del pasado día 3, titulado ‘El Leviatán español’, ya me extendí al respecto, basándome en un artículo de Elisa Beni, titulado ‘Marlaskazo al derecho a la intimidad’; y, obviamente, en estos días se han ido produciendo diferentes críticas sobre el proyecto de real decreto.
Pues bien, dada la inseguridad jurídica de esas nuevas exigencias, propias de las ‘checas’, finalmente, el ministro dio marcha atrás y apuntó que profundizarían más al respecto, si bien reconoció que ‘esta normativa había estudiado, valorado y considerado todos los intereses, tanto el derecho a la intimidad, el derecho a la privacidad, como la necesidad de proteger la seguridad del conjunto de los ciudadanos’ y que ese real decreto había pasado todos los informes pertinentes y no fue objeto de impugnación previa por los organismos pertinentes, como el consejo de estado, que no efectuaron observaciones al respecto’.
Sobre el particular, me parece destacable el interés del gobierno ‘más progresista’ de restringir los derechos personales, introduciendo normativas que no se aplican en ningún país europeo. Pero, también, me parece preocupante que todos los informes previos estuvieran de acuerdo, y que todos los ministros (incluidos los de Sumar) también estuvieran conformes, que no se planteasen serias dudas en el consejo de ministros, para evitar seguir adelante con el real decreto.
Este ejemplo me parece muy preocupante, ya que, si no hubiera sido por la presión de las grandes cadenas hoteleras y de viajes, por la excesiva carga administrativa y por la responsabilidad de custodiar esos datos, el gobierno de Pedro Sánchez lo hubiese mantenido e impuesto dentro de un mes. Es decir, las quejas de las organizaciones sociales y colegios de abogados, tristemente, no hubieran sido atendidos; este es el perfil del ‘progresista’ Pedro Sánchez.
2 –
Vilaweb, en su redacción titulada: ‘Illa ficha al exjefe de Renfe, fulminado por una chapuza de los trenes de Cantabria y Asturias’, explicó que:
‘El gobierno de Salvador Illa ha entregado la llave de Infraestructuras de la Generalitat de Catalunya SAU, la empresa de obras públicas más grande de Catalunya, a Isaías Táboas, un hombre que lleva un gran escándalo en su currículo.
Los hechos se remontan a febrero del año pasado, cuando se hizo público que, por un error de diseño en los trenes destinados a Cantabria y Asturias, no cabían en algunos de los túneles por los que habían de pasar. El error provenía de la planificación, porque la medida de los trenes no se ajustó correctamente a las dimensiones de los túneles antiguos. Este problema hará retrasar la entrega de los trenes entre dos y tres años. Esta chapuza pasó mientras Táboas era el presidente de Renfe, la operadora pública española dedicada al transporte de pasajeros y de mercaderías.
El escándalo causó un terremoto en el ministerio de transportes español que dirigía Raquel Sánchez. Adif y Renfe destituyeron unos cuantos altos cargos vinculados con el fracaso de los trenes (…) pocos días más tarde, Táboas dimitió.
(…)
Cuando ejercía su cargo, Táboas también se burló del traspaso de Rodalies a la Generalitat de Catalunya. ‘¿La Generalitat se pondrá a conducir los trenes?, dijo en plan de burla en una entrevista a ‘El matí de Catalunya Ràdio’ (…) y también aseguró ‘que la puntualidad de los trenes era de más del 90%, un porcentaje, según él, muy superior al de ciudades europeas como Dublín y Lisboa, pues Renfe tiene un buen servicio si se compara con cualquier capital europea’.
(Vilaweb, 1 de octubre del 2024)
Y ahora, Salvador Illa lo ha ‘recuperado’, argumentando que ‘tiene una amplia experiencia en la gestión de situaciones de crisis’; y eso me parece un gran despropósito.
Revisando el currículo de Táboas, se puede ver que está licenciado en historia, diplomado en función gerencial de la administración pública (ESADE) y dirección de marketing (EADA), por lo que mayoritariamente se ha dedicado a la comunicación: consejero delegado de la editorial L’Avenç, director del instituto de ediciones de la diputación de Barcelona, director de comunicación y relaciones institucionales de Renfe, delegado territorial de patrimonio y relaciones externas de Renfe, director del gabinete del ministro José Montilla y, después, secretario general de la presidencia del mismo Montilla, cuando fue investido president de la Generalitat. Y en el 2018, ascendido a presidente de Renfe.
Me parece evidente que los responsables políticos han de tener la formación adecuada para desempeñar los sucesivos cargos; pero, claro, José Montilla, sin estudios superiores, llegó a ministro de industria y turismo, y después a la presidencia de la Generalitat, y, por lo tanto, es ‘comprensible’, que sus hombres de confianza, tampoco cumpliesen los requisitos exigibles para tan altos cargos.
Y claro, si vimos que el represor Salvador Illa, estando licenciado en filosofía, fue ministro de sanidad durante la pandemia, está todo claro. Pedro Sánchez busca rodearse de personas grises y fieles, más que de personas cualificadas que puedan ser críticas.
Santiago Espot publicó un artículo titulado ‘Un perfil de Salvador Illa’ ;en el que describía al represor Illa, por su:
‘(…) impotencia de indigente dialéctico. Y, como no tiene palabras, nunca puede liderar nada. Sospecho que su ferviente catolicismo le ha hecho un hombre introspectivo y sabe ben allá donde no puede llegar (…) es un soldado obediente. O un vasallo fiel (…) analicémoslo y entenderemos como Salvador Illa encarna las miserias más bajas de Catalunya (…) Salvador Illa es el hombre – máscara. Todas sus carencias las esconde detrás de su expresión circunspecta. La cara de manzanas agrias pocas veces le desaparece y solo le veréis contento y riendo cuando recibe a Pedro Sánchez o Felipe VI. Allá sí que se le ve agradecido. Es como si la felicidad le llegase de golpe (…) es Illa que quiere encarnar la vuelta a la normalidad colonial (…)’.
(Elmon.cat, 30 de setiembre)
Y ese fenómeno de primar y privilegiar a los fieles más grises, demuestra la escasa valía del máximo responsable, ya sean Pedro Sánchez o Salvador Illa. Está claro, no quieren oposición interna, pues la discusión la consideran un ataque a su ego que, por más que lo intenten, en su fuero interno, con gran posibilidad, lo ven débil e inseguro. Y por eso, actúan rodeándose de ‘personas sí señor’.
Y, en el caso anterior, Pedro Sánchez quiso recuperar a Táboas, a pesar de la mencionada chapuza, imponiéndolo a Salvador Illa, y, éste, claro, se cuadró y puso la mano a la gorra.
Siguiendo con Yuval Noah Harari, vuelvo a citar su última obra, ‘Nexus’ (lo que empieza a ser un clásico), Harari señala que el problema del alineamiento no es nuevo, ya lo estudió Carl von Clausewitz (1780 – 1831), en su obra ‘De la guerra’, que especificó que:
‘Sólo después de tener claro el objetivo político, los ejércitos podrán decidir una estrategia general, que les permita conseguirlo. A partir de la estrategia general, los oficiales de rango inferior pueden establecer objetivos tácticos. El modelo construye una clara jerarquía entre política a largo plazo, estrategia a medio plazo y táctica a corto plazo. Las tácticas solo se consideran racionales si están alineadas con algún objetivo estratégico, y la estrategia solo se considerará racional si está alineada con algún objetivo político. Incluso las decisiones tácticas locales de un comandante de compañía de rango inferior han de servir el objetivo político final de la guerra’.
Harari explica varios ejemplos que son muy ilustrativos de grandes errores políticos, analizando las gestas de Napoleón, o la invasión de Irak por parte de George W. Bush, llegando a la conclusión de que ambos fueron víctimas del problema de alineamiento entre objetivo, estrategia y tácticas; y a mi me parece interesante añadir, de que ambos fueron víctimas, asimismo, de que los que sí que estaban alineados y alienados, eran sus subordinados: grises, acríticos y temerosos de perder sus privilegios, es decir, de meros subordinados burócratas.
Y Pedro Sánchez, como he expresado en múltiples escritos, es un perfecto ejemplar de ese tipo de políticos, que, endiosados, no escuchan, ni quieren, ni aceptan, críticas constructivas, pues piensan que nadie les puede aportar ideas que le puedan mejorar o perfeccionar.
Harari señala que nadie duda del genio de Napoleón, que era un maestro tanto en la táctica como en la estrategia, pero no consiguió éxitos políticos duraderos, ‘de hecho, a largo término, las victorias de Napoleón comportaron una larga decadencia a Francia’. Igualmente (…) ‘las tropas americanas ganaron todas las batallas en Irak, pero no consiguieron ningún objetivo político a largo plazo’.
Por eso, me parece evidente que la conclusión es que nos faltan verdaderos estadistas, con visión de futuro, y nos sobran politicuchos que sólo miran por ellos, para ellos, y, si sobra, para sus partidos, y siempre buscan éxitos puntuales, momentáneos, para ir tirando y viviendo de ellos; y así, sucesivamente, en las respectivas cadenas de mando se producen y reproducen todos los defectos que llevan a actuaciones incorrectas y no alineadas con el objetivo general.
A este respecto, Harari hace un ejercicio que explica con un ejemplo, que me parece muy ilustrativo, y reproduzco a continuación, sabiendo que estoy abusando de la paciencia de los lectores que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta este punto. Pero me parece que ese ejemplo, es sumamente didáctico:
‘Supongamos que, durante la ocupación norteamericana de Irak, una compañía norteamericana está amenazada por un fuego intenso que proviene desde una mezquita próxima. El comandante de la compañía tiene diversas decisiones tácticas para escoger. Puede ordenar a la compañía que se retire. Le puede ordenar que asalte la mezquita. Puede ordenar a uno de sus tanques que destruya la mezquita. ¿Qué ha de hacer el comandante?
Desde una perspectiva puramente militar, puede parecer mejor que el comandante ordene a su tanque que haga volar la mezquita. Esto explotaría la ventaja táctica que tenían los norteamericanos por su potencia de fuego, evitaría poner en peligro la vida de sus soldados y conseguiría una victoria táctica decisiva. Pero, desde una perspectiva política, esta podría ser la peor decisión. Las imágenes de un tanque norteamericano destruyendo una mezquita pondrían la opinión pública iraquí en contra de los norteamericanos y crearían indignación en todo el mundo musulmán. Asaltar la mezquita también podría ser un error político, porque podría crear resentimientos entre los iraquíes, mientras que el coste en vidas norteamericana podría debilitar el soporte a la guerra entre los votantes norteamericanos. Teniendo en cuenta los objetivos políticos de la guerra por parte de los EUA, retirarse y conceder la derrota táctica podría ser la decisión más racional.
Para Clausewitz, la racionalidad significa alineamiento. Buscar victorias tácticas o estratégicas que no estén alineadas con los objetivos políticos es irracional’
En definitiva, que es preciso un alineamiento entre la política, las estrategias y las tácticas, y un desalineamiento en los colaboradores inmediatamente inferiores, para que tengan la libertad de opinar y de criticar, sin temor a represalias.
Y este doble baremo es preciso, también, en nuestro entorno independentista, para evitar los ridículos ejemplos que estamos viendo en los partidos. Por eso, tenemos mucho trabajo para mejorar.