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Coincidencias sobre la presencia de la muerte

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Hoy, 22 de octubre, han coincidido varias noticias relacionadas con la muerte, por lo que me ha parecido oportuno resaltarlas en el presente escrito.

1 –

A primera hora, por la radio, he oído el discurso retransmitido que hizo José Mújica (con 89 años, y aquejado de cáncer de esófago), presidente de Uruguay entre los años 2010 y 2015, con motivo del mitin de clausura de la campaña electoral del Movimiento de Participación Popular, con vistas a las elecciones del próximo domingo 27.

‘Su esposa (y también una gran luchadora), Lucía Topolansky, empezó comentando que a Pepe a veces se le ocurrían ‘ideas locas’, como la de organizar ‘un gigantesco pelotón de bicicletas’ que fuera sumando trabajadores, jóvenes, académicos y ‘veteranos’, confluyendo en una ‘inmensa masa, pero la idea no pudo ser porque nos faltaba un ciclista y empezamos a esperar y seguimos esperando’, dijo antes de invitar a Yamandú Orsi y anunciar con él a su lado: ‘¿Saben qué? el último ciclista llegó y está acá, ahí viene’, aludiendo al expresidente Pepe Mújica’.

Y José Mújica dijo:

‘Es la primera vez en 40 años que no participo en una campaña electoral echando el resto. Lo hago porque estoy peleando con la muerte, al final del partido. Absolutamente convencido y consciente. Pero tenía que venir por lo que representan ustedes.

Soy un anciano que está muy cerca de emprender la retirada de donde no se vuelve. Pero soy feliz porque están ustedes, porque cuando mis brazos se vayan habrá miles de brazos sustituyendo en la lucha y toda mi vida dije que los mejores dirigentes son los que dejan una barra que los supera con ventaja.

(…)

Hoy estoy vivo por mi compañera y por otra mujer que es mi doctora. La lucha a la que dedicó su vida, acompañado por su esposa Lucía Topolansky, y la lucha continúa.

Las nuevas generaciones van a vivir un cambio en el mundo que no ha conocido la humanidad.

La inteligencia va a ser tan importante como el capital, lo que significa que la formación terciaria se va a imponer. Por eso hay que pelear por el desarrollo, para tener los medios económicos que se puedan meter en la cabeza los que vengan. Es el desafío más grande que tiene este país. Para afrontar dicho desafío hay que hablar con todo el país, no tener un ejecutivo encerrado en sí mismo, y lograr que las fuerzas políticas acuerden cuatro o cinco cosas nacionales para pelearlas.

(…)

Si no somos capaces como país de educar y formar a los que vienen, van a pertenecer al mundo de los irrelevantes, de los que no sirven ni para que los exploten: este es el desafío más grande de este país. Por eso apoyo a Yamandú Orsi (líder de su partido y candidato presidencial)

Yo soy un anciano, pero los jóvenes que están ahí van a vivir un mundo distinto. El mundo de los desarrollados y de los subordinados. El trabajo se va a hacer cada vez más calificado. Necesitamos preparar a nuestra gente.

(…)

No al odio, no a la confrontación. Hay que trabajar por la esperanza. (…) Tengo que darle gracias a la vida, porque cuando estos brazos se vayan van a haber miles de brazos. Hasta siempre, les doy mi corazón. Y gracias’.

(diferentes fuentes)

Evidentemente, una vida tan digna como la de José Mújica, un verdadero maestro de la coherencia y de la honestidad, no podía acabar sin ese ético y moral discurso, que pone fin a su vida política.

Curiosamente, hace unos días vimos la película documental: ‘La noche de 12 años’, dirigida en el año 2018 por Álvaro Brechner, basada en el libro ‘Memorias del calabozo de Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro; e interpretada por Antonio de la Torre, Chino Darín, Silvia Pérez Cruz, etc. En esta película se narran los años de cárcel y aislamiento que sufrieron tres figuras uruguayas: José (Pepe) Mújica y los citados Mauricio Rosencof Y Heleuterio Fernández Huidobro.

2 –

También hoy, y como teníamos programado, hemos visto la película ‘La habitación de al lado’ (The room next door), dirigida este año 2024 por Pedro Almodóvar, interpretada por Tilda Swinton y Julianne Moore, acompañadas por John Turturro, Alessandro Nivola, etc.

Esta película, galardonada con el León de Oro del 81 festival internacional de cine de Venecia, explica las últimas semanas de dos amigas, después de años sin contacto, que se reencuentran en una situación extrema, por la enfermedad terminal de una de ellas (Tilda)

La verdad es que había leído y oído muchos comentarios y críticas, así como opiniones de amigos/as que la habían visto, y coincidían en la dureza de la situación reflejada.

Evidentemente, tratar el tema de la eutanasia, siempre es interesante y pedagógico, pero la verdad es que, si bien iba preparado para sentirme afectado por el tema, la realidad es que me ha dejado frío, pues la película me ha parecido bastante artificial y pretensiosa, con recursos simplones para presentar ‘efectos dramáticos’ que incitasen a la emoción.

No me parece que esta película pase a ser una de las ‘grandes’ de Almodóvar.

Y está muy lejos de otras películas que, tratando la eutanasia y la muerte digna, realmente me emocionaron mucho, como, por ejemplo: ‘Mar adentro’ (2004, dirigida por Alejandro Amenábar) y ‘Million dollar Baby’ (2004, dirigida por Clint Eastwood)

Posiblemente, en esta ocasión personal, ha influido también, que hace unos días vi una entrevista al filósofo Francesc Torralba i Roselló, presentando su último libro, titulado ‘No hi ha paraules: asumir la mort d’un fill’ (No hay palabras: asumir la muerte de un hijo), en el que explica sus pensamientos tras la muerte accidental de su hijo, un año atrás.

Todo ello, seguramente ha movilizado mis mecanismos de defensa, y han influido en mi opinión sobre esta película.

Pero me parece importante señalar, asimismo, que, contra toda la publicidad que se ha hecho sobre ella, una gran campaña de marketing que se ha traducido en comentarios muy positivos, es preciso recordar los consejos psicológicos de que hemos de saber decir que no, de reafirmarnos contra viento y marea, sin temor al rechazo, que es importante ser libres para superar la necesidad de agradar, sin miedo a sentirnos culpables por ello.

Otro ejemplo lo tenemos con la obra de Miquel Barceló para el 125 aniversario del F. C. Barcelona, presentada esta semana; un cartel en el que se observa un jugador, con los colores azulgrana, y que, según el artista, en su interior incluye otras muchas figuras humanas, todo un equipo, con sus titulares y sus suplentes, presentados, de forma dinámica, con figuras vegetales, minerales y animales, especialmente marinas.

Todos los comentarios fueron y son positivos, elogiadores, incluso Jordi Basté (RAC1) se atrevió a decir que, con esa obra ’se cierra el círculo iniciado por el cartel de Joan Miró (1974; por el 75 aniversario del club) y Antoni Tàpies (1999; por el centenario del Barça)’

Evidentemente, todos los artistas son libres para representar lo que les parezca y cómo les plazca; sólo faltaría, esa es la base del arte. Y, también, todos los espectadores somos libres para expresar nuestra opinión, sin dejarnos influir por los comentarios que dan todos los medios.

Y a mi, personalmente, esa obra me parece horrorosa. Y muy alejada de otras obras de Barceló, que sí que me gustan mucho; pero eso es mi opinión subjetiva.

Sé que no se puede generalizar, sin caer en graves errores, como expusimos mi amigo Palmiro Viñas y yo, en nuestro libro ‘La grafología y los tests proyectivos en la percepción del arte’ (2013, edic. La Patumaire), prologado por Daniel Giralt-Miracle (Reial Acadèmia de Ciències i Arts de Barcelona), por eso me parece oportuno señalar que toda visión está condicionada por las emociones primarias y secundarias (del artista y del espectador), que configuran el significado de una obra de arte, en un momento puntual, concreto, de cada uno de ellos.

En definitiva, que debemos huir de aceptar, acríticamente, las influencias que, de forma interesada y acrítica, nos quieren imponer mediante grandes campañas publicitarias. Debemos ser valientes para decir y manifestar nuestro desacuerdo, de forma sincera, como intento hacer ahora.

3 –

Esta mañana, una apreciada amiga, me ha informado del fallecimiento, esta mañana, de Rosario Palomino Otiniano (Lima, Perú, 1971), una gran defensora y activista del catalán, impulsora de la campaña ‘No em canvíis la llengua’ (No me cambies la lengua), en la que catalanoparlantes no nacidos en Catalunya, piden que la gente se les dirigiera en catalán.

Palomino no consideraba racismo el cambio de lengua de muchos catalanoparlantes con los vecinos racializados, si no, una ‘educación mal entendida’, pues ‘no nos damos cuenta que, al cambiar al castellano, les hacemos sentir excluidos por la fisonomía. Lo sé porque lo he preguntado, me han dado dos respuestas: por educación y por respeto, porque intuyen que debo saber castellano y me quieren facilitar la adaptación. Gran error’.

La noticia de este fallecimiento me recordó, automáticamente, la muerte de la lingüista María Carme Junyent Figueras (1955 – 2023), que, en sus últimos días escribió un artículo titulado ‘Morir-se en català’ (morirse en catalán), expresando las dificultades de mantener el catalán en los momentos graves vividos en los centros hospitalarios: ‘debería evitarse que en un momento tan delicado de la vida, se añadiesen recuerdos negativos que no ayudan nada (…) pues la lengua forma parte del tratamiento. Naturalmente, si vamos a tratarnos a los EUA o a Alemania, no esperaremos que nos atiendan en catalán. Pero en nuestra casa es lo mismo que podemos esperar (…)’

En definitiva, evitar hablar de la muerte no es una respuesta sana, y eso es debido al miedo, por eso, reservamos ese tema como un gran tabú; cuando lo racional sería afrontarla como lo que es, la fase final e inevitable, por lo que deberíamos prepararla para que, en su momento, podamos plantearla de forma serena e inteligente.

Pero, claro, hablar es muy fácil, y la realidad …