Por el Dr. Alberto Molás, Miembro del Consejo Consultor de Nutriólogos de Herbalife
Cada cuatro años, observamos a los atletas de diferentes disciplinas dar lo mejor de sí. No en vano el lema de las olimpiadas es Citius, Altius, Fortius que se traduce del latín en “Más rápido, más alto, más fuerte.” Cuando pienso en más rápido viene a la mente la prueba reina del atletismo: los 100 metros planos. ¿Sabías que los velocistas de 100 metros no respiran durante su carrera? Esto se centra en la integración metabólica.
Vale con calma, vamos por partes. Empecemos con el metabolismo, que se puede definir como la destrucción de los nutrientes que ingerimos por medio de los alimentos y cómo se aprovechan éstos para la producción de energía. Recordemos que el sistema digestivo comienza en la boca con la masticación, que tiene como función el destruir los alimentos hasta que liberen sus nutrientes y puedan ser absorbidos a nivel del intestino delgado. De esta forma, los nutrientes pasan al flujo sanguíneo para poder llegar a cada célula del organismo. Una vez dentro de la célula ocurre otro “proceso digestivo” en donde los nutrientes se procesan, tanto a nivel citoplasmático, como mitocondrial, para poder obtener el adenosín trifosfato (ATP). Al ATP se le conoce como una moneda de cambio. Esto quiere decir que, para producir energía, primero tengo que invertir energía. Algo así como “dinero llama dinero”. La energía que obtenemos mediante ATP se mide en calorías. Es por ello que cuantificamos la energía que nos brindan los alimentos como calorías por porción.
Considera lo siguiente: la temperatura regular del cuerpo humano, que son unos 37 grados centígrados, se logra debido a los procesos metabólicos que ocurren en nuestro organismo. Algo así como el auto de tu casa. Al encenderlo, la gasolina comienza un proceso de combustión que aumenta la temperatura del motor. Pues bien, esa “combustión” es lo que conocemos como proceso metabólico en los seres vivos.
El oxígeno juega un rol fundamental en los procesos metabólicos, esa es la razón por lo que no podemos sobrevivir más que unos pocos minutos sin respirar. No olvides que el proceso respiratorio implica a grandes rasgos: inhalar (meter oxígeno) y exhalar (sacar bióxido de carbono). El oxígeno junto con la molécula del agua es fundamental para la vida debido a que intervienen en todos los procesos de transformación de los nutrientes hasta la obtención de energía en forma de ATP.
El metabolismo se puede dividir en dos fases; aeróbico y anaeróbico. El primero es el que favorece la vida a largo plazo mediante la utilización del oxígeno. El segundo solo nos permite sobrevivir unos pocos minutos en ausencia de oxígeno. ¿Recuerdas la pregunta que te hice más arriba? El corredor de 100 metros planos no necesita respirar, esto es debido a que su carrera comienza y culmina en pocos segundos (9.58 segundos es el récord olímpico). Aquí hablamos de un metabolismo anaeróbico (ausencia de oxígeno). Durante ese breve periodo, el atleta logra movilizar todo su cuerpo a su máxima velocidad (42km/h) partiendo desde cero. La fuente energética que utilizó fue basado en glucosa y de ATP potencial en forma de fosfocreatina (Pcr) que tenía almacenados a nivel muscular. Por el contrario, el corredor de distancia (maratonista) quien durante las más de 2 horas que dura su ejercicio está respirando constantemente utilizando oxígeno y ácidos grasos (lípidos) como sustratos para la obtención de ATP, lo cual se conoce como metabolismo aeróbico.
Tanto el ejercicio aeróbico como el anaeróbico son recomendados para cualquier persona que busque mantener un estilo de vida saludable. El ejercicio aeróbico favorece la salud cardiovascular mediante la utilización del sistema cardiorrespiratorio que mantiene un adecuado flujo de oxígeno, que servirá como sustrato en el ciclo metabólico de los ácidos grasos y de la glucosa (Beta-oxidación y ciclo de Krebs). El ejercicio anaeróbico favorece la salud metabólica mediante el mantenimiento y formación de la masa muscular; tejido que utiliza principalmente glucosa como fuente de energía. Es esta la razón de la recomendación por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en cuanto actividad física es de 45 minutos 5 veces por semana, divididos en 30 minutos de ejercicio aeróbico y 15 de ejercicio anaeróbico.
Lo más importante es mantener una rutina de actividad física y/o deporte como parte de tu estilo de vida saludable.