La salida de Sergio “Checo” Pérez de Red Bull además de marcar el final de un ciclo para el piloto mexicano, es un punto de inflexión que desata una serie de repercusiones que van más allá del mundo deportivo. El impacto en la escudería, tanto en términos financieros como de imagen pública, resulta ser un fenómeno digno de análisis, especialmente cuando se pone en contexto la conexión que Pérez logró establecer con un mercado tan relevante como el latinoamericano. Este desenlace sin duda va a modificar la dinámica del equipo, y a la vez pondrá en evidencia el peso estratégico que tiene la figura pública de los deportistas en el marketing deportivo.
Y es que, seamos honestos, Checo Pérez no era simplemente un piloto más en la Fórmula 1; era un embajador natural para las marcas que buscaban conectar con audiencias globales, particularmente en América Latina. Su carisma, combinado con su desempeño competitivo y la camaradería que siempre demostró con sus compañeros deportivos, lo convirtió en un puente único entre los valores de la escudería y las aspiraciones de los aficionados. Esto permitió que Red Bull captara patrocinios estratégicos que, además de fortalecer las finanzas del equipo, cimentaron su presencia en mercados clave. Sin embargo, su partida parece haber encendido alarmas en el ámbito comercial donde, como era de esperarse, los patrocinadores no tardaron en reaccionar.
Por ejemplo, marcas como América Móvil o Telcel, que tenían una relación cercana al piloto, podrían reconsiderar su asociación con Red Bull. Esta situación pone de manifiesto un fenómeno que no es nuevo en el marketing deportivo: la dependencia de los equipos en la imagen de las figuras individuales para atraer y retener alianzas comerciales. De acuerdo con un estudio realizado por la consultora OnStrategy, las marcas consideran que el patrocinio con deportistas, tiene un 64 % de efectividad y, a su vez indica que los contratos con deportistas individuales proporcionan una visibilidad del 74%, lo que además «permite un amplio margen de mejora si estos deportistas se convierten además en imagen de marca”; una métrica que, en el caso de Red Bull, estuvo íntimamente ligada a la imagen de Checo Pérez.
La salida de Pérez también expone la vulnerabilidad de una estrategia de imagen centrada en un solo jugador. Aunque Max Verstappen ostenta el título de tetracampeón de la Fórmula 1, la realidad es que el impacto de Checo en el merchandising y las alianzas comerciales superaba ampliamente a las de su compañero de equipo. Según el diario Marca, los patrocinios asociados a Pérez aportaban hasta 30 millones de dólares anuales a las arcas de Red Bull, lo que pone en perspectiva la dimensión económica de la relación, evidenciando que no se trata sólo de talento en la pista, sino de una estrategia integral de imagen pública.
Pero eso no es todo, tras el anuncio de la salida de Checo, las redes sociales de Red Bull experimentaron una pérdida masiva de seguidores, un golpe que, aunque simbólico, refleja el descontento de una base de fans profundamente conectada con el piloto. En plataformas como Instagram y X, hashtags como #SiempreCont11goCheco y #NeverGiveUp se convirtieron en tendencia, mostrando que la lealtad hacia el mexicano trasciende su participación en la escudería. Este tipo de respuesta afecta tanto la percepción pública de Red Bull, y obliga a la marca a reevaluar cómo gestionará su estrategia integral de comunicación y su relación con los seguidores.
El desafío ahora para Red Bull además de reemplazar a un piloto, será el de rediseñar una estrategia de imagen integral que se adapte a un escenario donde ya no cuentan con la conexión directa a un mercado latinoamericano que representaba una base leal de seguidores y que además generaba un alto consumo del deporte y de los productos asociados a este.
Al final, más allá de los números, lo que está en juego es la percepción pública de una marca que, hasta ahora, había logrado equilibrar el rendimiento deportivo con la empatía social y aunque tuvieron una despedida fenomenal en todo sentido, con mensajes emotivos por parte de la escudería, patrocinadores, el compañero de carreras de Checo, entre otros, tendrán muchos factores que ajustar para reducir el impacto de la salida del piloto. Sin duda, las lecciones que deja este episodio son claras: en el ámbito deportivo, la imagen pública no es un accesorio, sino un activo estratégico que puede definir el éxito o el fracaso de cualquier proyecto. Y el caso de Checo Pérez y Red Bull sirve como un recordatorio de que las alianzas comerciales no se construyen únicamente sobre logotipos en los monos de los pilotos, sino en la capacidad de estos para representar valores que conecten con audiencias diversas.