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Pesimismo por la política mercantilista española.

El sociolingüista y filósofo Noam Chomsky (Filadelfia,1928) considera que la vida es una aventura emocionante, llena de riesgo y el mayor de ellos es el capitalismo, que es capaz de destruir la posibilidad de una vida digna; y que esta crisis es el enésimo ejemplo del fracaso del mercado. Estoy de acuerdo, tanto en lo emocionante de nuestra aventura, como en el espíritu que ha guiado las actividades humanas en todas las civilizaciones, es decir, el espíritu de mercader, comerciante de mercancías y de personas, entendidas como productos.

Y ese espíritu es el que hace sentirme pesimista, ya que una pandemia sanitaria, social y económica como la actual, requiere una altitud de miras, más humanista y menos utilitarista; pero la realidad es la que es, y ni una crisis como la actual nos hace repensar ni replantear nuestros comportamientos. De ese modo es impensable que nos podamos reinventar ni individual ni socialmente; por lo que tenderemos a reproducir los hábitos generalizados, incorporando, además, conductas derivadas del miedo al contagio.

Ejemplos de esa reproducción de los anteriores modelos, los podemos observar recientemente aquí, en España: Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, pactando con el partido de derechas, Ciudadanos, para salvar su propuesta de la cuarta prorroga del estado de alarma; el partido socialista catalán (PSC) obstaculizando la toma de posesión de la alcaldía de Badalona (cuarta población catalana, por población; 220.440 habitantes en 2019), prefiriendo que sea alcalde un personaje racista como Xavier García Albiol, del PP; el aprovechamiento del partido republicano catalán (ERC) para conseguir la alcaldía (Paería) de Cervera, mediante una moción de censura al actual alcalde de otro partido independentista (JxCat); diferentes partidos, entre ellos los citados PSC y ERC forzando a Quim Torra,  presidente de la Generalitat, para que convoque elecciones autonómicas; la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (del PP), viviendo en un apartamento / hotel de lujo pagado por un empresario; y el ejemplo más sangrante lo hemos visto hace unos días, con la visita de la reina Leticia a la Cruz Roja, vestida de voluntaria, para “interesarse” de los problemas sanitarios; etc.

Es decir, viejos patrones, viejas conductas, para conseguir sus propios fines, independientemente de la crisis pandémica actual y, por lo tanto, ajenos a la necesidad de reinventar un nuevo futuro, ya que su único interés es el de reproducir las ancestrales estrategias de poder. Eso no quiere decir que, en cada caso de los citados, no haya razones más o menos objetivas, pero creo que la situación social actual está muy alejada de esa ‘geometría variable’ que practican los actuales partidos de forma mercantil. La preocupación social es la salud, el futuro del trabajo, las subvenciones, etc., por lo que el debate partidista, ahora se ve de una esfera un tanto alienígena.

Y, como dice el refrán, ‘a río revuelto, ganancia de pescadores’, por eso, Pedro Sánchez, esta mañana (13/5), en el congreso de diputados, en la sesión de control periódico del gobierno, ha vuelto a insistir en su idea de que “a esta pandemia social y económica, sólo se la puede vencer unidos, todos juntos, apuntando todas las baterías en la misma dirección”, y esa dirección centralizadora la ha manifestado con su propuesta de plantear la próxima prórroga del estado de alarma, por un período de un mes; cuando, hasta ahora, era quincenalmente.

Está claro que la última renovación fue difícil y salvada ‘in extremis’, gracias al apoyo, como he dicho, del partido de Ciudadanos, uno de los tres partidos de la derecha española. El objetivo claro de ese cambio es evitar tener que pasar quincenalmente a dar cuentas al congreso, y para ello hará una lectura ‘sui géneris’ del artículo 116 de la Constitución española, que fija que “el estado de alarma será declarado por el Gobierno mediante decreto acordado por el Consejo de Ministros por un plazo máximo de quince días, dando cuenta al Congreso de los Diputados, reunido inmediatamente al efecto y sin cuya autorización no podrá ser prorrogado dicho plazo (…)”. Y en el artículo 162.2, se dice: “Si el gobierno pretendiese la prórroga del plazo de quince días a que se refiere el artículo 116.2 de la Constitución, deberá solicitar la autorización del Congreso de los Diputados antes de que expire aquél”.

Importantes juristas entienden que si bien hay resquicios de ingeniería legal para justificar dicha interpretación, la deducción más objetiva es la interpretación extensiva del período quincenal, pero está claro que el que manda, manda, aunque mande mal; y Sánchez tiene el poder de tergiversar las leyes, en lugar de dar un ejemplo riguroso de su aplicación, que sí exige a los demás. Y obviamente, aquí, el estado profundo, el poder judicial y fiscal, nunca le pondrá objeciones al poder ejecutivo (que consideran delegado, subordinado), y el Tribunal Constitucional no está ni se le espera. Esos poderes sólo actúan diligentemente contra todo lo que huela a independentismo catalán.

Por todo ello, no puedo ser optimista, ni mucho menos, si bien quisiera equivocarme, y que tuvieran razón algunos amigos que son optimistas, como lo son opiniones más autorizadas como la del médico e investigador Carles Cordón i Cardó (Calella, Barcelona, 1957) y desde 1995, director de la División de Patología Molecular del Memorial Sloan Kettering Cáncer Center de Nueva York, que considera que si bien posiblemente se tardará en disponer de la vacuna, no se tardará mucho en encontrar medicamentos paliativos, ya que toda la inteligencia internacional está detrás, y no se escatiman recursos, pues la economía no podría aguantar mucho tiempo en el actual estado de crisis.

Dicho investigador, en una entrevista radiofónica, esta mañana en RAC1, ha comentado diferentes aspectos que me han parecido muy interesantes:

1)    Que dado que todo apunta que la inmunidad de los afectados podría durar un año (aunque todavía no hay constatación de eso, obviamente, pero la experiencia con otros virus corona, así lo apunta), sería recomendable efectuar los debidos tests para detectar a las personas inmunizadas en los colectivos sanitarios, policiales y de la educación, para ponerlos en primer plano, garantizando, en cierta medida, por ejemplo, que los niños y jóvenes corran menos riesgos al volver al colegio y centros educativos; ya que es incomprensible pensar un planteamiento escolar con distanciamiento físico imposible de garantizar.

2)    Introducir controles telemáticos, voluntarios, no invasivos, como introducir en el sistema un aviso, en el supuesto de que tuviéramos síntomas de infección, y, voluntariamente diéramos nuestros contactos, locales o zonas visitadas recientemente, todos ellos podrían recibir un aviso de alarma para que se controlasen (aviso que sería anónimo, sin dar información del infectado). Para ello, obviamente, se requeriría, como ha señalado el científico, que los estados garantizasen una total confidencialidad de esa información, y garantizasen su compromiso de no cederla a ningún tipo de empresa intermediaria. De ese modo, la información sería útil, como el carnet de vacunación infantil, pero adecuados al siglo XXI.  

Evidentemente, oyendo a los científicos se nos calman nuestros temores, ya que contemplan la situación de forma objetiva y casi matemática; pero, como señala Josep Ramoneda “la tendencia de los políticos a esconderse sistemáticamente detrás de los discursos de los científicos, les ha restado credibilidad. El que sabe, aconseja, el que tiene la responsabilidad, decide, pero demasiadas veces se han protegido de su inseguridad, cargando sus decisiones a los científicos” (…) y más adelante señala “¿podemos imaginar, en nombre de la seguridad, una enseñanza centrada en la formación a través de la pantalla? Creo que ha de ser una prioridad absoluta recuperar, lo más pronto posible, la comunidad escolar y universitaria. Sólo en los espacios compartidos la formación es creíble, salvo que la entendamos (apoteosis del discurso meritocrático) como un ejercicio individual de estricta salvación personal. La gran victoria del virus -y de los poderes autoritarios- sería la sociedad de la distancia social. Y la enseñanza, su primera víctima. Es en el contacto con los otros, con los diferentes, que se aprende a vivir” (Ara, 13/5).

En definitiva, enlazando estos pensamientos de Ramoneda con los de Chomsky, (de que la vida es una aventura emocionante, llena de riesgos), está claro que deberíamos asumir esos riesgos, evitando todo miedo patológico y, confiar en estadistas éticos, que establezcan estrategias morales para conseguir el bien común (psicológico, social y económico) que garantice el contacto físico con los otros y, para ello, previamente, deberían dar muestras de que priman, ante todo, la investigación y la sanidad (no otros gastos superfluos, como los ejércitos; las casas reales con sus pompas; denunciando toda corrupción; suprimiendo las castas con mentalidad pre-democrática; etc.); pues mientras sigamos con los actuales políticos mediocres, burócratas y acomodaticios, con sus discursos cínicos (como el de hoy de Miquel Iceta, líder del citado PSC; o el de Pedro Sánchez, apelando a la sacrosanta unidad de la patria “una, grande y libre”), sólo podremos reconstruir el pasado, con sus ancestrales defectos.

Y mientras tanto, nuestros representantes políticos y sociales siguen en prisión, a pesar de que Amnistía Internacional, hoy haya vuelto a pedir la excarcelación inmediata de Jordi Cuixart (líder de Ómnium) y Jordi Sánchez (exlíder de la ANC), pero eso ni a Pedro Sánchez, ni al estado profundo, les preocupa en absoluto, ellos ya han pasado página y, aquí, los independentistas, de cada vez estamos más divididos (un distanciamiento ajeno al virus), por lo que seguimos muy lejos de la utópica Ítaca; aunque un grupo minoritario de base vecinal, nos fuéramos manifestando cada día cortando pacíficamente, durante un par de horas, la avenida Meridiana de Barcelona (desde el día de la sentencia hasta el estado de alarma (154 días).

Konstantinos Kavafis (1863-1933), inspirado en la Odisea, escribió el poema “Viaje a Ítaca” (la patria de Ulises), una isla del mar Jónico (Grecia), que popularizó nuestro cantautor por excelencia y exdiputado, Lluís Llach, elogiando tener un objetivo y hacer el camino para conseguirlo, pues lo importante es el camino. No hemos de esperar riquezas, Ítaca nos ha dado el viaje, y si al llegar la encuentras pobre, no es que Ítaca te haya engañado. Sabio como te has hecho en la travesía, sabrás lo que quieren decir las Ítacas.

Pues bien, acabando como ayer, con Salvador Cardús, debemos tener un proyecto y un camino (proyecto sin camino, o camino sin proyecto, no sirven para nada); y nuestro proyecto es la Ítaca catalana; y el camino, ir configurando un estilo de vida y de gobernanza aprobados de forma mayoritaria, basado con la proximidad a los otros, con el contacto con los diferentes, con los llegados de países muy diversos, con sus lenguas y tradiciones. Y todo eso no se consigue con los mimbres de la actual estructura política española, y muchos, de cada vez más, eso lo tenemos muy claro.

Amadeo Palliser Cifuentes