Op-ed
El espectáculo en el PRI del Estado de México se asemeja más a una tragicomedia que a una estrategia de renovación. Los protagonistas, aquellos que en su momento ostentaron poder y lo utilizaron para intereses personales, ahora se presentan como críticos indignados. En el pasado, cuando tenían la responsabilidad en sus manos, se comportaron como avestruces: escondieron la cabeza y fingieron que los problemas no existían. Hoy, fuera del círculo de poder, actúan como zopilotes, acechando y buscando fragmentos de lo que queda del partido para su beneficio.
Estos personajes, que ahora lideran reuniones como la reciente protagonizada por el llamado G7 de Pepe Rangel, se han vendido como salvadores del PRI. Sin embargo, su historial los delata: en su momento, más que liderar, se dedicaron a consolidar su propia riqueza y a repartir cargos estratégicos para sus aliados, dejando al partido a la deriva. Ahora, desde las tribunas, intentan sabotear a quienes permanecen en el campo, con la misma actitud indiferente que ellos mostraron cuando ocupaban posiciones de poder.
Lo más preocupante es que su estrategia no busca el bien colectivo ni el fortalecimiento del PRI, sino un ajuste de cuentas personal. Se comportan como los cadeneros de un antro exclusivo que, al ser expulsados de la fiesta, se indignan porque ya no controlan quién entra y quién sale. La pregunta que surge es si las bases priistas seguirán permitiendo que estos mismos personajes, cuya gestión contribuyó al declive del partido, sigan dictando el rumbo.
La situación del PRI mexiquense es un reflejo de un problema más amplio: la desconexión entre la clase política y las necesidades reales de la ciudadanía. Mientras los llamados líderes de grupos como el G7 de Pepe Rangel y otros intentan reorganizarse para sabotear el partido desde dentro, queda claro que su prioridad no es reconstruirlo, sino seguir aprovechándose de lo poco que queda.
El PRI enfrenta una oportunidad de cambio real, pero solo si logra deshacerse de estas figuras que han demostrado ser más aves de rapiña que defensores de sus ideales. De lo contrario, seguirá condenado a repetir los mismos errores que lo llevaron a su estado actual.
La verdadera renovación no vendrá de los que, con cinismo, critican desde las tribunas mientras añoran los privilegios perdidos. Vendrá de aquellos que, desde las bases, se atrevan a enfrentar a estas figuras y exigir un cambio de raíz. ¿Tendrá el PRI mexiquense el valor de tomar este camino? O, como siempre, ¿seguirá volando en círculos, esperando que sus zopilotes terminen el festín?