![](https://edomexaldia.com/wp-content/uploads/2024/07/amadeo2.jpg)
amadeopalliser@gmail.com
Hoy hemos visto ‘The Brutalist’ (2024) una larguísima (214’) e interesantísima película dirigida y producida por Brady Corbet, que me ha parecido muy estimulante, por lo que a continuación traslado mis elucubraciones.
La sinopsis de la película es la narración de 30 años de la vida de László Tóth, un arquitecto judío nacido en Budapest (Hungría) formado en la Bauhaus (*), y sobreviviente del Holocausto, que, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, consiguió emigrar a los EUA en 1947 y, posteriormente lo hicieron su esposa Erszebét y su sobrina, en busca del sueño americano; si bien, en primera instancia vivieron una época de miseria, hasta que un excéntrico y oscuro millonario, Harrison Lee Van Buren lo contrató y cambió sus vidas.
(*) la Staatliches Bauhaus fue una escuela de arte y arquitectura, fundada en 1919 por Walter Gropius en Weimar (Alemania); el término proviene del ‘bauen’ alemán, que significa construir, y así ‘bauhaus’ significaba ‘la casa de la arquitectura, que aportó una corriente modernista.
El director de la película, en las entrevistas, dice que ‘desafortunadamente, no es una historia real’, pues el personaje es la mezcla de muchas personas reales como los arquitectos Marcel Breuer, Louis Kahn, Paul Rudolph, etc.; ‘y, para mi, este personaje ficticio es la mejor forma de acceder el pasado’, explicó el director.
Pero, curiosamente, sí que existió un László Tóth:
‘(…) vinculado al mundo del arte y que cobró relevancia por las razones equivocadas, pues fue una de las primeras figuras en vandalizar una obra de arte reconocida. Corrió 1972 cuando Toth, un geólogo húngaro, llegó a la Basílica de San Patricio, en el Vaticano, sacó un martillo y al tiempo que lanzaba frases de índole religiosa, golpeó la Pietá (siglo XV), de Miguel Ángel, causando daños estimados en millones de euros.
(…) En la realización de la película emplearon la Inteligencia Artificial (IA) para diseñar los edificios que aparecen en varias fotografías en la secuencia final de la película, cuando en la Bienal de Venecia hacen una retrospectiva del trabajo de László Toth. Estos edificios exhibidos como creación del arquitecto partieron de una serie de dibujos que generó la IA y que luego un artista real redibujó para encajarlos en la película’.
Pues bien, hasta leer esta reseña, estaba convencido de que se trataba de una historia real, lo que comportaba un plus de emoción a la película; pero, a pesar de no ser así, la película me sigue pareciendo sumamente interesante y estimulante, pues muestra con bastante verosimilitud, que el llamado ‘sueño americano’ no fue tal, al menos no fue tan de color rosa como lo pintan, ya que el rechazo a los judíos, dominante en Europa, también se había trasladado a los EUA, aunque, con el tiempo, los judíos acabaron con un gran poder en todos los órdenes (económico, político, mediático, etc.), como sabemos.
Asimismo, que el director de la película tomase como nombre del arquitecto protagonista, el vandalizador de la Pietá, me parece un gran reto, ya que el protagonista es presentado como un personaje racionalista con gran respeto interreligioso, como muestra en su gran obra en la película.
Y esa aparente contradicción me ha recordado la complejidad general de la vida, en todos sus aspectos.
Winston Leonard Spencer-Churchill (1874 – 1965), en octubre de 1939, después de la firma del Pacto Nazi-Soviético, antes del comienzo de la segunda Guerra Mundial, describió a Rusia como ‘un enigma envuelto en un misterio dentro de un enigma’.
Y me parece que esa descripción encaja a la perfección, asimismo, con la vida en general, así con aspectos más concretos, como la UE, el movimiento independentista, por ejemplo.
Efectivamente, no todo es tan complicado como expresa ese refrán, pues hay elementos claros y diáfanos, como la política de Donald Trump o la de los nacionalistas españoles, por mencionar solo dos ejemplos.
Ahora bien, en general, me parece evidente que la compleja situación actual, si tiene un rasgo definitorio claro, son las nulas expectativas para la juventud, a la que se le impone una educación light, mejor dicho, superficial, así como una perspectiva laboral precaria que no garantiza la adquisición o alquiler de una vivienda con garantía de permanencia a medio plazo.
Pero esa crisis existencial no es nueva, ni circunscrita a los estadios socioeconómicos medio o medio bajos, pues hace décadas ya no extrañó observar la punta del iceberg que nos mostró el Club de los 27 (Forever Club), término que hace referencia a un grupo de músicos de rock y blues que se suicidaron (drogas, alcohol, accidentes, etc.) al llegar a los 27 años de edad. Por ejemplo: Kurt Cobain (1967 – 1994), Jimmy Hendrix (1942 – 1970), Janis Joplin (1943 – 1970), Jim Morrison (1943 – 1971), Brian Jones (1942 – 1969), Amy Winehouse (1983 – 2011), etc.
A ese respecto, se popularizó una expresión, atribuida a James Dean (1931 – 1955), pero que en realidad fue de John Derek (1926 – 1998) (expresada en la película ‘Llamad a cualquier hora’, dirigida en 1949 por Nicholas Ray (1911 – 1979)): ‘Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver’.
Pues bien, centrándonos en nuestro movimiento independentista catalán, el mal ejemplo que hemos dado desde el referéndum del 2017, con las divisiones, dimisiones, falta de objetivos y de planificación estratégica, etc., nos ha demostrado que, en realidad, ha expulsado a la juventud, ya que ésta pretende la inmediatez, la acción a corto plazo, etc.
Y claro, en las actuales circunstancias socioeconómicas, esa juventud es más pragmática que idealista, justo al revés de lo que fuimos y seguimos siendo nosotros.
Así que, si no hay cambios, hoy por hoy imprevisibles, es decir, si no hay una serendipia; o si no cambiamos los mayores, el futuro será más que negro.
De acuerdo con los estudios demográficos del Institut d’Estadística de Catalunya, referidos a finales del 2024:
- De los 8.067.454 de habitantes censados, el 49,26 % somos del genero masculino, y el 50,74 % son del femenino.
- La población menor de 20 años representa el 15,47% de la población catalana total. Y esa edad, obviamente, es la de formación y mínima incidencia política, ya que la mayoría de edad es a los 18 años, y antes no se puede votar.
- La población entre los 20 a 59 años representa el 45,11 % del total, el 42,01 % de los hombres y el 48,12 % de las mujeres. Y esa gran franja de edad es la que representa la plenitud productiva en todos los aspectos: laborales, intelectuales, etc. Y, obviamente, esa franja de edad es la que tiene mayores responsabilidades económicas, para formar su familia, criar y educar a sus hijos.
- Y la población mayor de 60 años representa el 39,42 % del total (el 41,74 % de los hombres y el 37,17 % de las mujeres); franja caracterizada por la experiencia y, teóricamente, más libres de responsabilidades.
(www.idescat.cat)
Pues bien, a mi modo de ver, y sin ámbito de menospreciar la experiencia, ni mucho menos, pues estoy convencido que la experiencia es un grado (así como un degrado, en muchas ocasiones), las responsabilidades políticas deberían ser asumidas por ciudadanos de la franja de 20 a 60 años, preferentemente de los 40 a 60, ya que una experiencia vital mínima, especialmente en el mundo laboral privado, es necesaria y aconsejable. Y esa franja de edad, con un contacto directo con los problemas reales, debería ser la responsable de diseñar y configurar el futuro de sus hijos.
Y, obviamente, los mayores de 60 años deberíamos estar disponibles para todo tipo de asesoramiento, al sernos requerido, pero quedándonos en segunda fila, es decir, dejando el protagonismo a los que deberían ser los verdaderos protagonistas, como he comentado. Pero nuestra realidad, como sabemos, no es así.
Por eso, si queremos que se motive la juventud y, en general, la ciudadanía de la gran franja señalada de 20 a 60 años, es preciso que los políticos (además de no profesionalizarse como tales) deberían darles paso, igual que deberíamos hacer el resto de la población mayor de 60 años, y dejar que configuren y determinen el futuro que desean, sin interferencias por nuestra parte, ya que nuestro ideal de futuro, con toda seguridad, nos lo llevaremos incumplido a la tumba, pues, con grandes probabilidades, no será coincidente con el que desean los más jóvenes.
Así que, en definitiva, es necesario que los mayores seamos pacientes, comprensivos y generosos, no hay otra, pues, sólo así, surgirán nuevos líderes, con nuevas ideas, que ilusionarán a la mayoría, incluso a nosotros, aunque no las compartamos al 100%; y solo así recuperaremos a la juventud, sin que se sacrifique, metafóricamente, como hizo el club de los 27. Necesitamos a la juventud desmotivada, no hay alternativa ni estrategia posible sin ellos.