
amadeopalliser@gmail.com
Estos días, la mayor parte de medios de comunicación, especialmente los nacionalistas españoles, reproducen los resultados de diferentes encuestas, en las que se muestra que gran parte de la juventud es más conservadora, incluso con ideología de extrema derecha, y no se consideran independentistas; y sobre el particular traslado mis observaciones.
En primer lugar, mi escepticismo respecto a esas encuestas y, especialmente, a su publicación con comentarios redundantes y siempre interesados, obviamente.
Dicho esto, paso a comentar que, efectivamente, en el movimiento independentista catalán, como podemos constatar en las votaciones y manifestaciones, es cierto que la juventud actual ha dado un paso atrás, comparativamente con la expresión reflejada hasta el momento del referéndum del 2017. Pero esto se debe a diferentes factores, como intento resaltar a continuación. Y es evidente que, extraer conclusiones de un tema multifactorial, atendiendo a un único factor, es un claro error, intencionado y manipulador.
Asimismo, intentando describir el colectivo en cuestión, es preciso resaltar que el concepto de juventud, entendido como la etapa vital entre la infancia y la edad adulta, se ha ido ampliando, si bien está directamente determinado por aspectos geográficos, económicos, culturales e históricos.
Según la OMS, la adolescencia es el período entre los 12 y los 18 años; la juventud, entre los 14 y los 26, por lo que hay un cierto solapamiento; la adultez, entre los 27 y los 59; y la vejez a partir de los 60 años.
Según otras descripciones, atendiendo al nivel proteico, la juventud termina a los 34 años; momento que se entra en la edad adulta, que se prolonga hasta los 60 años que se inicia el envejecimiento, si bien se considera viejo a partir de los 78 años.
‘El investigador Tony Wyss-Coray, según publicó en Nature Medicina, contabilizó 1379 moléculas útiles para medir el envejecimiento, que no se produce a un ritmo perfectamente uniforme, ya que depende de muchas variables, entre ellas el sexo; pero, en grandes líneas, describió que dos tercios de las proteínas cambian con la edad y el sexo, si bien, hay tres puntos de inflexión casi generalizados, y esos puntos los situó en los 34, 60 y 78 años de edad. En la primera de esas tres edades, el proteoma se estabiliza, permaneciendo estable durante más de veinte años. Es a partir de los 60 cuando empieza a aumentar, y de los 78 cuando dicho ascenso aumenta exponencialmente (…) por lo que, a nivel proteico (como ya he apuntado más arriba) finaliza a partir de los 34 años.
(‘La ciencia marca la edad a la que uno deja de ser joven: esto es lo que dice Standford’, artículo de Nel Gómez, Infobae, 13 de agosto del 2024)
Al nivel social y económico, no se considera adulto hasta que no se es independiente; y esa independencia económica de cada vez se retrasa más, como sabemos, por la precariedad laboral, sueldos bajos y los altos costes del alquiler / compra de los pisos; y eso comporta la consiguiente repercusión en la procreación, de cada vez más reducida y tardía.
Y, en todo caso, a nivel intelectual, la determinación es más compleja, ya que la experiencia vital conforma, en gran parte, la inteligencia, pero, a mi me parece que, en grandes líneas, a los 18 años los jóvenes ya tienen, o deberían tener, la capacidad suficiente y autónoma, a los efectos que nos ocupan, es decir, para opinar con fundamento.
Después de esta digresión, no quiero olvidar el tema central resaltado en los medios de comunicación de todo tipo y, claro, por la mayor parte de tertulianos, autoconsiderados ‘expertos en todo’, es decir ‘totólogos’, y esos aspectos son la tendencia conservadora y unionista, claro.
Es sabido que el aprendizaje, desde la primera infancia, consiste en el descubrimiento del exterior, de los otros (del no-yo), y la reacción diferenciadora se expresa con el ‘NO’, esa es su rebeldía para marcar lo apetecido de lo que no lo es, pues ese es el mecanismo más adaptativo y, por lo tanto, beneficioso.
Por eso, es un clásico que, en la adolescencia, los hijos, en su ingenua suficiencia y prepotencia, rechacen los valores de sus padres; y esa rebeldía no es más que la búsqueda de la independencia personal, y para eso, es necesaria la distancia y desprecio de la dependencia paterna. El extremo patológico se da cuando esa rebeldía, digamos ‘natural’ se convierte en violencia; si bien, esa violencia, trasladada a otros ámbitos sociales de injusticias patentes, no es patológica, ni mucho menos, pero puede caer en la imprudencia, si no está bien racionalizada y ponderada.
Ahora bien, en la etapa de la juventud y, como he dicho, en especial a los 18 años, me parece que ya se tienen o deberían tener los conocimientos mínimos básicos para poder discernir entre la democracia y la dictadura; entre la dependencia y la independencia, por citar unos ejemplos.
Pero, en la actualidad, a esa edad de 18 años, la experiencia vital es mínima. Afortunadamente, no han vivido la dictadura franquista ni los duros años de represión, ni la transición / traición, y el referéndum del 2017 les queda muy lejos, pues esos jóvenes de 18 años en la actualidad, en ese momento tenían 10 años.
Y dada la situación actual, con unas perspectivas económicas precarias, es comprensible que esa rebeldía juvenil no se traduzca en compromisos, ya que la rebeldía limitada a la desobediencia y a la indisciplina, por sí mismas, sin objetivos, no suelen tener beneficios sociales, pues el inconformismo sin más, no es productivo.
Llegados a este punto, me parece muy interesante reproducir algunos fragmentos del artículo de Josep Sala i Cullell, titulado ‘Los adolescentes rechazan todo lo que es viejo y apesta a derrota, ¿os extraña que muchos prefieran ser españoles?’:
‘(…) los jóvenes catalanes que hoy están en el instituto solo recuerdan un mundo independentista lleno de claudicaciones, líderes caducados, derrotas electorales, jugadas estériles, discursos vacíos y chantajes emocionales. Nada ilusionante, ningún proyecto de futuro que les sea atractivo. De hecho, ha pasado todo lo contrario. Los adolescentes rápidamente huelen el fracaso y huyen, y ante un bando lleno de perdedores, ¿no es mejor apuntarse a un estado potente y agresivo? España es en muchos aspectos un país lamentable, pero es un estado y tiene poder, y el poder siempre atrae.
El independentismo ahora mismo parece dirigido a la gente convencida de hace años, pero no puede añadir a nadie nuevo ya que la falta de renovación de líderes e ideas lo ha fosilizado. Cuando los jóvenes tuvieron una explosión de dignidad en la plaza Urquinaona, el gobierno del president Quim Torra aniquiló la revuelta con un aplauso general, porque en Catalunya son más importantes los contenedores que las nuevas generaciones (…) aquellos jóvenes se fueron a casa, se han desconectado del movimiento, y no ha habido ningún relevo.
Respeto y admiro la trayectoria artística de Lluís Llach, pero el dirigente de la principal organización civil independentista no puede ser un señor mayor con anorak que habla fojo. La ANC debería tener un líder de treinta años como máximo, que buscase la confrontación con los españoles por la vía del insulto y los desplantes, y así pudiera ampliar las polémicas por las redes sociales y llegar a los jóvenes.
(…) En una época de máxima uniformización estética e ideológica de los adolescentes, los actuales líderes independentistas son una fábrica de hacer nacionalistas españoles. Cuando eran combativos y prometían un país mejor, la gente les seguía y se apuntaban. Ahora, atenazados por una España que les ha descubierto todos los secretos inconfesables por la vía del Pegasus, nadie se atreve a levantar la voz y se conforman a retorcer las palabras para hacer ver que quieren decir aquello que no quieren decir. Tampoco se salva la Generalitat como motor social, porque con un presidente que parece un enterrador, y sin mayoría para aprobar ninguna ley, nunca había sido tan inútil. Nos guste más o menos, hemos vuelto a un mundo en el que triunfan los líderes carismáticos, y en Catalunya ofrecemos señores que nos quieren volver al pasado, sea a la época de Convergència o, en el caso de Gabriel Rufián, al PSOE de Felipe González.
Necesitamos una renovación urgente de líderes -generacional, ideológica y estética- porque los de ahora nos llevan hacia el abismo. Esto es claro, si lo que queremos es la pervivencia de la nación, quizás, incluso, conseguir la independencia. Si lo que se busca es mantener sillones y cargos, y hacer la vedet por los platós durante unos años más, entonces si, buen trabajo todos juntos’.
(Vilaweb, 13 de febrero del 2025)
Como habrá podido observar el lector, este duro y claro artículo de Josep Sala, aborda el problema con un enfoque más amplio, que el centrado en la juventud; pero, me parece que da en el clavo totalmente, ya que la falta de estímulos, de ilusiones, es fundamental para atraer a los jóvenes y no solo a ellos.
Jordi Cuminal, en su artículo titulado ‘Si no ‘mola’, no va’, apunta que:
‘(…) para que una cosa funcione, además de las cualidades que la configuran, ha de ser cool, atractiva.
(…) ¿Cómo puede ser que se haya invertido la tendencia histórica que decía que el joven es revolucionario y de mayor más conservador? Para mí una de las respuestas es que el sistema no es cool, no mola nada. Y si no mola, no va. Los funcionarios, los políticos, su manera de hablar, el pensamiento políticamente correcto, la imposición woke en determinados ámbitos, etc. No mola.
(…) A parte del sistema, la ideología woke no mola. Y, por otro lado, defender la lengua no mola, el independentismo no mola. Porque solo cuenta lo que se hace, no lo que se dice’.
(…) Alguien puede pensar ‘debe ser que España mola tanto que ya no son independentistas’. No, pero esto ya está, se da por descontado. ¿Y Vox mola? Entonces de algo es el reflejo – más acertado o menos- de una tendencia que está al alza en toda Europa en contra del sistema, los woke y en el estado contra el independentismo. No es necesario mirar sólo a los jóvenes. Según en qué círculos, sobre todo barceloneses -en otros tiempos, como mínimo, sensibles al independentismo- mola el PSC. Continuar insistiendo en la dinámica que nos ha traído hasta aquí no parece lo más inteligente.
Acabo con optimismo. De los símbolos institucionales del país, el que más mola actualmente es el Barça. Y no es tan obvio, porque cinco años atrás no molaba nada. Laporta ha girado la situación: solo importa lo que se hace’.
(elnacional.cat, 14 de febrero del 2025)
En definitiva, me parece que no es que ahora la juventud sea más conservadora que nosotros, los mayores; que no somos ni tan mayores ni tan progresistas como nos pensamos. El problema es que el modelo que les ofrecemos no es ilusionante, y por eso se rebelan o pasan.
Carmen Martín Gaite (1925 – 2000) escribió que ‘soy lo que soñé’, y el sueño de los jóvenes es rebelarse contra el sistema actual, que nosotros intentamos seguir apuntalando.
Según John Locke (1632 – 1704), ‘la rebelión no es la fuerza ejercida para dominar, sino para acabar con el despotismo, es una fuerza excepcional y una manera de ejercer la libertad cuando todas las libertades están restringidas’, y me parece que si los ‘mayores’ hiciéramos patente, en todos nuestros entornos esa falta de libertad para ser, para tener nuestra nación, y actuásemos de forma pacíficamente combativa, quizás, sólo quizás, los adolescentes, la juventud y los adultos en general, volverían a ilusionarse, como lo estaban hasta el 2017. La alternativa, es seguir como hasta ahora, hasta la irrelevancia total.