
amadeopalliser@gmail.com
Hace tiempo que se habla mucho sobre la conveniencia de efectuar cordones sanitarios a la extrema derecha, si bien hemos visto que, cuando ha hecho falta, pocos los han respetado. Y sobre esa conveniencia va el presente escrito.
Es preciso señalar que la metáfora del ‘cordón sanitario’ hace referencia a la barrera sanitaria para frenar la expansión de una enfermedad infecciosa; si bien, a finales de los años ochenta, el término fue introducido por los partidos belgas, para frenar al partido nacionalista flamenco de Vlaams Blok, de extrema derecha, racista.
Desde entonces se han efectuado muchos intentos de esas barreras, más o menos exitosos.
España y Catalunya, no han sido una excepción, pues Pedro Sánchez hizo su última campaña en favor de la coalición de izquierdas, para arrinconar al PP; y en Catalunya, se hizo para excluir al PP del gobierno autonómico. Posteriormente, esos cordones se desplazaron para aislar a Vox. Y, últimamente, para frenar a Aliança Catalana (Ripoll), liderado por Sílvia Orriols i Serra.
Me parece preciso puntualizar que, a mi modo de ver:
- la democracia debe dar cabida a todo tipo de partidos políticos, sea cual sea su ideología, siempre que respeten el marco político.
- y siguiendo ese marco, la socialdemocracia debería evitar, por medios democráticos, que la extrema derecha alcance cualquier cuota de poder, para evitar daños mayores.
Dicho esto, me parece evidente que, en los diferentes parlamentos, nunca debería aplicarse un cordón sanitario a la extrema derecha, pues, precisamente, los parlamentos son para parlamentar, y todo discurso o propuesta que respete las reglas establecidas, debe ser atendido y discutido, esa es la base del diálogo. Y eso nos diferencia de las dictaduras.
Así se respeta, a mi modo de ver, la consigna defendida por Maximilien François Marie Isidore de Robespierre (1758 – 1794), en la Asamblea Nacional francesa, el 5 de setiembre de 1790: ‘libertad, igualdad y fraternidad’, pasando a ser el lema de la Revolución (1789 – 1799), y la base de las democracias, ya que ese lema establece la filosofía de que ‘los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos’.
Y claro, todo partido político que defienda el racismo (la superioridad de un grupo étnico sobre los demás, lo que conduce a la discriminación), la xenofobia (fobia a los extranjeros), la defensa a ultranza de ideologías fascistas, el autoritarismo, el machismo, etc., va contra esos principios de libertad, igualdad y fraternidad mencionados.
Pero no debemos obviar que otros partidos del arco parlamentario tampoco respetan esos principios de libertad, igualdad y fraternidad, ya que son clasistas, ultraliberales económicos, o unionistas, etc., y claro, por más legalistas que se consideren, no defienden los mencionados fundamentos.
Y también está fuera de lugar que determinados partidos políticos, modulen, o adapten esos cordones sanitarios en función de sus necesidades puntuales. Por ejemplo, Pedro Sánchez promocionando a Vox, en la campaña del 2019, abriendo la puerta a su participación en los debates electorales, para dividir al PP; pactando con Giorgia Meloni, para conseguir el nombramiento de Teresa Ribera como vicepresidenta del parlamento de la UE, o Miquel Iceta, Josep Borrell y Salvador Illa manifestándose con el PP y Vox, contra el independentismo catalán. Pero, cuando es Junts, el que no se alinea con los otros partidos, para derrocar a Sílvia Orriols, es el mayor desastre ideológico (si bien, tras las elecciones del 2023, con los resultados actuales, ninguno de esos partidos aceptó el cordón sanitario que ahora sí que se propugna).
Y todo esto es puro filibusterismo político que, con la capa de su mediocridad sumada con los intereses partidistas, denota una falta de ética en toda regla.
Por eso no debemos aceptar críticas y argumentaciones adoptadas ‘grosso modo’, cuando debemos exigir y promover la búsqueda de la exactitud, la precisión, la rigurosidad, la especificación, etc.
Y así, podemos y debemos hablar y debatir de todo, desde la pertinencia de la monarquía hasta la inmigración, y este tema debe ser analizado de forma especial e integral, ya se trate de personas entradas de forma legal o ilegal, sin mezclar temas como la seguridad, si no, ir a la raíz: la pobreza, la desigualdad, la sanidad, la educación, la vivienda, etc., pues así será posible llegar a conclusiones que, por más difíciles que sean, pueden ser la única vía de solución e integración.
Sabemos que el mundo occidental necesita la inmigración, para muchos tipos de trabajos, pero no nos engañemos, los discursos de que la inmigración pagará nuestras futuras pensiones, es una mentira más, ya que con los sueldos que reciben, los que los reciben, no llegan ni a cubrir los costes sociales que precisan. Pero centrarse en este tema no debe ocultar que no abarca la totalidad del problema de la inmigración, pues ese es un discurso economicista y, en realidad, el problema es humanitario.
Debemos dejar de quejarnos atribuyendo todos los problemas a la inmigración, ya que eso no dejan de ser jeremiadas, lamentaciones o muestras exageradas (clara referencia al profeta bíblico Yirmayähü (Jeremías, 670 a.C. – 586 a.C.))
Y centrarnos en los problemas, argumentando, contundentemente, contra las actuaciones que van haciendo los represores Illa (diciendo que el problema de la lengua catalana es culpa del procés) o, ahora, criticando a Junts, por no bloquear a Orriols. Pues lo que hacen esos faristeos es buscar aplicar su política del ‘schadenfreude’, repetidamente citado últimamente, y que significa sentir placer por la desgracia de los demás, el placer ante la desgracia ajena.