
Imagogenia
@mar_naa
«Hecho en México”, su reciente relanzamiento es una clara estrategia de identidad nacional que busca consolidar la presencia de productos mexicanos en el mercado global, pero también plantea interrogantes sobre su efectividad y el verdadero impacto que puede tener más allá de un logotipo; y es que, la decisión del Gobierno de México de recuperar este sello atiende al contexto, uno que opera, de momento en incertidumbre económica y comercial, y que queriendo y no, está poniendo en el ojo global el nombre y la imagen de nuestro país.
Con Estados Unidos amenazando con nuevas medidas arancelarias y, siendo honestos, en un panorama global cambiante, parece lógico y necesario reforzar la identidad de los productos mexicanos. Sin embargo, la historia nos ha demostrado que la simple existencia de una marca no es suficiente para generar una transformación real. Veámoslo de la siguiente manera, en el discurso oficial, la estrategia busca fortalecer el consumo interno, impulsar la competitividad y generar un sentimiento de orgullo. No obstante, más allá del reposicionamiento de una marca -porque la marca “Hecho en México” nació en 1978-, el reto principal radica en su credibilidad y en la adopción genuina por parte de los consumidores y productores. Porque la confianza no se gana con decretos, sino con hechos concretos y consistencia a lo largo del tiempo.
Ahora, no podemos ignorar el componente político de esta estrategia, con la modificación del color del logotipo al burdeos característico del partido en el poder, Morena, y la orientación del águila hacia la izquierda que es la tendencia del teórica del mismo; detalles, que aunque son pequeños, no pasan desapercibidos ya que en estricto sentido, la imagen de un país no debería estar ligada a un gobierno/partido en particular -aunque nunca haya sido así-, sino a una visión de largo plazo que trascienda administraciones y cambios de poder.
Pero, a qué me refiero con esto. Bueno, un caso interesante es el de Italia, un país cuya imagen está fuertemente vinculada al diseño y la moda; o tenemos a Alemania, que sólo con mencionar el nombre este país es reconocido por su ingeniería de precisión. En estos casos, la identidad de marca de la nación se construyó tanto con eslogans, como con un compromiso tangible hacia los detalles específicos de las marcas públicas y globales que los representan ante el mundo, imprimiendo en ellas calidad y especialización, queda claro que detrás había una estrategia de imagen integral. Por lo tanto, debemos cuestionarnos ¿Qué representa México en el imaginario global? Personalmente y como mexicana puedo hacer un largo listado, pues tenemos sectores fuertes, como la industria automotriz, la agroindustria y la manufactura, y no podemos olvidarnos del atractivo culinario, cultural, histórico y turístico, por sólo mencionar algunos, mas aún no hemos consolidado una imagen que posicione a lo mexicano como sinónimo de excelencia en un ámbito específico.
Ciertamente, el respaldo de grandes empresas como Walmart y Grupo Modelo a esta iniciativa es, sin duda, un paso significativo. La inclusión de estas compañías puede darle un impulso mediático y comercial al proyecto, pero también pone en evidencia que son las grandes corporaciones las primeras en beneficiarse de este distintivo. ¿Qué pasa con las pequeñas y medianas empresas? Lo cierto es que si la estrategia no logra permear hasta este nivel, será poco más que una campaña de marketing sin impacto real en la economía y en la imagen global de México como marca. Para que «Hecho en México» tenga un impacto real, debe haber compromisos concretos y acciones reales por parte de la iniciativa pública y privada, una inversión en educación y capacitación para elevar la calidad de los productos, y un esfuerzo constante por parte del gobierno para garantizar que las pequeñas y medianas empresas también puedan acceder a los beneficios de esta estrategia.
Al final, si la iniciativa logra adaptarse al contexto, ser coherente, inclusiva y sostenible en el tiempo, podría convertirse en un punto de referencia para el consumo nacional y la exportación, beneficiando no sólo la economía, sino también la imagen de México. De lo contrario, se corre el riesgo de que termine siendo un eslogan más, olvidado con el cambio de administración.