
amadeopalliser@gmail.com
En las relaciones internacionales, la distribución del poder ha ido evolucionando, en función de la importancia y capacidad de intervención / control, de determinados estados; como intento exponer en este escrito.
A pesar de que en siglos pasados algunos imperios (inglés, francés, ruso, Qing, etc.) tuvieron una gran hegemonía internacional, su capacidad no tenía una incidencia global; igualmente, si retrocedemos muchos siglos más, vemos que el imperio de Alejandro Magno, el imperio romano, el mongol, el inca, el maya, el Omeya, etc., tuvieron una enorme importancia en las zonas dominadas y en las colindantes, fronterizas, pero se limitaron a zonas geográficas que, si bien fueron extensísimas, no tuvieron una incidencia global.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el globo terrestre fue dividido según la influencia americana o soviética; y esa bipolaridad se mantuvo hasta acabada la denominada Guerra Fría (1947 – 1991), bipolaridad caracterizada por la contraposición del capitalismo y el comunismo; y materializada, militarmente, en la OTAN y el Pacto de Varsovia. La ‘caída’ del muro de Berlín, en 1989, fue la estocada final al proceso bipolar.
En ese mismo año 1989, Francis Fukuyama, estadounidense de origen japonés, publicó un artículo titulado ‘¿El fin de la historia?’, que en 1992 amplió en su obra ‘El fin de la historia y el último hombre’, defendiendo su tesis de que derrotados el fascismo y el comunismo, ya no quedaban rivales serios para la democracia liberal. (Es preciso recordar que Fukuyama no se refirió al término historia, como el fin de la vida humana; si no en el sentido hegeliano, restringido a la historia de las ideologías).
Pues bien, superado ese período de bipolarización, la globalización o mundialización política, económica, tecnológica, social y cultural, posibilitada por la informatización y la comunicación, hizo aflorar diferentes puntos de poder, en función de sus respectivos intereses en la aldea global. Así, manteniéndose los EUA y Rusia, como grandes polos, fueron potenciándose otros, China, Japón, Inglaterra, Francia, etc. (la UE lo ha sido más de forma nominal que efectiva). Y a ese período podemos considerarle multipolar.
Según diferentes estudios, la globalización, hasta la actualidad, ha presentado tres fases:
- Globalización 1.0: iniciada el año 1492, con la llegada de Cristóbal Colón a América;
- Globalización 2.0: desde la revolución industrial inglesa en 1800 hasta el 2000 (en 1995, para ser más concretos, pues en este año se creó internet);
- Globalización 3.0: el momento actual;
- pero yo añadiría ya la 4.0, iniciada, en enero de este año 2025, con la llegada de Donald Trump a su segunda presidencia.
pues, precisamente, con el ‘fenómeno’ Trump, se ha acabado el proceso multipolar, para entrar en un sistema unipolar; al menos ésto es lo que pretende el presidente Trump: ser el amo del mundo.
Y ese control global unipolar, históricamente es inexplorado, pues, según lo expuesto, nunca se ha producido, como tal.
El mencionado Fukuyama dijo que el fin de la historia acababa con la victoria de la democracia liberal (democracia representativa, estado de derecho, etc.); y ahora, con la volátil, errante e impulsiva (es decir, irracional) política trumpista, vemos que está derrotando a la mencionada democracia liberal, ya que ésta garantiza la tolerancia, el pluralismo, la defensa de las minorías de todo tipo, etc.; y es evidente que Trump se está cargando todos estos aspectos positivos, para implantar su autoritarismo populista, es decir, la democracia iliberal.
Y ese nuevo modelo de democracia iliberal, es opuesto a la democracia deliberativa, que está basada en un proceso dialéctico de intercambio de razones y argumentos.
Y así, vemos que ese autoritarismo populista se está generalizando, pues, acríticamente, gran cantidad de gobiernos mundiales están asumiendo, implícitamente, las tesis trumpistas (anteponer la idea de seguridad militar a la seguridad social y defensa de los derechos humanos); y, en esa línea, Pedro Sánchez, como alumno aventajado, defiende un mayor despilfarro en armamento, intentándolo maquillar.
Me parece evidente que en todos los ámbitos humanos actuamos de forma bipolar, y diferenciamos y distanciamos a los que no coinciden con nuestras ideas.
Y los populismos, precisamente, abusan de esa estrategia digamos ‘intestinal’, primaria. Y por eso, vemos que Pedro Sánchez, como muchos de sus colegas, evitan la mencionada democracia deliberativa, pues, en lugar de argumentar con pelos y señales los pormenores e intereses de sus propuestas, busca la victoria mediante el uso y abuso de argumentos primarios, para tener ‘secuestrado’ el voto de los restantes partidos y, obviamente, obtener la acrítica aceptación popular.
Y evitar la expresión de la pluralidad y diversidad de ideas, y sus correspondientes defensas argumentales, es un ataque, en toda regla, a las bases de la democracia.
En ese sentido, vemos, asimismo, que esos populismos son falsos, ya que esa es una simple máscara que oculta la mediocridad y los intereses personales, y así, ayer vimos al ‘don ángel si señor’ que es Salvador Illa, asumiendo la presidencia rotatoria de los ‘Cuatro Motores de Europa’ (Catalunya, la región francesa de Alvernia-Roine-Alpes, la alemana Baden-Württemberg y la italiana Lombardía) explayándose contra los aranceles de Trump y contra la guerra de Putin, y defendiendo sus ayudas propuestas. Y, claro, haciéndose el ‘mil hombres’.
Es evidente que Salvador Illa pretende ser el más destacado y cualificado ‘mono sabio’ de Pedro Sánchez y de la monarquía, y por eso hace de altavoz de sus amos, sin salirse del patrón que le tienen encomendado, como vimos con la españolización de todas las instituciones catalanas, y ahora, hasta con la festividad de Sant Jordi (que ya comenté en mi escrito de ayer); y, claro, así vemos que nunca se opondrá a sus amos, aunque vea, como se ha hecho público hoy, que las inversiones ejecutadas en Catalunya el primer semestre del año pasado, siguen a la cola de las restantes comunidades autonómicas (contradiciendo las mentiras de Pedro Sánchez y sus diferentes ministros, que, como truco infantil, nos muestran los valores absolutos de sus in versiones, presentándolas como las mayores efectuadas en Catalunya)
Volviendo a la polaridad, es evidente que, como lo reflejó muy afinadamente Manolo Vázquez Montalbán (1939 – 2003), con la expresión: ‘¿Contra Franco vivíamos mejor?’ (‘Crónica sentimental de España’, 1969); y siguiendo con esa concepción dualista, ahora vemos que se ha extendido de forma pandémica, ya que la podemos observar no solo como frentes ideológicos, si no, como simple estrategia partidista.
Y así, incluso, en el que testimonialmente denominados ‘colectivo independentista’, vemos que, desgraciadamente también se ha implantado esa estrábica estrategia infantil e infantilizante, de atacarse mutuamente las diferentes particiones y sub-grupúsculos, en lugar de unirse y hacer frente al poder unionista, castellano / españolizante.
Hasta el 2017, efectivamente, todos vivíamos mejor contra el estado español; y ahora …
Por todo eso, deberíamos ser capaces de extraer alguna lección de la geopolítica actual; y si vemos que, de forma prepotente, han ‘superado’ la división multipolar, para iniciar un nuevo e inexplorado período de unipolaridad, los independentistas catalanes deberíamos ser capaces de copiarlos: unirnos bajo un único e indiscutido líder, que, inevitablemente, debería ser Carles Puigdemont, el presidente legítimo, destituido ilegítimamente, y confrontarnos de forma seria y contundente (pero pacíficamente) con el estado español. No hay otra alternativa.