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Dilemas morales

Nota previa: ‘Sit tibi terra levis’ (STTL), Papa Francisco.

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Ayer leí el articulo de David Miró, titulado ‘Pedro Sánchez y los saharauis: ¿un caso del dilema de Conventry?’ que me pareció muy interesante, y lo utilizo para extrapolarlo en mis siguientes comentarios.

En primer lugar, un recordatorio por el Papa Francisco I, fallecido esta mañana del 21 de abril, Lunes de Pascua; y, siguiendo la tradición de la antigua Roma: ‘Sit tibi terra levis’ (que la tierra te sea leve), anterior al ‘requiescat in pace’ (RIP), (descanse en paz). La fórmula STTL, por lo visto, tiene la referencia más antigua en la tragedia Alcestis (Alkesti) o Alceste (representada por primera vez en las fiestas de Dionísia, el 438 a. C.), del poeta Eurípides (485 a. C. – 405 a. C.)

Efectuado ese recordatorio, paso al tema previsto para el presente escrito que, como he apuntado, son los dilemas morales, inspirándome en el mencionado artículo, del que extraigo los siguientes párrafos:

‘Por poner un ejemplo del tipo de decisiones que ha de tomar un estadista, se suele citar el dilema de Coventry, que afecta, claro, a Winston Churchill. Todo y que la historia es falsa (*), resulta interesante explicarla y ver qué relación puede tener con la política española.

La noche del 14 al 15 de noviembre de 1940, la ciudad inglesa de Coventry fue objeto de un bombardeo masivo que causó más de 500 muertos y la dejó prácticamente en ruinas. Se explica que unos días antes del bombardeo, los británicos descifraron la máquina Enigma, que era la que codificaba los mensajes del ejército nazi y, por lo tanto, supieron con antelación los planes de la Lufwaffe.

El dilema para Winston Churchill era que si evacuaba Coventry, los alemanes sabrían que habían descodificado Enigma y, por lo tanto, perdería una ventaja que podía ser clave para el desarrollo de la guerra. La leyenda dice que Churchill, entonces, fue sacrificar la población de Coventry para poder ganar la guerra. La lección es que los estadistas han de ser capaces de tomar decisiones de este calibre y convivir.

(…)

Ahora situémonos en abril del 2021. El entonces líder del Frente Polisario, Brahim Gali, enemigo número 1 de Marruecos, pidió a España poder ser tratado de una enfermedad. La ministra de exteriores de España de entonces, Arancha González Laya, aceptó la petición por razones humanitarias y permite ingresarlo en un hospital de La Rioja. Marruecos se indignó y empezó a dejar de controlar los pasos fronterizos y a causar aludes contra las rejas en rodean Ceuta y Melilla. Rabat sabía que tenía el poder de hacer caer cualquier gobernó español, por ser el guardián de la frontera.

En Madrid, Pedro Sánchez entendió que debía actuar rápidamente si no quería que la crisis migratoria se lo llevase. Entonces, Marruecos, con la paella por el mango, dictó el precio: dejar de dar soporte al derecho de autodeterminación del pueblo saharaui y defender el plan marroquí para una autonomía dentro del reino alauita.

Sánchez no dudó: entre los saharauis y salvar su gobierno, escogió la segunda opción. Destituyó a González Laya y nombró a Albares, precisamente para que rehiciera la relación con Marruecos y preparase la traición a los saharauis. Por lo tanto, se puede afirmar que el actual gobierno progresista existe gracias al sacrificio de todo un pueblo, en el altar de la real polotik. Sánchez está convencido que es un precio que vale la pena pagar. Pero, está claro, díselo a los pobres habitantes de los campos de Tindouf o a las víctimas del bombardeo de Coventry’

(Ara, 20 de abril del 2025)

(*) según diferentes fuentes, fue una realidad, y ‘durante 5 horas y 40 minutos, de los cielos les llovió el mismísimo infierno a 120.000 personas: 150.000 bombas con 503 toneladas de alto explosivo y 130 minas marinas amarradas a paracaídas, les fueron arrojadas por más de 500 bombarderos (…) El primer ministro Winston Churchill y la inteligencia británica conocían el día y hora exactas en que ocurriría. Lo sabían porque había descifrado un código secreto de los nazis en el que, entre otras acciones bélicas, estaba planeado. Entonces un dilema les debió helar la cabeza a la temperatura de la indolencia: evacuar o no la ciudad. Si se desocupaba, Hitler se daría cuenta de que le habían descubierto, punto por punto, sus operaciones militares y, claro, les daría una voltereta. O no mover un dedo y dejar que la ciudad fuera arrasada. Escogieron esta última, y a partir de ahí a Coventry se le llamó la Ciudad Sacrificada.

(…) cuando Churchill ya dijo: ‘defenderemos nuestra isla, cualquiera que sea el costo (…) no tengo que ofrecer, más que sangre, sudor y lágrimas’ (…) esta decisión – ‘al costo que sea’ – la cumplió ciento por ciento a la una de la tarde del jueves 14 de noviembre del mismo año, cuando supo con certeza que Coventry sería arrasada por los nazis. (…) dio la negra orden: sólo evacúen unos pocos niños y digan que salieron de vacaciones. Entonces, la ciudad fue arrancada de sus cimientos (…) la potencia de las bombas fue tal que no solo abrió profundos cráteres en las calles, sino que destrozó las redes de electricidad, telefonía y gas (…) la intensidad del fuego creó tormentas de aire de más de 250 grados centígrados de temperatura que derretían cuanto había en las calles y subía a 1000 grados dentro de las viviendas (…) muchos hombres entraron en delirio por las pieles calcinadas y se arrojaban al fuego’. (…) Según los analistas, al consentir el sacrificio de varias ciudades, acortó en cuatro años la conflagración mundial.

(…) El ministro de propaganda nazi, Goebbels se inventó el verbo ‘coventizar’ para referirse a los bombardeos masivos e indiscriminados’.

(…) Hoy, Coventry perpetúa ese horror con una frase escrita en las ruinas de la catedral de San Miguel, por el sacerdote anglicano Richard Howard, quien durante el bombardeo estuvo rescatando haberes religiosos: ‘Dios, perdónalos’ 

(https://search.app/vASLpH2TCrK3cBeQ9)

Pues bien, me parece que siempre debería primar el principio de que ‘el fin no justifica los medios’, como bien dijo Immanuel Kant (1724 – 1804) con su imperativo categórico sentenciando que ‘todas las personas deben ser tratadas como un fin, y no como un medio para un fin’.

Y no valen los argumentos del mal menor. No se puede sacrificar una población, por futuribles ventajas. Igualmente, las bombas atómicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki, son totalmente inaceptables, crímenes contra la humanidad, por más argumentos de que con ellas se adelantó el final de la guerra, y se evitaron más muertes.

Y respecto a la decisión de Pedro Sánchez, de traicionar al pueblo saharaui, para garantizar seguir en su poltrona de la Moncloa, es igualmente inmoral, incluso en mayor medida, ya que no se evaluaban acciones de equilibrios / sacrificios de guerra, si no, que la contrapartida era ambiciosamente personal y narcisista. Y, claro, este caso, a mi modo de ver, no se trata de un dilema moral (o es un falso dilema moral), en esto discrepo de David Miró, pues los platillos de la balanza no son equiparables, en absoluto.

En filosofía, un dilema moral, también llamado paradoja ética, o dilema ético, es una situación en la que dos o más imperativos morales en conflicto, se enfrentan sin solución clara.

Hay muchos ejemplos ilustrativos al respecto, siendo famoso el reflejado en la novela ‘La decisión de Sophie’ (1979) de William Styron (1925 – 2006), representada en la película del mismo título (Sophie’s Choice), dirigida en 1982, por Alan J. Pakula. En esa trama se presenta una guardia nazi que obliga a Sophie escoger uno de sus hijos para ser ejecutado, y añade que los dos serán ejecutados si ella se niega a escoger. (…) Finalmente, Sophia sacrifica a su hija, más pequeña y más débil, para conservar a su lado a su hijo varón, mayor y más fuerte. Este tipo de casos se han etiquetado como ‘simétricos’ ya que los dos deberes tienen el mismo peso. 

Es evidente que ese ejemplo es una clara muestra de la cultura patriarcal.

Hay muchos ejemplos similares de dilemas morales, y es interesante el ‘Dilema de Heinz’, en el ensayo ‘La educación moral’ (1994) del psicólogo estadounidense Lawrence Kohlberg (1927 -1987): 

Una mujer que padece un tipo especial de cáncer y va a morir pronto. Hay un medicamento que los médicos piensan que puede salvarla; es una forma de radio que un farmacéutico de la misma ciudad acaba de descubrir. La droga es cara, pero el farmacéutico está cobrando diez veces lo que le ha costado producirla. Él compra el radio por 1000 $ y está cobrando 5000 $ por una pequeña dosis del medicamento.

El marido de la enferma, el señor Heinz, recurre a todo el mundo que conoce para pedir prestado el dinero, pero solo puede reunir 2500 $ (la mitad de lo que cuesta). Le dice al farmacéutico que su esposa se está muriendo, y le pide que le venda el medicamento más barato o le deje pagarlo más tarde. El farmacéutico dice: ‘No, yo lo descubrí y tengo que ganar dinero con él’.

Heinz está desesperado y piensa atracar el establecimiento y robar la medicina para su mujer.

Y el autor se pregunta:

¿Debe Heinz robar la medicina?, ¿actuaría mal si lo hiciera?, ¿es normal el proceder del farmacéutico?, etc., y plantea pensamientos de diferentes tipos: preconvencional, convencional y posconvencional; atendiendo, finalmente, a varios principios: jerarquía de valores, su trascendencia, su jerarquía, etc.; ponderando, en cada caso. la orientación entre la obediencia / castigo; inocentes / culpables; interés propio / y ajeno; consenso / disenso; contrato social / principios universales; etc.

Hace meses ya plantee el ‘dilema del tranvía’ de Philippa Foot (Philippa Bosanquet, 1920 – 2010) sobre la responsabilidad de no hacer nada (entonces, el tranvía sin freno, matará a 5 personas) o hacer (en este caso, lanzando desde lo alto a una persona gorda, que moriría, pero haría desviar el tranvía)

Efectivamente, podemos plantear diferentes dilemas morales; pero es preciso ser cautos, y analizarlos debidamente, pues algunos que se nos plantean, no lo son. Por ejemplo, la decisión de Pedro Sánchez citada, y como ya he comentado, me parece que no encaja en esa categoría, pues es un caso de traición por intereses personales, nada más.

Pero, para finalizar este escrito, me parece interesante plantearnos este tipo de ejercicios mentales para respondernos: ¿los independentistas catalanes debemos seguir sometiéndonos al poder colonial español?, ¿debemos seguir ‘respetando’ las leyes / reglas impuestas por ese poder?, ¿es justificado el miedo a la represión judicial y/o policial?, etc.; y, posteriormente, actuar en consecuencia, pues, como hemos visto por los dilemas expuestos (mujer enferma, tranvía, etc.), la no actuación, también tiene consecuencias y, claro, responsabilidades.  Y allá cada uno con sus conclusiones.