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Históricamente, los intereses comunicativos de los ámbitos geográficos de influencia de Madrid y Barcelona son muy divergentes, y una buena prueba actual es el vuelo gallináceo que se da en Madrid a la figura de Leire Díez (posible fontanera del PSOE, aunque todos, en ese partido y ella misma lo desmientan), mientras que, en Catalunya, ese tema apenas ha interesado, pues las guerras entre el PSOE y el PP las vemos a mucha distancia. Pero eso no quita que aquí no nos despellejemos, si bien, por temas propios, como intento explicar a continuación.
Y me parece interesante tomar el ejemplo de la expresidenta del Parlament, Laura Borràs, que la fiscalía del tribunal superior de Catalunya pidió que no se le conceda el indulto, que el propio juez había aconsejado (como ya expliqué hace unos días)
Pero ahora quiero resaltar el panorama de filias y fobias que todo político genera en Catalunya desde el referéndum del 2017, pues, con anterioridad, no se daban o no trascendían a la ciudadanía, que íbamos todos juntos, sin preguntar el carnet o preferencias del que teníamos al lado.
Por eso, comparando, estos días, diferentes medios de comunicación, y comentando el tema de la situación de la mencionada Laura Borràs con diferentes compañeros, me parece destacable la diferencia abismal, pues las filias y fobias se reflejan hasta límites que rozan la inhumanidad, ya que, los ‘fóbicos’, querrían incluso verla en la cárcel, argumentando que ‘algo hizo’, ‘que no tiene nada que ver con el procès’, etc. Y los ‘fílicos’, justo al revés, claro.
Y esos fóbicos no se replantean, ni cuestionan, que fue juzgada en el marco penal del enemigo, con el poder judicial a la caza de todas las piezas independentistas incluidas en sus listas negras, al estilo de las razias propiciadas por el senador republicano Joseph McCarthy entre los años 1950 y 1956), y cuanto más relevantes mejor (a falta de la pieza mayor, el que consideran el enemigo número 1, Carles Puigdemont)
Entiendo que es normal, hasta cierto punto, reflejar nuestras preferencias y rechazos; y también es lógico que, con el paso de los años y la trascendencia de los hechos, esas preferencias o disgustos sean variables, incluso pueden ser alternantes. Y eso es positivo, ya que muestra un determinado principio crítico.
A modo de ejemplo, personalmente, a mi me agradaba la figura de Oriol Junqueras, y había votado a ERC; pero, tras el 2017, esa figura, de cada vez me fue cayendo más a los pies, y ahora es que ya no puedo ni tragarla (pero nunca querría que volviese a la cárcel, ni él, ni ningún independentista). Y eso es una clara muestra de que ‘del amor al odio hay un paso’.
Y esa volubilidad es sana y democrática; pues lo contrario, la fidelidad ciega, es acrítica e infantil.
Por eso me parece interesante que el colectivo independentista nos demos cuenta de que el estado ciclotímico, es insano, tanto en su fase depresiva como eufórica, hipomaníaca.
Por lo que debemos aprender a racionalizar las situaciones. Para eso, a continuación, pongo dos ejemplos, extremos y distantes, pero que me parece que son ilustrativos para ayudarnos a madurar y a buscar una posición nuevamente conjunta.
El primer ejemplo, es la figura de Alejandro III de Macedonia, (Alejandro el Magno, 356 a.C. – 323 a. C.). Ese gran personaje, conquistador de imperios, al fallecer sin descendencia directa y clara, no pudo prever, seguramente, que su imperio se desmembraría, pues sus familiares y herederos manifestaron su gran ambición y falta de miras geopolíticas, y así, Filipo (hermanastro), Eurídice (esposa de Filipo), Roxana (primera esposa de Alejandro), su hijo (también Alejandro), Estatira (también llamada Barsine, esposa de Alejandro con el que también tuvo un hijo), Parisatis (otra esposa de Alejandro), Tessalónica (hermanastra de Alejandro); y a toda esa constelación de familiares, había que añadir, claro, los diferentes generales, fieles compañeros de Alejandro, en todas sus campañas. Y todos ellos, ambiciosos y convertidos en enemigos entre sí, acabaron desmembrando el imperio.
Bien, ya sé que es muy osado hacer comparaciones, pero la tentación es fácil. Un ejemplo lo vimos hace años, en la campaña electoral del 2014, que se llegó a comparar a Artur Mas con Moisés, que pretendía conducir al ‘pueblo elegido’. Y, siguiendo ese juego metafórico, me parece que puedo comparar a Carles Puigdemont con Alejandro el Magno, rodeado de una gran familia política, si bien con notables divergencias; pero, circunstancialmente, se mantienen las costuras, por la existencia, aunque sea a distancia, del president Carles Puigdemont. Y, claro, Junts tiene la enorme responsabilidad de evitar su posible futura fragmentación (y desaparición como tal), si no cuida y prevé adecuadamente su pervivencia a medio y largo plazo.
Es verdad que para los seguidores de ERC y la Cup, Carles Puigdemont, ya no tiene el ‘áurea’ pre-2017; pero el peligro es que, tras Puigdemont, el movimiento independentista acabe desmembrándose, todavía más, como pasó con el imperio de Alejandro. Pues, no lo olvidemos, el poder une, y, aunque sea en la oposición, la previsión de alcanzarlo sigue manteniendo esa unión.
El segundo ejemplo que me parece ilustrativo es más casero, pues me refiero a la obra teatral ‘Els pastorets o l’adveniment de l’infant Jesús’ (1916), de Josep María Folch i Torres (1880 – 1950), pues presenta dos pastores Rovelló y Lluquet, compañeros de aventuras. El primero encarna la ingenuidad infantil, la bondad sin malicia, pasivo y sin iniciativas, contrastando con el ingenio y la inteligencia de Lluquet, más maduro, cerebral alegre y atrevido, pero con el defecto de la gula (un día, tentado por las furias del infierno, se come el almuerzo de otro pastor, Jeremías); por su parte, Rovelló muestra su avaricia (al ser engañado por Satanás y Lucifer, con un tesoro enterrado en el bosque).
Pero esos dos amigos, se soportan lo justo: Lluquet reconoce que su amigo le pone nervioso, porque siempre está pensando en comer y que es un gandul y un cobarde que no se atreve nunca a nada. Mientras que Rovelló considera que su amigo se pone dónde no le llaman y en problemas que no le afectan, lo que hace que se procure más enemigos.
Es interesante, al menos a mi me lo parece, que, en una obra infantil, propia de tiempos navideños, se muestren dos amigos tan diferentes y rivales, pero, eso sí, finalmente unidos van a Belén.
Y nosotros los independentistas catalanes, aplicando esa metáfora, deberíamos ser capaces de reconocer las virtudes y defectos de los otros partidos, pero no por eso, desviarnos del objetivo principal, ni del enemigo común.
Un enemigo que está representado por Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad autónoma de Madrid, que hoy ha advertido que si mañana, en la reunión de presidentes en Barcelona, le hablan en catalán o en vasco, que se marchará, y que veremos qué hace con el pinganillo, que no piensa ponerse, que le hablan en ‘español o se irá (…) lo que están pretendiendo es una verdadera golfada, todo lo que me hayan de decir o me lo dicen en el mismo idioma o me iré’.
Espero que Salvador Illa hable, exclusivamente en catalán, e Imamol Pradales en euskera, pues un embate así es intolerable y anticonstitucional. Margalida Prohens, presidenta de les Illes Balears; Carlos Mazón de la comunidad valenciana y Alfonso Rueda, presidente gallego, al ser del PP, seguro que hablarán en castellano, para deshonrarse todavía más, si cabe. Y que Ayuso se vaya, que haga el ridículo una vez más, mostrando su intransigencia.
Ambos ejemplos mencionados (el griego y el teatral) me parecen pedagógicos, para mostrarnos que nuestra unidad es más necesaria que nunca, hasta conseguir la República Catalana, después que cada uno vuelva a hacer política partidista, según le plazca.
Pero, ahora, debemos olvidar las guerras cainitas, pues es más que necesario que pensemos y actuemos como los tres mosqueteros (que mencioné en mi escrito de ayer) y respetemos, escrupulosamente, su lema: ‘todos para uno y uno para todos’. No hay otra alternativa posible. Pues si seguimos aplicando el ‘pharmakos’ que, en la Grecia clásica, se basaba en sacrificar víctimas expiatorias o en el exilio, con finalidades purificadoras, tendremos partidos políticos muy puros y neutros, pero sin apenas seguidores, y la ciudadanía seguirá prefiriendo el barco español amarrado en el puerto, por su seguridad y confortabilidad (de acuerdo con la cita de A. Einstein, recogida ayer), aunque no nos lleve a ningún lugar.