Por Marien Garza, Miembro del Consejo Consultor de Nutriólogos de Herbalife

Cada 21 de junio, desde 2014, se conmemora el Día Internacional del Yoga, una iniciativa de la India que es uno de los países que más promueve esta práctica.
Escribo sobre esto porque, desde hace más de cinco años, esta práctica forma parte de mi trabajo personal y mi estilo de vida. La Organización Mundial de la Salud (OMS), como autoridad en el tema, conceptualiza que para alcanzar un estado de bienestar y un estilo de vida saludable, “es aquel en el que se mantiene una armonía y equilibrio en la dieta alimentaria, actividad o ejercicio físico, vida sexual sana, conducción segura, manejo del estrés, capacidad intelectual, recreación (sobre todo al aire libre), descanso, higiene, paz espiritual, buenas relaciones interpersonales, así como también la relación con nuestro entorno, entre otras.”
Sin duda, el ejercicio físico es fundamental para mantener músculos, huesos y articulaciones saludables. La práctica de yoga puede formar parte de los ejercicios de bajo impacto que más favorecen la salud ósea y ofrece múltiples beneficios que contribuyen a la salud general.
La Organización de las Naciones Unidas menciona que “el yoga es una práctica física, mental y espiritual de tradición antigua, que se originó en la India. La palabra yoga proviene del sánscrito y significa unidad, porque simboliza la unión del cuerpo y la mente”.
Los yoguis, o practicantes continuos,nos dicen que esta actividad va más allá de un simple ejercicio físico; es una filosofía de vida oriental y una práctica milenaria que se ha utilizado para mejorar y mantener la salud física, mental y espiritual. Uno de los practicantes más famosos, B. K. S. Iyengar, declaró una bella forma de entenderlo: “El yoga cultiva las formas de mantener una actitud equilibrada en la vida cotidiana y dota de capacidad en el desempeño de las acciones propias”.
Así como en la dieta correcta se busca la personalización, en la práctica de yoga, como actividad física o ejercicio continuo, se puede individualizar el nivel de intensidad y el tipo de práctica a realizar.
En las últimas tres décadas, el yoga ha ganado mucha popularidad a nivel mundial, y es por ello que hablar de sus beneficios a nivel articular con fundamento en la investigación científica resulta muy interesante.
Recordemos que una articulación es el lugar donde se encuentran o se unen dos huesos. Uno de los primeros estudios de cohorte que investiga la relación entre posibles lesiones articulares y el yoga, publicado en 2017, no encontró una asociación negativa entre esta práctica y la salud articular. Sin embargo, existe mucho camino científico por recorrer en esta área de investigación, y como siempre menciono, depende de quién lo hace, cómo lo hace y para qué lo hace.
Sabemos que, a través del yoga, existen muchas posturas en donde se trabaja el equilibrio, el correcto soporte de nuestro propio peso, la elasticidad y la flexibilidad, y con ello, podemos promover huesos sanos y músculos fuertes. De esta forma, nuestras articulaciones también serán mucho más resistentes. Con un sistema óseo funcional, el estrés y la tensión que causan el dolor articular desaparecen. Ciertas asanas (posturas) de yoga pueden lograr que la articulación se fortalezca, aumentando su flexibilidad y rango de movimiento, junto con su estabilidad.
Mi consejo frente al maravilloso mundo del yoga es siempre elegir un instructor certificado, que con su conocimiento te guíe y pueda sugerir aquellas posturas que vayan acorde a tu nivel, aplicando siempre el concepto de mindfulness o “conciencia plena”. Que tu pensamiento, tus emociones y acciones estén en el mismo momento y en el mismo lugar en la práctica. Namasté.