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Propone la investigadora Natalie Rosales usar espacios urbanos para volver a conectar la ciudad con la naturaleza

*El paro urbano por la contingencia ha disminuido los niveles de contaminación y atrajo animales a algunas ciudades; la convivencia de la vida humana y la no humana ha sido imposible hasta hoy, advierte

La cuarentena y el confinamiento humano han llevado a pequeños grupos y ejemplares de animales a diversos centros urbanos, y su presencia señala hasta qué punto, en medio de esta crisis, las ciudades tienen la oportunidad de transformarse y pasar de ser los sitios en que se consumen los recursos naturales y los productores de residuos que impactan el ambiente, a espacios naturales que permitan procesos ecológicos de apoyo a la vida, mantengan la flora y la fauna, mejoren la biodiversidad y promuevan valores alternativos de respeto y amor por la naturaleza.

            Natalie Rosales Pérez, investigadora Cátedras Conacyt de El Colegio Mexiquense, compartió una reflexión en que abordó el regreso de especies animales a algunas ciudades, lo que ha sido documentado ampliamente, y señaló además que con las medidas mundiales decretadas de restringir la circulación y fomentar el aislamiento social las ciudades que, por definición son espacios que están ocupados, se han mostrado vacías.

Gracias al paro urbano se han registrado descensos importantes en los niveles de concentración de contaminantes, como el dióxido de nitrógeno, que es producido principalmente por los automóviles y los patrones de movilidad en las ciudades, añadió, y dio varios ejemplos de ciudades orientales y europeas, así como mexicanas -Acapulco y el puerto de Veracruz- en que ha mejorado la limpieza de las playas.

Respecto de los jabalíes que pasearon por calles en Roma y Barcelona, los zorros en Londres, las urracas, mirlos y gaviotas en diversas ciudades costeras, los osos por un pueblo de Asturias, y otros ejemplos, la investigadora dijo que el hecho contundente es el de la poca sensibilidad ecológica de las ciudades para brindar espacios a la vida silvestre.

Su consecuencia -precisó- es que hasta hoy la convivencia de la vida humana y la no humana es imposible, pues se invisibiliza la existencia de esta última, pese a que, por fortuna, la vida silvestre coexiste en y alrededor de las ciudades, pues incluso en las urbes más grises existen elementos naturales alrededor, se les preste o no atención, de lo que son prueba los jaguares paseándose en los hoteles deshabitados de la Riviera Maya, un cocodrilo nadando en un estanque artificial en un conocido centro comercial de Cancún, los tlacuaches que caminan por avenidas de la Ciudad de México, los osos que pasean por las calles de Nuevo León y los cocodrilos que han regresado a las playas de Oaxaca.

Natalie Rosales aseguró que el aislamiento debería llevar a valorar la importancia de convivir con la familia, amigos, vecinos y colegas de trabajo; pero no solo eso, sino también a reflexionar sobre el reclamo de la vida silvestre de brindarle espacios en donde pueda simplemente estar.

En ese sentido, propuso que los espacios vacíos o subutilizados en las ciudades se intervenga para emprender un proceso de naturalización y restauración ecológica que permita evitar la fragmentación de hábitats y crear conectividades y redes biológicas.

Asimismo, incrementar y conectar parques urbanos, pequeñas áreas verdes, patios y jardines comunitarios y privados; reverdecer espacios como paseos, plazas, estacionamientos, y espacios ligados al tráfico; fomentar drenajes naturales, humedales urbanos, superficies permeables, y poblar fachadas y azoteas con cubiertas verdes, con lo cual será posible crear una estructura ecológica que permita renovar la actitud de las ciudades urbanitas en torno a su forma de relacionarse con la naturaleza.