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Presentismo histórico y censura (reescribiendo la historia, en España).

El asesinato de George Floyd por parte del policía Derek Chauvin, en Minnesota, ha hecho resurgir un conjunto de manifestaciones y acciones antirracistas, y eso siempre es positivo.

Ahora bien, toda revisión ‘presentista’ es muy compleja, ya que requiere ponderar diversos aspectos, para no caer en burdas censuras.

En el presente escrito intentaré ampliar el objetivo, a modo de gran angular, para contemplar todo tipo de discriminaciones, no sólo la motivada por la raza, sino, también las derivadas por las diferencias de género, ideología, clase social, etc.

Todos estamos de acuerdo que hay determinados elementos, esculturas, símbolos, que deben retirarse drásticamente, como se hizo con Hitler y Mussolini, etc., aunque aquí en España se ha tardado mucho en sacar las esculturas de Franco y aún quedan vestigios como el Valle de los Caídos, y otros de menor importancia.

También es comprensible la retirada de esculturas como la que ha decidido almacenar el Ayuntamiento de San Francisco (EUA), gobernado por el Partido Demócrata; esa escultura (titulada ‘Early Days’, primeros días, erigida en 1894) situada en el centro de la ciudad, delante del Ayuntamiento, muestra un indio americano en el suelo, ante un misionero y un vaquero, ambos de pie. Y esa retirada es debida a que se trata de una expresión racista, con el predominio del hombre blanco, con sus creencias. Por lo que he podido ver, hace décadas que ese grupo escultórico estaba cuestionado y, el pasado mes de febrero, la comisión de preservación histórica de la ciudad dio su conformidad a su retirada, instalando en su lugar una placa explicativa de los motivos que han llevado a quitarla. Ahora se acelerará esa sustitución.

He comentado que esa retirada, para mi, es comprensible, como podría ser la retirada de estatuas que, en el sur, homenajean a diferentes héroes confederados. También es comprensible la decapitación de la estatua a Cristóbal Colón, en Boston. Pero más adelante intentaré explicarme.

Aquí, en Barcelona, el año 2018 se retiró la escultura a Antonio López López (1817-1883), primer marqués de Comillas, que hizo fortuna con el tráfico de esclavos de África a Cuba; escultura que ahora está almacenada en el museo de historia de la ciudad, si bien la plaza sigue llevando su nombre; por lo tanto, una decisión mal gestionada, ya que las medias tintas nunca son correctas.  

Estos días también ha llegado esa corriente revisionista al cine y, por ejemplo, la plataforma HBO Max, que actualmente opera solo en los EUA, había decidido retirar la película “Lo que el viento se llevó” (‘Gone with the Wind’), de Víctor Fleming, estrenada en 1939, ganadora de 10 premios Óscar; y basada en la novela homónima de Margaret Mitchell, por la que ganó un premio Pulitzer. Parece que finalmente, ante las críticas, han decidido reponerla en el catálogo, pero con una nota previa, explicativa.

En estas últimas décadas tenemos ejemplos en esa misma línea, con otras muchas películas, incluso Disney+ hizo desaparecer las películas más problemáticas, y en otras decidió alertar sobre las escenas racistas en cintas clásicas como ‘Peter Pan’ y ‘Dumbo’.

Pero que todo ese movimiento sea comprensible, es decir, que entienda la sensibilidad de los que han tomado esas decisiones, me parece que es preciso efectuar un análisis más afinado.

1 – Respeto:

Obviamente, en primer lugar, el máximo respeto para evitar herir cualquier tipo de sensibilidad sea la que fuere. Pero sin caer en el relativismo, ya que, en ese caso, nos auto limitaríamos en exceso.

2 – Presentismo histórico

Los historiadores son conscientes que “analizar o someter a consideración hechos e incluso actitudes de otro tiempo con mentalidad de la época actual, cuando las gentes de otras épocas tenían escalas de valores muy diferentes a las nuestras y su actuación respondía a planteamientos diferentes de los nuestros (…) Las gentes de un tiempo dan su respuesta a los acontecimientos de forma y modo muy diferente a como lo hacemos nosotros. En consecuencia, tratar de enjuiciar con nuestros planteamientos y parámetros actos protagonizados por quienes vivieron hace siglos constituyen un error, cuando no, una perversa malinterpretación de los hechos”. (josecalvopoyato.com).

Asimismo, las interpretaciones no se pueden universalizar, como se argumenta con el siguiente ejemplo: “la férrea censura de publicación de ciertos libros en la España de Felipe II, o bajo el reinado de Isabel I de Inglaterra, no debe compararse ni equipararse con la practicada en la Alemania nacionalsocialista o en la Rusia estalinista. El desprecio e incluso el odio contra la libertad de expresión, es infinitamente mayor en los dos últimos casos citados, entre otras razones porque ese derecho inalienable ya llevaba muchas décadas ampliamente reconocido y protegido jurídicamente en algunos países del mundo (…) pero en ningún sitio en la segunda mitad del siglo XVI (…) Ese tipo de juicios no puede hacerlos un historiador riguroso” (ethic.es).

Por lo tanto, cualquier análisis presuntamente objetivo, ha de considerar un sinfín de variables y parámetros para superar tanto el presentismo como el relativismo.

3 – Obras de arte

Todos sabemos que los museos, bibliotecas, mediatecas, etc., tienen un sinfín de obras, unas más relevantes que otras, obviamente, que requieren cierto nivel de conocimientos para poder contextualizarlas e interpretarlas.

La consideración de determinada obra, como ‘obra de arte’ es totalmente subjetiva y mediatizada por intereses generalmente ajenos al arte, y más bien, ha estado supeditada al poder (político, económico, ideológico, comercial, etc.). Pero es evidente que hay artistas cuya valía ha sido indiscutible a lo largo de los siglos, como, por ejemplo, Leonardo da Vinci (1452-1519), Michelangelo Buonarroti (1475-1564), Rafael Sanzio (1483-1520), etc.

“En los museos más importantes de nuestro país solo el 5% de las obras de arte son de artistas mujeres. En el Museo Nacional de Bellas Artes de Madrid, de las 13 mil piezas que tiene, solo 420 son firmadas por mujeres“ (Redacción.com.ar).

Y ese ya es un gran sesgo que también se puede observar en la literatura y en todos los ámbitos artísticos, pero ese es otro debate, si bien es consecuencia, obviamente, del entorno dominante de cada momento.  Y de las obras (pinturas, esculturas, novelas, etc., ¿cuántas obras hay machistas, violentas, denigrantes, etc., hacia un grupo minoritario?, a pesar de estar magistralmente realizadas.

En la Grecia Clásica, el escultor Policleto esculpió el “Doríforo” (entre el 450 y el 445 a. C.), que es la representación ideal del mítico atleta y héroe, seguramente Aquiles. Esa obra pasó a ser considerada el canon clásico, que marcaba que la altura total de la figura debía ser siete veces su cabeza; y esa medida 1/7 fue aceptada como el canon ideal desde entonces.

¿Es aceptable idealizar esas medidas, para ridiculizar los patrones que no se adapten, discriminando, por lo tanto, por la forma física? ¿Podemos criticar el físico de ‘las tres gracias’ (1639), de Peter Paul Rubens (1577-1640)?

¿Es tolerable la sobreexposición de los cuerpos, por el mero motivo exhibicionista? ¿es aceptable la censura de esos cuerpos, como ridículamente hizo la Unesco, poniendo tangas y slips a las esculturas de Stéphane Simon?

Ya sé que podrá decirse que este es un tema estético, pero, al evidenciar esos patrones, ¿no se está generalizando una guía, una crítica hacia los diferentes? De igual forma, con las novelas románticas ¿no se trata de imponer una determinada visión del amor, en contraposición a otra menos patriarcal?

4 – Espacio público

Podrá argumentarse que un museo, una biblioteca, etc., han de albergar todas las obras relevantes, como un archivo histórico, y es cierto, aunque eso comporte ya una selección subjetiva y cierta censura, por lo que ya sería discutible.

Por el contrario, podrá argumentarse que el espacio público: calles, plazas, etc., han de homenajear a personas honorables, ejemplares y, en principio, todos podríamos estar de acuerdo.

Pero ¿qué es la honorabilidad?, ¿con qué criterios?, ¿separando la obra de su autor? Si hasta Alfred B. Nobel (1833-1896), fue el inventor (en Occidente) de la dinamita, con sus ventajas en la minería y también sus tremendas y violentas muertes en las guerras.

¿Deberíamos cambiar el nombre de calles y paseos dedicados a Pablo Ruiz Picasso (1881-1973), por su misoginia y maltrato a las mujeres?

5 – Observaciones (que no conclusiones)

Evidentemente, como el caso de la mencionada escultura de San Francisco, o la de Barcelona, si un grupo se siente ofendido y agraviado por cualquier forma y modo de homenaje a una idea o persona, debe eliminarse del espacio público, que es de todos. Y esa obra llevarse a los museos, y si es el nombre de una calle o plaza, sustituirse, sin más, como se hizo con las avenidas del generalísimo Franco. No hay más, pues era un asesino.

Ejemplos como el de Picasso, que he sacado como extremo para este debate, (pues llevarlos al extremo, es útil para aclarar los temas) ¿ha de prevalecer el prestigio de su obra, la del creador o el personaje? Mi opinión particular, sin mayor interés, lógicamente, es el de hacer prevalecer la obra, aclarando, en las placas, debajo de su nombre, el literal ‘pintor’ (en este caso especificar más, sería difícil: cubista, surrealista, etc.)

Efectuar una relectura de la historia, con el error presentista ya comentado, me parecería un grave error.

Pero, asesinos de los últimos siglos, enmarcados ya en un presente próximo, sean de la ideología que sean, deben eliminarse del espacio público, tal como se explica en la cita sobre Alemania y Rusia (ethic.es)

Es importante señalar que el racismo, la discriminación del diferente, lo tenemos integrado culturalmente, y mantenemos los estereotipos inconscientemente. A modo de ejemplo, se puede señalar un test proyectivo muy reconocido y valorado, utilizado por psicólogos y psiquiatras para el análisis de la personalidad; dicho test se denomina ‘el test de Pata Negra’ (Aventures de Pattenoire), elaborado por Louis Corman en 1961.

Y esa discriminación, esa anulación del otro, en España sigue en plena vigencia, aquí tenemos especialistas en blanquear el franquismo, en reescribir la historia para ‘demostrar’ que es el país uno, grande y libre, con el parlamento más antiguo del mundo mundial y con las mejores virtudes de la galaxia.

Unos ejemplos de estas semanas lo tenemos con la presidenta del congreso, la socialista Mertixell Batet, que ha retirado del diario de sesiones el calificativo de ‘fascista’ que la diputada Miriam Nogueras (de Junts per Catalunya) dirigió anteayer al cesado coronel de la guardia civil, Pérez de los Cobos; o la semana pasada, la calificación que la diputada Cayetana Álvarez de Toledo (del PP) dirigió al vicepresidente Pablo Iglesias, diciéndole que ‘es hijo de un terrorista’.

Esta forma de reescribir la historia ya la había practicado el PP, en la época de la presidenta del congreso Ana Pastor, respecto al calificativo de ‘corrupto’ que utilizaban diversos partidos para referirse al PP, y que también censuró los calificativos de ‘fascista’ y ‘golpista’ en 2018, si bien, finalmente, por la presión de los partidos, se vio obligada a mantener esos calificativos, poniendo una nota a pie de página diciendo que esas expresiones estaban retiradas por la presidenta. Un galimatías, se mantuvieron, pero como si no.

Borrar expresiones del diario de sesiones, como si no se hubieran manifestado, es una falsificación en toda regla, pues esos diarios han de ser un registro notarial de los hechos, para respetar la profesionalidad de los estenotipistas, como para facilitar futuros análisis históricos.

Como sabemos, Pedro Sánchez es un presentista, interesado por su imagen (pero nunca se puede controlar todo, y durante la última sesión del congreso, las cámaras le captaron haciendo unas señales de mus -según los especialistas- para que Batet cortase la intervención crítica de Edmundo Bal, de Ciudadanos). Esa es una muestra más de la censura, de la anulación del otro, eliminar las opiniones contrarias, ese es el estilo de Pedro Sánchez, como, en su momento, del PP. Nada ha cambiado bajo la capa del sol, desde el principio de los tiempos.

Amadeo Palliser Cifuentes