Desde que inició la pandemia el uso del cubrebocas ha sido un completo enigma, mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que el uso del “accesorio” minimiza el riesgo de contagio, Hugo López Gattell Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud dice que no hay evidencia científica de que su uso sea eficiente; es decir, es una incógnita y por lo tanto, haga caso a quien guste y conforme las indicaciones particulares de su zona lo indiquen. Sin embargo, ¿por que algunos políticos se rehúsan a usar el cubrebocas? Uno de ellos, el Presidente Andrés Manuel López Obrador quien a penas el día de ayer lo vimos usar uno durante su vuelo a Washington y eso porque la línea aérea, Delta Airlines, lo tenía como obligatorio para tomar el vuelo; y sí, el hecho se viralizó en redes.
Lo cierto es que la respuesta a esta incógnita sobre el uso del cubrebocas, es compleja pues está cimentada en el cerebro y el proceso perceptual de quienes son la audiencia de dichos políticos; entendamos que la percepción de los rostros se realiza mediante maquinaria cognitiva y neural especializada muy distinta a la que se dedica la percepción de los objetos, por ejemplo.
Queda claro que el uso del cubrebocas hoy en día es fundamental y tenemos que aceptar que, en público, portar uno es una señal de respeto hacia el prójimo y que, de ahora en adelante, formará parte de nuestro día a día, por algo marcas como Adidas o Zara -por mencionar algunos- lanzaron este producto como un “accesorio” en sus nuevas campañas; sin embargo éste limita mucho el proceso perceptual.
Ahora, si bien ya hemos hablado de la fatiga zoom -que forma parte de este nuevo estilo de vida- que muchos tuvieron derivado de que, el cerebro, está trabajando de una forma diferente para la toma de decisiones; también, es momento de hablar del rostro como elemento fundamental para la sustracción de muchísima información sobre un individuo y como, el uso del cubrebocas, limita esta comunicación no verbal ¿Por qué? Porque la probabilidad de identificar correctamente una cara completa es mayor que la probabilidad de percibir correctamente las partes como un conjunto, es decir las caras se procesan como un todo y no como partes procesadas de forma independientemente.
Esto implica que el uso de un cubrebocas, limita la posibilidad de identificar a quien lo está usando y a su vez restringe la posibilidad de que nuestro cerebro pueda realizar los procesos necesarios para interpretar correctamente aquellos micro estímulos faciales que nos dan información vital sobre una persona como son: su estado de ánimo, su edad, su salud, si un comentario o situación le agradan y más.
Así, queda claro que para muchas figuras públicas el uso del cubrebocas implica una barrera de comunicación con su audiencia, y así, tal vez se puede considerar como un elemento que no aporte positivamente a la imagen del personaje. Sin embargo, dichas figuras no deben olvidar que el contexto,