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¿Por qué el COVID-19 está matando a pacientes con diabetes en EEUU a tasas alarmantes?

24 jul (Reuters) – Devon Brumfield podía escuchar a su padre resoplando al teléfono.

El señor Darrell Cager, de 64 años, tenía diabetes. Al día siguiente perdió el conocimiento y falleció en su casa de Nueva Orleans. Su hija supo la causa poco después: insuficiencia respiratoria aguda por COVID-19. Su certificado de defunción destacó la diabetes como enfermedad de base.

A Brumfield, que vive en Texas y también tiene diabetes tipo 2, le aterroriza que pueda ser la próxima en morir.

“Pienso: dios mío, esto podría pasarme a mí”, dijo sobre la muerte de su padre a fines de marzo. Y tiene buenas razones para preocuparse.

A medida que los casos de coronavirus aumentan en Estados Unidos, un nuevo estudio muestra que casi el 40% de las personas que han muerto por COVID-19 sufría de diabetes. Entre los fallecidos menores de 65 años, la mitad tenía esa condición crónica.

Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) analizaron más de 15.000 muertes en 15 estados y en la Ciudad de Nueva York entre febrero y mayo. Jonathan Wortham, el epidemiólogo del organismo que lideró el estudio, dijo que los resultados fueron “extremadamente perturbadores”, con graves implicancias para quienes sufren diabetes y sus seres queridos.

Un sondeo de Reuters entre los estados halló tasas similarmente altas de diabetes entre los fallecidos por COVID-19 en 12 estados y el Distrito de Columbia. Diez estados, entre ellos California, Arizona y Michigan, dijeron que aún estaban informando sobre víctimas con condiciones de base, y el resto no respondió, lo que ofrece un panorama incompleto para las autoridades y trabajadores de salud que luchan por proteger a quienes están bajo mayor riesgo.

Las tasas de mortalidad por diabetes en Estados Unidos han estado trepando desde 2009 y han superado a la mayoría de las naciones industrializadas. Las comunidades negras y latinas sufren índices de diabetes más altos que los estadounidenses blancos y han enfrentado niveles desproporcionados de contagios de COVID-19.

“La diabetes ya era una pandemia de lento avance. Ahora el COVID-19 se ha establecido como una ola de rápido movimiento”, dijo Elbert Huang, profesor de medicina y director del Centro de Investigación de Políticas y Enfermedades Crónicas de la Universidad de Chicago.

Poner la diabetes bajo control, una de las mejores defensas ante el coronavirus, se ha vuelto difícil porque la pandemia interrumpió las atenciones de salud regulares, la capacidad de hacer ejercicio y las rutinas de vida diaria saludables.

El elevado precio de la insulina también ha obligado a muchas personas a seguir trabajando -con el riesgo de exposición- para poder pagar su tratamiento. Y mientras el país lidia con una crisis económica, millones de estadounidenses han perdido sus empleos o sus seguros de salud.

Muchos de estos problemas podrían haberse anticipado con una respuesta nacional más exhaustiva, dijo A. Enrique Caballero, endocrinólogo e investigador sobre diabetes de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard.

Las autoridades de salud deberían haber hecho más por enfatizar la amenaza a las personas con diabetes y mitigar el temor a las visitas médicas, sostuvo, mientras que también debieron enfocarse a ayudar a los pacientes a tratar su condición desde casa.

Muchos expertos advirtieron que el COVID-19 constituye un enorme riesgo para los pacientes con diabetes. En 2003, durante el brote de otro tipo de coronavirus, el SARS, más de un 20% de las personas que murieron sufrían de diabetes.

En el 2009, cuando se produjo la pandemia de influenza H1N1, los pacientes con diabetes se enfrentaban a un triple riesgo de hospitalización. Y recientemente, en 2012, cuando surgió el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS), un estudio determinó que el 60% de las personas que eran ingresadas a terapia intensiva o que murieron tenían diabetes.

Pero el virus del COVID-19 además genera complicaciones que antes no se conocían porque permanece más tiempo en el organismo y ha infectado a más personas que otras variedades de coronavirus, dijo Charles S. Dela Cruz, científico y director del Centro de Investigación y Tratamiento de Enfermedades Pulmonares de la Universidad de Yale.

Los médicos alertan que la pandemia del coronavirus podría desatar un incremento de complicaciones derivadas de la diabetes: más visitas a urgencias, amputaciones, pérdida de visión, enfermedades de riñones y diálisis.

“Mi temor es que veamos un tsunami de problemas una vez que esto termine”, dijo Andrew Boulton, presidente de la Federación Internacional de Diabetes y profesor de medicina de la Universidad de Manchester.

“UN ENORME ROMPECABEZAS”

Los investigadores han estado intentando de determinar durante meses las conexiones entre la diabetes y el coronavirus, y han desvelado un amplio rango de vulnerabilidades.

El virus ataca el corazón, los pulmones y los riñones, órganos ya debilitados en muchos pacientes con diabetes. Además, mata a más personas de edad avanzada, obesas o con alta presión arterial, muchas de las cuales ya sufren diabetes, según los estudios.

A nivel microscópico, la alta glucosa en sangre y los lípidos en diabéticos desatan “tormentas de citocina” cuando el sistema inmune sobrerreacciona, atacando al cuerpo. Las células endoteliales, que proveen la película protectora en los vasos sanguíneos, pueden causar inflamación cuando las células blancas se apresuran a atacar el virus y podrían desencadenar coágulos letales, de acuerdo a las últimas investigaciones.

“Todo es un enorme rompecabezas”, dijo Dela Cruz de la Universidad de Yale. “Todo está interconectado”.

Muchas de sus vulnerabilidades pueden ser rastreadas a los altos niveles de azúcar en sangre, que pueden debilitar el sistema inmune o dañar órganos vitales. El COVID-19 parece no solo fijarse con ambientes de azúcar en sangre altos sino también agudizarse. Y evidencia reciente sugiere que el virus podría desatar nuevos casos de diabetes.

David Thrasher, experto pulmonar en Montgomery, Alabama, dijo que hasta la mitad de sus pacientes con COVID-19 en la UCI en el hospital donde trabaja tiene diabetes. “Ellos a menudo son los pacientes con más problemas”, afirmó, e indicó que la razón podría ser la respuesta inmune.

“EL CINTURÓN DE LA DIABETES”

La pandemia ha avanzado con fuerza en varios estados del sur con alguna de las tasas más altas de diabetes. Una revisión de Reuters a datos estatales indicó que casi 40% de muertes por COVID-19 correspondían a diabéticos en Alabama, Luisiana, Misisipi, Carolina del Sur, Carolina del Norte y Virginia Occidental. Buena parte de esta área es denominada “el cinturón de la diabetes” por los CDC.

Los profesionales de la salud en estos estados tienen dificultades para controlar la diebetes de sus pacientes cuando se cancelan las visitas al médico rutinarias o éstas son restringidas por la pandemia.

Sarah Hunter Frazer, enfermera de la clínica Medical Outreach Ministries para residentes de bajos ingresos en Montgomery, Alabama, dijo que la diabetes es frecuente en sus pacientes con COVID-19. Puesto que las visitas al doctor disminuyeron, ella se mantiene en contacto por teléfono o videollamada.

Si el problema persiste, insiste en una reunión personal en un espacio abierto. “Nos reunimos bajo la sombra de los árboles detrás de la clínica”, afirmó.

De forma similar, los médicos en la Universidad de Carolina del Norte reforzaron el uso de la telemedicina para contactarse con sus pacientes de mayor riesgo en zonas rurales. Pese a estos esfuerzos, John Buse, directora del centro de diabetes de la universidad, dice que algunos pacientes con úlceras en los pies y azúcar en sangre elevados no han podido ser contactados porque evitan las instalaciones de salud por temor al virus.

“BAJO CONTROL”

Muchos pacientes con diabetes que han desarrollado síntomas severos de COVID-19 o que fallecieron por el virus estaban en buenas condiciones antes de infectarse.

Clark Osojnicki, de 56 años, y residente de Stillwater, Minesota, había escuchado las advertencias sobre los riesgos para los diabéticos, dijo su esposa, Kris Osojnicki. Pero la pareja no creyó que estas condiciones se aplicaran a Clark porque había presentado niveles saludables de glucosa en sangre.

“Él era increíblemente activo”, explicó.

En un domingo de mediados de marzo, Osojnicki estaba trotando en compañía de su perro, Sonic, en una banda acondicionada para mascotas en un gimnasio local. Tres días después, presentaba fiebre, dolor muscular, tos y dificultades para respirar. Fue trasladado a un hospital y conectado a un ventilador, pero finalmente murió el 6 de abril por un coagulo que se formó en uno de sus pulmones.

Osojnicki está entre las 255 muertes registradas por coronavirus en Minesota y la diabetes está mencionada en su certificado de defunción como enfermedad de base, de acuerdo a los datos del estado.

TRABAJAR PARA OBTENER INSULINA

Durante años, el costo enorme de la insulina ha propiciado acalorados debates nacionales. Al inicio de la pandemia, la Asociación Americana (ADA) de la Diabetes pidió a los estados que eliminaran los costos excesivos de la insulina y otros medicamentos para reducir la glucosa en sangre de los planes de salud públicos.

Pero ningún estado ha seguido esa recomendación, dijo ADA, Vermont suspendió el pago deducible de medicamentos preventivos, como la insulina, a partir de julio. Otros estados ordenaron a las aseguradoras que las prescripciones médicas pudieran renovarse más fácilmente pero no han abordado los costos.

Robert Washington, de 68 años, sabía que su diabetes lo ponía en riesgo si contraía COVID-19. Cuando su empleador, Gila River’s Lone Butte Casino en Chandler, Arizona, reabrió en mayo, él decidió seguir trabajando como guardia de seguridad para poder pagar la insulina.

Los supervisores de Washington le aseguraron que podría hacer labores de vigilancia solo en su carrito de golf, dijo su hija Lina. Pero cuando volvió a trabajar, lo colocaron a la entrada del casino, donde se formaban aglomeraciones de personas para entrar, muchos sin mascarillas.

“Él estaba aterrorizado”, dijo Lina. Fue diagnosticado con coronavirus en mayo y hospitalizado días después. Murió por las complicaciones del COVID-19 el 11 de junio, relató su hija.

Una semana después de su muerte, el casino cerró nuevamente porque los casos de COVID-19 se diseminaron por el estado. El centro de juegos no respondió a los llamados para emitir comentarios.

“Es difícil aceptar que él ya no está. Tengo que recordarlo cada vez que quiero llamarlo”, relató Lina, quien trabaja como reportera de una estación televisiva en Sacramento, California. “Muchas de estas muertes de alguna manera pudieron evitarse”.

Reportes de Chad Terhune, Deborah J. Nelson y Robin Respaut. Editado en español por Marion Giraldo