Cuando parecía que Cuba tenía el virus doblegado y avanzaba a buen ritmo en la reapertura, un aumento significativo de los casos de COVID-19 en La Habana y una provincia vecina han forzado a la isla a frenar en seco y retomar duras restricciones en la capital para recobrar el control de la epidemia.
La isla desplegó desde marzo una estrategia de vigilancia activa para la identificación de casos sospechosos con rastreo de contactos y aislamiento inmediato para controlar la pandemia y limitar los contagios a la vez que mantenía una tasa reducida de mortalidad.