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La pandemia: incertidumbre, inseguridad y fragilidad.

Supongo que muchos estaríamos de acuerdo que la actual crisis sanitaria – económica – política y social, nos han mostrado que tanto como especie como a nivel individual, nos sentimos inseguros y frágiles ante el riesgo del posible contagio del Covid-19; ya no tenemos las certidumbres que creíamos tener, habíamos idealizado el saber científico alcanzado.

Evidentemente, dicho nivel, relativamente, es muy elevado y consistente, pero, como hemos visto, no es lo suficiente como eliminar ese virus.

A nivel individual, el abismo entre la creencia de lo que pensamos saber y lo que realmente sabemos, es mayor todavía, como nos muestra Yuval Noah Harari, en su tercera obra ’21 lecciones para el siglo XXI’ (edicions 62, 2018, págs.304 a 307) 

“Steven Sloman y Philip Fernbach, realizaron un experimento humillante, preguntando a la gente que enseñasen hasta qué punto conocen bien el funcionamiento de una cremallera corriente. La mayoría explicaba con plena seguridad que comprendían muy bien, ya que frecuentemente utilizan cremalleras. Entonces, se les dijo que describieran con todo detalle posible, todos los pasos que intervienen en el funcionamiento de una cremallera. La mayoría no tenía ni idea.

De ese modo, esos investigadores mostraron ‘la ilusión del conocimiento’. Pensamos que sabemos muchas cosas, si bien, individualmente, sabemos muy poco.

(…) El mundo se está volviendo cada vez más complejo, y la gente no llega a darse cuenta de hasta qué punto es ignorante respecto a todo lo que pasa. Como consecuencia, algunos que no saben casi nada de meteorología o biología, proponen, asimismo, políticas respecto al cambio climático y los cultivos modificados genéticamente; mientras que otros sostienen puntos de vista rotundos sobre qué se habría de hacer en Iraq o en Ucrania, sin saber ni situar estos países en un mapa.

Las personas raramente se dan cuenta de su ignorancia, porque se cierran a sí mismos en una cámara de eco, constituida por amigos de mentalidad similar y para informaciones autosostenidas, de manera que sus convicciones se refuerzan constantemente y muy pocas veces son cuestionadas.

Es poco probable que suministrar más y mejor información a la gente, mejore la situación.”

Esta última afirmación me parece un verdadero mazazo, peor que no saber describir el proceso de la cremallera; pero no dudo de que es acertada, somos así, nos creemos más los ‘falsos’ rumores, y cuanto más chuscos sean, más fáciles de tragar.

Y, en este momento, la situación aún es más compleja, ya que los científicos, epidemiólogos, sanitarios, etc., desconocen la forma de combatir ese virus, todavía no han podido encontrar la vacuna, aunque hay diferentes proyectos que apuntan bien, según nos dicen.

Pero, hasta que no se disponga a nivel generalizado, seguiremos viviendo en la incertidumbre. Y si bien esa característica es inherente al ser humano, en todas las épocas y circunstancias, inconscientemente estamos ‘convencidos’ de que todo, o prácticamente todo, es previsible y controlable.

Si bien, como ya comentó Ramón de Campoamor (1817-1901):

”Y es que en el mundo traidor

 nada hay verdad ni mentira:

 todo, es según el color

del cristal con que se mira”.

‘Esa es la conocida ‘Ley Campoamor’, que supone una pesimista pero bella manera de expresar, y admitir, que nada vale, que ningún valor es inmutable, y que inevitablemente impera el subjetivismo, la arbitrariedad, y el relativismo, en todas las facetas de nuestro mundo (por ello, traidor a la verdad y justicia, según el poeta), sin embargo, la afirmación de Campoamor no cae solamente en el relativismo y en el subjetivismo, sino en un desencanto del mundo, en donde la referencia al ‘mundo traidor’ significa que el mundo en sí, la realidad, no es confiable, es sujeto de desconfianza debido a que cambia, se transforma, un día nos muestra un rostro y otro día otro. Ello supone que en el verso de Campoamor lo mismo impera el subjetivismo, con la referencia al color del cristal con que se mira; que la desconfianza en el mundo y su constante transformación.”

(Wikipedia)

Es decir, la subjetividad nos da una perspectiva personal, a veces muy diferente de la realidad, ya que, como señaló Werner Heisenberg (1901-1976)

“Lo que observamos no es la naturaleza en sí misma, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de cuestionamiento”

Werner Heisenberg, autor de su ‘Principio de incertidumbre: “el simple hecho de observar una partícula subatómica, como un electrón, alterará su estado”.

(Wikipedia)

Está claro que queremos y necesitamos certidumbres, a pesar de que popularmente es sabido que. ‘Lo único que nos pueden enseñar los planes que hacemos de nuestras vidas, es que no hay que hacer planes, porque la vida se nos escapa de las manos mientras nosotros perdemos el tiempo planificándola’

Es sabido, también, que psicológicamente buscamos el equilibrio, pues podemos tolerar cierto umbral de inseguridad, pero deseamos un equilibrio duradero, ya sea por nuestros propios medios, o gracias a ‘ayudas’ externas; por eso tienen tanto éxito los programas y libros de autoayuda, pero:

‘La seguridad es principalmente una superstición. No existe en la naturaleza, ni en los hijos de los hombres como una experiencia. Evitar peligros no es más seguro a largo plazo que exponerse a ellos. La vida o es una aventura atrevida o no es nada’ (Helen Keller).

“Todo lo que creemos acerca de que podemos llegar a un estado de equilibrio y permanencia es simplemente una ilusión. Nuestras vidas están cargadas de ansiedad, de miedo, de desesperación; del sentimiento constante de pretender que nos amen y sentirnos amados. Nos invade la superficialidad y el egoísmo, reaccionamos desproporcionadamente, de forma incoherente e imprevisible.

No hay nada seguro ni permanente, ya que todo es susceptible de desaparecer y de cambiar. Es la característica esencial de la vida misma, y la característica del ser humano. Nos resistimos a creer esto; y nuestros actos, sin importar que sean correctos o incorrectos van en la dirección de la propia seguridad psicológica.

(…)

Creamos dioses, supersticiones, ideas, creencias; todo para hallar la seguridad psicológica. Sin embargo, ¿existe realmente esa seguridad psicológica?, el simple hecho de cuestionárnoslo nos causa miedo y malestar. Creemos no ser capaces de estar presentes en esta incertidumbre constante que es la vida

(…)

‘De modo que buscamos seguridad sin cesar, consciente o inconscientemente queremos encontrar un estado permanente en el que nada nos perturbe: ningún miedo, ninguna ansiedad, ninguna sensación de inseguridad o culpa; eso es lo que la mayoría quiere y busca, tanto externa como internamente’ (J. Krishnamurti)

(…)

Cuando nos resistimos a los cambios y a la aceptación de que nuestros pensamientos, emociones y sentimientos están en constante variación con el paso del tiempo, nos agarramos fuertemente al pasado, buscando esa seguridad, el bienestar que habíamos encontrado entonces. Aunque eso ya no sirva pasa nuestro presente. En esa resistencia surge el sufrimiento y la decadencia del ser humano.

‘El deseo de seguridad es lo que genera conflicto, probablemente no existe ninguna seguridad. Si se ve la verdad de que psicológicamente no existe seguridad alguna, de ninguna clase y en ningún nivel, se termina el conflicto; en ese momento uno se vuelve creativo, explosivo en sus acciones y en sus ideas porque no está encadenado a nada. Vive. Es evidente que una mente en conflicto no puede vivir con claridad, ni con ese sentimiento inmenso de afecto y compasión’ J. Krishnamurti)

(lamenteesmaravillosa.com)

De acuerdo con estos pensamientos, es evidente que el equilibrio psicológico es una ilusión, ya que las pulsiones, según S. Freud, “son un proceso dinámico, consistente en un empuje (carga energética, factor de motilidad) que hace tender al organismo hacia un fin. Una pulsión tiene su fuente en una excitación corporal (estado de tensión); su fin es suprimir el estado de tensión que reina en la fuente pulsional; gracias al objeto, la pulsión puede alcanzar su fin.

Hay diferentes tipos de pulsiones: pulsión agresiva, de apoderamiento, destructiva, parcial, sexual, de autoconservación, de muerte, de vida y del yo”

(J. Laplanche y J.B. Pontalis, “Diccionario de Psicoanálisis”)

Y en la confrontación de todas esas pulsiones, como ha quedado dicho, es difícil, o imposible, encontrar el verdadero equilibrio; todo lo más, se puede conseguir un aparente equilibrio.

Y en este momento pandémico, con amenazas de rebrotes, las certidumbres, el aparente equilibrio, se nos han hecho añicos, ya que ni los científicos, ni los pseudo-gurús,nos pueden ayudar. Nunca hemos sabido qué nos depararía el futuro inmediato, ni cómo sería éste; pero ahora, el nivel de inseguridad ha subido enormemente de nivel, destruyendo las seguridades que teníamos como ciertas.

Con esa certeza, nos damos cuenta de que la aseveración citada de Krishnamurti, cuando dice que al ser conscientes de que no hay seguridad a ningún nivel, se acaba el conflicto; vemos que no es cierta, al menos a mi no me lo parece, ya que, en primera instancia, parece que invite al conformismo y a la pasividad, como también parece indicarlo el siguiente proverbio:

“Un sabio proverbio chino dice: si un problema tiene solución, no te preocupes, porque tiene solución, y si no tiene solución, no te preocupes, porque no tiene solución. Entonces, si tiene solución, actúa, y si no tiene solución, acepta”

Y ante esta situación, momentáneamente sin solución, es verdad que debemos aceptar los consejos básicos de seguridad: mascarilla, lavado de manos y distancia física; pero, a mi modo de ver, no podemos limitarnos a ello, y esperar pasivamente; más bien, creo que debemos actuar, intentar tener la normalidad pre-Covid, con las medidas de seguridad, pero siendo activos, no pasivos.

De ese modo no es que hagamos desaparecer las incertidumbres, ni consigamos el equilibrio, pero sí que seguiremos enriqueciendo nuestra experiencia vital y, de ese modo, podremos tener la percepción de una vida más plena. Ya que, en el caso de ser pasivos y esperar a que se disponga de la vacuna salvadora a nivel universal, será perder unos años de vida, que, como es evidente, serán irrecuperables.

Evidentemente, unos dirán que no será perderlos, que será vivirlos de otra manera, pero si no es la forma que se desea, si nos viene impuesta…

Amadeo Palliser Cifuentes

amadeopalliser@gmail.com