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La influencia de las minorías: Black Lives Matter

(La vida negra importa)

En un anterior escrito ya me centré en el poder
de las minorías, y cité, como ejemplo, ‘La disidencia de uno solo’ sobre
Solzhenitsin, analizada por Serge Moscovici. En este momento tan crítico por el
racismo en los EUA, me parece importante volver a tratar este tema.

“Las recientes protestas raciales en los EUA,
con disturbios y cargas policiales, a raíz de la muerte del afroamericano
George Floyd, comportaron el pasado jueves, en Oakland, la ciudad con mayor
presencia de afroamericanos del área de la Bahía de San Francisco, donde se
produjeron disturbios, fuegos y cargas policiales (…) Centenares de
manifestantes se concentraron a las 20.00 horas del miércoles, en las cercanías
de la principal comisaría de la policía de la ciudad, que apareció completamente
blindada, y desde allí marcharon por las calles de la urbe dejando a su paso
cristales rotos, barricadas y multitud de pequeños fuegos”.

(Público)

“Blake, la nueva víctima de la violencia
policial en EUA: ‘Queremos cambios, no compasión’

Siete tiros disparados a quemarropa por la
policía. Así murió Jacob Blake, otra víctima de la violencia policial y del

racismo endémico de EUA. Las protestas por la muerte de George Floyd, asfixiado
por un policía de Florida que se arrodilló en su cuello, todavía no se habían
olvidado, cuando una nueva muerte de un ciudadano negro a manos de la policía
sacó a la calle de nuevo el movimiento Black

Lives Matter”

(Español)

En primer lugar, es preciso clarificar los
siguientes puntos:

“Conviene distinguir entre poder e influencia
(…) El poder implica imposición desde fuera, uso del control exterior en una
situación de desigual reparto de recursos. Mientras que la influencia emplea
medios de tipo ideológico, psíquicos, consiguiendo un control interior,
actuando desde dentro y sin suponer desigualdad de recursos entre las partes.

De hecho, las relaciones entre poder e
influencia son dinámicas y, a veces, inversamente proporcionales. Hay

situaciones con mucho poder y poca influencia (situaciones autoritarias) y
situaciones con mucha influencia y poco poder (la de minorías activas). Aunque
se puedan prever situaciones de gran poder o mucha influencia (la de las élites
religiosas o ideológicas) y de poco poder y poca influencia (la de los grupos
marginados).”

(Barriga, Silverio, Introducción al libro
“Psicología de las minorías activas”, de Serge Moscovici, edic. Morata, 1981).

“La represión figura aquí como un recurso
límite, como posibilidad que el poder puede usar cuando alguien intenta faltar
a lo estipulado en el contrato. La represión es aquello que no se usa
mientras reina la normalidad
, el arma a la que se recurre cuando el pacto
social amenaza con disgregarse.

Frente a la idea de contrato y al concepto jurídico
del poder se manifiesta con F. Nietzsche el concepto guerrero del poder y
la noción de enfrentamiento belicoso de la fuerza. La paz se instaura cuando el
más fuerte, ha logrado vencer, y la guerra es la regla mientras ningún
combatiente haya conseguido doblegar a sus adversarios. Pero como muy
acertadamente señala Foucault la paz no borra la guerra, sino que representa
y expresa sus consecuencias.

La paz es la guerra continuada bajo otra forma
o, mejor dicho, la paz es un estado en el cual la relación de fuerza que se
estableció durante la fase guerrera y como resultado que le puso fin, sereinscribe perpetuamente en todas las relaciones que se traman entre los
distintos elementos del cuerpo social.”

(Ibáñez, Tomás, “Poder y libertad”, edic. Hora,
s.a, 1982, pág. 92)

“Definida la agresividad como conducta hostil e
importado del psicoanálisis el concepto de frustración como interposición de un
obstáculo en el camino hacia la realización de un objetivo -placentero en
Freud, reductor de ansiedad en Hull, de efecto recompensante en Thorndike,
dotado de valencia positiva en Lewis-, se diseña un conjunto de observaciones
empíricas conducentes al establecimiento de una relación de causalidad lineal
entre frustración y agresión: toda conducta agresiva urge de alguna situación
frustrante; todo organismo frustrado tiende, naturalmente, a agredir’

(Blanch, Josep Mª, “Psicologías sociales,

aproximación histórica”, edit, Hora, s.a.1983, pág. 27)

Una vez clarificado el tema y, especialmente,
la influencia de las minorías, ya que tanto Blanch como Ibáñez lo explican muy
bien (ambos fueron profesores míos) y, sobre Moscovici (1925-2014) no hay nada
que descubrir, fue y sigue siendo un referente de la psicología social; y
teniendo presentes estos pensamientos, me parece interesante aterrizar un poco
el presente análisis, aplicando sus enseñanzas a nuestra vida cotidiana.

En primer lugar, la concepción de la paz como

consecuencia de un desequilibrio entre guerras; notablemente opuesta a la idea
de ‘La guerra es la continuación de la política por otros medios’ (Carl P. G. von
Clausewitz (1780-1831), pues se corresponde más con la situación de una
civilización en la que predominan la explotación y la competencia.

Y esa explotación y competencia puede verse,
como no, en la relación entre el estado español y el movimiento independentista
catalán. Pero, si bien el dogmatismo es concebido como una forma
intelectualizada de ‘resistencia al cambio’, que se distingue de la ‘rigidez’
por su mayor nivel de organización formal, por abarcar un más amplio repertorio
conductual y por caracterizar las relaciones interpersonales, en los poderes
del estado español el dogmatismo unionista no es racional, la resistencia al
cambio es puro interés y rígido.

En segundo lugar, me parece muy interesante la

imagen de una línea entre la frustración y la agresividad, que explica,
perfectamente, las relaciones humanas en todo momento; y, ahora, por ejemplo,
en plena pandemia, lo podemos ver hasta en el uso de las mascarillas, pues hay
sujetos que no la llevan ni en el transporte público, y, encima, como el otro
día, enfrentándose a uno que le afeó el hecho, y contestando que ‘él no estaba
loco, que lo estábamos todos los otros’, es como el chiste del conductor que va
en dirección contraria en una autopista, y cree que son todos los otros que van
mal.

Pues bien, esos ‘rebeldes sin causa’ precisan
un estudio aparte. Precisar si tienen causa o no, es relativo. Por definición, los jóvenes son rebeldes sin causa, según el punto de
vista de los adultos, obviamente; pero los ‘James Dean’ tienen su verdadera causa, que los mayores nunca entenderemos, por la brecha generacional.

Ahora bien, los que atentan contra la salud de los demás, no es que sean
unos rebeldes, son unos delincuentes.

En un anterior escrito ya me referí a los
rebeldes sin causa, en citas de Erich Fromm y Bertrand Russell, por lo que no
me repetiré. Pero está claro que esos sujetos sin mascarilla, en la línea
citada, están situados en el extremo de la agresividad, y los que nos callamos,
estamos en el extremo de la frustración. El equilibrio es imposible.

Ahora bien, yo creo que estos sujetos ‘anti-norma’

tienen tanto la frustración como la agresividad, la citada línea debe ser una
circunferencia, y los extremos se tocan.

Y en cuanto hace referencia a las minorías con

causa, como los independentistas catalanes, no tenemos poder, pero si
influencia como para acabar venciendo, y, en este caso, también superaremos la
citada idea de que ‘la paz se instaura cuando el más fuerte, ha logrado
vencer’. En nuestro caso será cuando los más influyentes nos independicemos. Y
somos los más influyentes ya que nuestra idea es positiva, constructora,
motivadora, ética y moral; mientras que el poder de la fuerza representa todo
lo contrario, ya que es negativa y represiva.

Igualmente,
el movimiento ‘Black Lives Matter’
 (La vida negra importa) también acabará
imponiéndose, ya que representa las mismas características que nuestro
movimiento.

Amadeo Palliser Cifuentes

amadeopalliser@gmail.com