En esta pieza fusiona múltiples tiempos y referencias culturales, el arte contemporáneo y la tradición artesanal provocando una renovada fascinación por los aprendizajes
Ciudad de México, 21 de septiembre de 2020. La versatilidad artística de Sonia Falcone la llevó a conjuntar 430 piezas de vidrio murano sobre soporte de hierro rústico y crear una pieza de belleza sin igual que lleva por título From East to West – From West to East, una instalación que incorpora al concepto de unidad en la diversidad, una fascinante tradición artesanal: el legado de los maestros vidrieros que guardaban su secreto en la isla de Murano, Italia, la cual albergó desde fines del siglo XIX importantes fabricantes del famoso cristal, cuyos secretos se remontan hasta el siglo VIII.
La obra que funciona como símbolo de la interdependencia cultural, fue creada como una doble hilera de listones de cristal en forma de bastón que se engarza en el centro de modo que cada tono pende de otro, que a su vez está sostenido por un soporte.
La pieza total es un juego visual de formas duplicadas que requieren del enlace para sostenerse y construir la composición completa. Ésta forma una pared translúcida y penetrable que irradia su espectro de colores: aguamarina, azul cobalto, rojo sangre, amarillo oro, verde manzana, además del blanco y negro, multiplicidad de colores de un alfabeto de la diversidad, que como en otras creaciones de Falcone, fueron cuidadosamente creados bajo su supervisión.
La instalación se exhibió por primera vez en el Palacio de Ajuda en Portugal, Lisboa, tras recibir una invitación para la sexta edición de Glasstress. Sin embargo, por sus compromisos debió aplazar su participación hasta la posterior edición de esta bienal organizada por la Fundazione Berengo, en Italia, que reúne a los artistas más reconocidos del mundo en una gran exhibición que explora “las infinitas posibilidades creativas del vidrio”.
Sonia Falcone trabajó en su creación con un “alquimista” moderno, conocedor de los secretos requeridos para obtener colores únicos en las mezclas de sustancias y fuego, recomendado por Berengo, en el minucioso proceso de fabricar, uno a uno, los colores que imaginó para esta pieza única.
El concepto de esta obra deriva de una versión precedente realizada en Hong Kong con cables de plástico, pieza tridimensional, que en lugar de listones utilizó cables de plástico igualmente engarzados. En ambos casos, las “líneas” de colores que se conectan aluden a las redes de conexión en un planeta interconectado.
Paralelamente, la obra evoca los intercambios de objetos de la Conquista, cuando los habitantes originarios de América del Sur cambiaban ávidamente su oro por cuentas de vidrio u objetos como copas de colores, con enorme asombro ante un material desconocido.
La artista boliviana ofrece esta pieza, con vidrio murano, una de las materias más emblemáticas de la historia de las artes decorativas en Italia, fusionando así múltiples tiempos y referencias culturales, tanto como el arte contemporáneo y la tradición artesanal mientras provoca una renovada fascinación por los aprendizajes y relaciones de intercambio entre diversas culturas.
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