Buscar

Jerarquía católica española

En anteriores escritos ya comenté que, en España, desde la ‘santa cruzada’ de la incivil guerra de 1936-39, la jerarquía católica apostólica y romana apostó por el bando franquista y, desde ese momento, ha estado al lado del poder, con todos los beneficios y prebendas.

Es muy humano, ‘humano, demasiado humano’ (recordando a Friedrich Nietzsche (1844-1900), en su obra ‘Humano, demasiado humano. Un libro para pensadores libres’, 1878), que todos, instintivamente, busquemos la seguridad; pero, obviamente, la razón la tenemos o la deberíamos tener para algo, no sólo para buscar y permanecer en el confort.

Y cuando se es representante de una estructura, eclesiástica, política, etc., se debe tener mucha precaución, máxime si esa estructura pretende simbolizar el ‘summum’ de la ética y la moral, como es el caso de las estructuras eclesiásticas, pues deben y quieren ser ejemplares de cara a sus feligreses.

Como anuncié en mi escrito de ayer, hoy transcribo una carta de Isabel Turull Negre (hermana de Jordi Turull, preso político, por haber posibilitado que votásemos en el referéndum de independencia catalán (1 de octubre del 2017). Me parece muy interesante reproducirla íntegramente (tal como ha sido publicada en el Ara, si bien, faltan fragmentos), ya que es de una coherencia y sensibilidad que no abundan, y, obviamente, por eso no ha tenido la repercusión que debería.

“Carta abierta al cardenal y arzobispo Omella y a quien corresponda.

Le hago saber que hace poco más de una semana, mi padre, Domènech Turull Marquès, nos dejó. Hoy, 1 de octubre de 2020, día en que también nos ha dejado el padre Hilari Raguer, le quiero decir, con todo el dolor que estamos viviendo, pero con toda la sencillez y humildad que soy capaz, que no entiendo nada. Ja hace sobretodo tres años que, como cristiana, no entiendo nada. (…)

Lo que me ha movido a hacer este escrito es que me gustaría que mi padre fuese el último padre que muriese sin poder ver a su hijo en libertad, o en casa, en el caso de los exiliados. Ninguno de estos padres se lo merece.

No me podrá decir que la Iglesia no se pone en política, porque lo que me ha dado pie a dirigirle mi petición es la nota que la CEE (Conferencia Episcopal Española), que usted preside, ha hecho sobre ‘la salida de S. M. D. Juan Carlos I’. No puedo entender que una institución que defiende la indisolubilidad del matrimonio a capa y espada, y muchas veces sin ni siquiera preocuparse o mirar de entender la situación que viven algunas de las parejas que han acabado en divorcio, dé soporte o pida comprensión para una persona que ha hecho el salto a su mujer tantas veces como ha querido y con tantas mujeres como ha podido. Ustedes, que se supone que han de velar por los vulnerables, están pidiendo la comprensión para una persona que se ha enriquecido con millones que no le correspondían, mientras otras personas se han quitado la vida por haber perdido su casa. Un hombre que ha vivido una farsa y una hipocresía. (…)

No entiendo porqué el tan poco que ha hecho la jerarquía eclesiástica ha de estar envuelto de tanto secretismo, y hasta a alguno de sus miembros se le ha llamado la atención (por decirlo suavemente) según lo que ha dicho. Como dijo Jesús, ‘nadie enciende una lámpara para ponerla debajo de una tapadera, sino en el portalámparas, para que haga luz a todos los que están en casa. Que brille igualmente vuestra luz delante de la gente; así verán vuestras buenas obras y glorificarán a vuestro Padre Celestial” (Mateo, 5,14-16).

Tampoco entiendo dónde estaba su voz cuando se les negó el confinamiento en casa, mientras que a otros presos en su misma condición se les dejaba pasar el confinamiento en su casa. El mismo papa Francisco pidió que se aplicase esta medida para los presos. Si alegan desconocimiento, pienso que deberían querer estar al día de las situaciones que provocan sufrimiento a su alrededor.

También he querido hacer este escrito (totalmente a título personal) por respeto y porqué me siento en deuda con toda una serie de personas que han marcado mi vida (…) De nombres sólo diré tres porque han muerto este año y para mi han sido un ejemplo vivo del Evangelio: Pere Casaldàliga, el padre Manel y el padre Hilari Raguer. (…)

Mi padre nos hizo crecer en la fe, pero no obligándonos a rezar, sino (…) sobretodo con su ejemplo. El último domingo de su vida aún siguió la misa por televisión. Cuando todavía estaba bien, una vez jubilado, se dedicó al voluntariado al lado de las personas más vulnerables, y entre este voluntariado acompañó, junto a la hermana María, un grupo de presos que llevaban mucho tiempo en la prisión y no tenían nadie para empezar a salir a la calle y poder irse adaptando a la vida en libertad. (…)

Por lo tanto, por todo lo que he expuesto, le pediría que, con el Evangelio en la mano, hablase con los obispos de la Tarraconense y pidiese el indulto para los presos y presas políticos, como cristianos y personas de bien. A pesar de que no es lo que se merecen, ya que lo que les correspondería es una amnistía (…). Si hacen esto, yo daré por bueno que mi padre haya muerto sin poder ver a su hijo en libertad, cosa por la que ha luchado con todas sus fuerzas y rompiendo todos los pronósticos. Y así espero que sea el último en sufrir esta crueldad.

Como dicen mis padres, acabo sin ningún rencor porque nuestra fe es querer, perdonar y dar gracias”.

(Ara, 3 de octubre 2020)

Poco más se puede añadir a esta magistral y sensible carta. Y no quiero enrollarme y que se pierda el espíritu de esta carta.

Es verdad que, como dice la autora, hay sacerdotes que mantienen esa sensibilidad evangélica y, por ello, han sido llamados al ‘orden’, al orden de obedecer al poderoso, de ser fiel a amo y señor, no sea que se incomode. Y esto en un estado ‘teóricamente’ laico, pero ya sabemos que el estado español aparenta una cosa y realmente es otra, pues aparenta una democracia, cuando en realidad es una satrapía (pero no como referencia a los gobernadores de la antigua Persia; si no respecto a la segunda acepción del diccionario de la RAE: ‘Persona que gobierna despótica y arbitrariamente y que hace ostentación de su poder’).

Aquí el rey Felipe VI ‘el preparao y prepagao’, junto a Carlos Lesmes, presidente del consejo general del poder judicial y del tribunal supremo, es decir, el GRAN INQUISIDOR TOMÁS DE TORQUEMADA (1420-1498), y sus leales súbditos: magistrados, policías, políticos, banqueros, empresarios, cardenales y obispos, etc., quieren dar la imagen de una democracia, cuando la realidad es un estado profundo absolutista y corrupto.

Por todo eso, los independentistas catalanes debemos hacer lo posible para marchar, para dejar que toda esa casta y esa caspa, sigan (pues seguirán), pero sin afectarnos a nosotros.

Amadeo Palliser Cifuentes

amadeopalliser@gmail.com