LONDRES, 15 oct (Reuters) – La reina Isabel realizó su primer compromiso importante desde el inicio del confinamiento por coronavirus en marzo, visitando el jueves la instalación de investigación militar de Porton Down, que estuvo involucrada en el tratamiento de un ataque con el agente neurotóxico Novichok en 2018.
La monarca de 94 años, que pasó el confinamiento nacional británico en el Castillo de Windsor, llevó a cabo sus funciones oficiales de forma remota por video o teléfono, o en su palacio, desde que se introdujeron las restricciones sociales.
Para su primera salida pública, hizo una rara aparición conjunta con un nieto, el príncipe Guillermo, sin que ninguno de los dos usara mascarillas, aunque todos los involucrados cumplieron con el distanciamiento social.
El ultrasecreto Laboratorio de Ciencia y Tecnología de Defensa, en Porton Down, en el sudoeste de Inglaterra, identificó el agente neurotóxico utilizado para atacar al exespía ruso Sergei Skripal y a su hija Yulia en la cercana ciudad de Salisbury hace dos años.
Gran Bretaña ha acusado a dos agentes rusos respaldados por Moscú de realizar los ataques, una acusación que el Kremlin ha rechazado. Funcionarios rusos también están acusados de usar Novichok para envenenar al crítico del Kremlin Alexei Navalny en agosto.
Durante su viaje, los miembros de la realeza se reunieron con el personal de Porton Down y militares que estuvieron involucrados en la operación Novichok, junto con científicos que ayudaron a responder a la pandemia de COVID-19.
El objetivo formal del viaje fue abrir el nuevo Centro de Análisis Energético del laboratorio, donde la reina y el príncipe presenciaron una demostración de una investigación con explosivos forense.
También recorrieron el centro energético del laboratorio para ver un despliegue del armamento y las tácticas utilizadas en contrainteligencia.
Porton Down se fundó en 1916 como el laboratorio de armas químicas y biológicas de Gran Bretaña, donde científicos del Ministerio de Defensa llevaron a cabo experimentos secretos que involucraron a unos 20.000 militares, lo que provocó la muerte de uno de ellos por gas sarín.
Desde la década de 1960, se ha centrado en el desarrollo de contramedidas y tecnologías de defensa y seguridad, aunque su estructura secreta siempre ha llevado a especular sobre sus actividades, especialmente entre los teóricos de los platillos voladores.
Editado en español por Lucila Sigal