Todas las culturas adoptaron un mito originario que, como un modelo, explicaba su realidad; y ese modelo de creencias, explicadas como narraciones mitológicas, explicaban tanto su origen y permanencia, como, su futuro.
Esos mitos, ya sean cosmogónicos (explican la creación del mundo), teogónicos (relatan el origen de los dioses), antropológicos (explican el rigen del ser humano), etc.; debían ser interpretados de forma alegórica y simbológica, pues muy pocos podían ser interpretados de forma literal.
En la actualidad consideramos que el nivel de complejidad de la situación y de nuestros problemas es mayor que nunca en la historia; cuando, difícilmente, se pueden comparar las situaciones no homologables, máxime teniendo en cuenta la diferente disponibilidad de recursos, medios y conocimientos que, en este momento, si que son muy superiores, obviamente.
Y nuestro mito actual es la idea del PROGRESO de la CIENCIA, por lo que, seguidamente, reproduzco unos párrafos que me parecen interesantes para explicar esa idea a lo largo de la historia:
‘Puede parecer particularmente sorprendente que los griegos, tan fértiles en sus especulaciones acerca de la vida humana, no dieran con una idea aparentemente tan sencilla y obvia en nuestra opinión, como la idea del Progreso.
(…)
La idea del universo que prevaleció en la Edad Media y la orientación general del pensamiento humano eran incompatibles con algunos de los postulados fundamentales que requiere la teoría del Progreso. Según la teoría cristiana, elaborada por los Padres de la Iglesia, y especialmente por San Agustín, el propósito del movimiento total de la historia es asegurar la felicidad de una pequeña parte del género humano en otro mundo; no se postula un ulterior desarrollo de la historia humana sobre la tierra.
(…)
Los países civilizados de Europa emplearon unos trescientos años para pasar del clima mental del Medioevo al del mundo moderno. Esos siglos fueron uno de los períodos más claramente progresivos de la historia (Renacimiento), pero las condiciones tampoco fueron favorables para la aparición de una idea del Progreso, aunque se estaba preparando el ‘milieu’ intelectual propicio para el nacimiento de esa idea.
(…)
Hemos visto que todas las observaciones de filósofos anteriores al siglo XVII (…) no eran más que meras constataciones de un hecho evidente: que en el curso de la historia de los hombres se han realizado progresos y mejoras en el conocimiento y en las artes, y que podemos esperar algunos progresos en el futuro. Pero ninguno de ellos llegó a esbozar una teoría del Progreso.
(…)
Mientras los hombres sostuvieran que los griegos y los romanos habían alcanzado, en los mejores días de la civilización, un nivel intelectual que la posterioridad no podría jamás soñar con alcanzar, mientras que la autoridad de sus pensadores se diera por sentada, sólo podía ocupar el primer plano una teoría de la degeneración que excluía una teoría del Progreso. La obra de Bacon y de Descartes consistió en liberar a la ciencia y a la filosofía de aquel yugo autoritario, y, al mismo tiempo, la rebelión comenzó a extenderse a otros campos.
Otra condición para la elaboración de una teoría del Progreso era el franco reconocimiento del valor de la vida terrenal y la sumisión del saber a las necesidades humanas. El espíritu laico del Renacimiento preparó al mundo para estas nuevas valoraciones.
(…)
La idea del Progreso tenía que superar un obstáculo psicológico que puede ser denominado ilusión de finalidad, (…) pero ¿no sugiere el Progreso por sí mismo que su valor como doctrina es tan solo relativo, que se corresponde con un estadio no muy avanzado de la civilización; del mismo modo que la Providencia en su momento fue un valor relativo correspondiente a un estadio algo menos avanzado?
(John Bury, ‘La idea del Progreso’, Alianza Editorial, Madrid, 1971)
Y este mito actual del progreso, se basa en dos pilares fundamentales, en nuestro ‘gran conocimiento’ y en los famosos algoritmos que ‘lo controlan todo’.
Respecto al primer pilar, es preciso resaltar las importantes aportaciones de Popper, Kuhn, Lakatos y Feyerabend, recogidas, sintéticamente, a continuación:
‘A partir de la observación de unos hechos, la inducción permite establecer unas leyes y teorías, y, a partir de éstas, la deducción permite hacer predicciones y explicaciones.
Pero, esa inducción ingenua, se basa en obviar que la observación depende de la teoría. El falsacionismo admite que la observación es guiada por la teoría y la presupone.
Si ha de formar parte de la ciencia, una hipótesis ha de ser falsable. Cuanto más falsable es una teoría, mejor (…) pues aprendemos de nuestros errores. La ciencia progresa mediante el ensayo y el error (…) Una hipótesis debe ser falsable, cuanto más falsable mejor, y, no obstante, no debe ser falsada.
Las teorías se pueden falsar de manera concluyente a la luz de las pruebas adecuadas, mientras que nunca se pueden establecer como verdaderas o incluso como probablemente verdaderas, sean cuales sean las pruebas.
La aproximación a la verdad o verosimilitud: Para Popper, el fabilista, las teorías del pasado que han sido reemplazadas, tales como las mecánicas de Galileo o Newton, son falsas a la luz de nuestras teorías actuales, mientras que por lo que respecta a las físicas modernas einsteniana o cuántica, no podemos saber si son verdaderas. De hecho, son muy probablemente falsas y susceptibles de ser reemplazadas en el futuro, por teorías superiores. A pesar de esta falsedad, o probable falsedad, de nuestras teorías, los falsacionistas como Popper gustan de decir que la ciencia progresa acercándose cada vez más a la verdad. Por ejemplo, la teoría de Newton está más cerca de la verdad que la de Galileo, aun cuando ambas sean falsas’.
(Alan F. Chalmers, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, Edit. Siglo XXI, Madrid 1988)
De acuerdo con este aluvión de referencias, que me parecen muy interesantes, y espero que no hayan cansado al lector, creo que todos estaremos de acuerdo que nadie tiene la fórmula mágica, que no podemos ni debemos aceptar de forma dogmática y acrítica, ningún postulado, y, a lo sumo, adoptar los avances, como una verosímil aproximación a la verdad.
Asimismo, también me parece interesante resaltar el siguiente postulado:
‘Si no puedes medir, tu conocimiento es escaso e insatisfactorio’
(Inscripción en la fachada del edificio de la Social Science Research de la Universidad de Chicago)
Y esa medición fundamental y necesaria, es, a la vez, la que nos confunde y ofusca, como vemos por las múltiples encuestas sobre todo tipo de aspectos, y que muchas veces son interesadas, como vemos en las recientes elecciones de los EUA, por lo que, normalmente fallan en sus pronósticos.
Esas encuestas son, generalmente, como la serpiente ouroboros (que he citado en alguna ocasión), es decir, la serpiente que se muerde la cola, como símbolo circular, pues las encuestas se utilizan para incidir en la conducta posterior, más que para describir una realidad precedente. Normalmente, en las encuestas, si se pregunta si inciden en nuestra decisión, generalmente se contesta que no; pero si la pregunta es si incide en las decisiones de los otros, la respuesta es afirmativa.
Efectivamente, y como se dice en la citada frase de la Universidad de Chicago, para conocer, es preciso contar, medir, comparar, analizar los datos, establecer un modelo estadístico, calcular probabilidades, y, posteriormente, de forma inductiva, efectuar interpretaciones y proyecciones estadísticas, considerando, siempre, el sesgo señalado por Popper.
Pero siempre debemos considerar quién y porqué se establece tal encuesta o medición, pues eso es determinante, como se ha visto. Y, por eso, bien podríamos despreciar a la mayor parte de encuestas, especialmente las políticas.
Y como la situación es muy compleja, las preguntas y las respuestas, también son complejas siempre; por lo que difícilmente nos deben afectar e inmutar.
Ciertamente, de cada vez estamos más controlados por el big data, que ‘conoce’ todos nuestros gustos y decisiones, incluso antes que nosotros mismos, como muy bien explica Yuval Noah Harari, en su libro ’21 lliçons per al segle XXI’ (Edic. 62, Barcelona, 2018), ya que, según él, existen algoritmos para conocer el más mínimo detalle.
Pero tampoco debemos menospreciar que siempre hay personajes que distorsionan, aún más, la verosímil realidad; y aquí, en Catalunya, tenemos un claro ejemplo en el teniente coronel de la guardia civil, Daniel Baena.
Y en esa línea de actuaciones contra la ‘lógica’ la podemos tener, también hoy mismo, al ver la misa efectuada en la Sagrada Familia, ya que, en plena pandemia y con limitaciones perimetrales en cada localidad durante el fin de semana, el arzobispo ha concelebrado una misa con casi una veintena de obispos y sacerdotes llegados de toda Catalunya, para festejar el décimo aniversario de la ceremonia del Papa Benedicto XVI (7 de noviembre del 2010), por la que la iglesia en cuestión pasó a ser considerada como basílica. En la ceremonia de hoy se ha celebrado, asimismo, la misa por la beatificación de Joan Roig Diggle, un joven de 19 años, asesinado por las milicias republicanas, durante la guerra incivil.
Pues bien, el argumento del arzobispado es que se han guardado las medidas de separación de seguridad y aforo prescrito (800 asistentes), pero lo que me ha sorprendido es que el argumento para justificar la movilidad de los oficiantes, ha sido que era por razones de trabajo.
Así que, como vemos, la interpretación, sui géneris, de las leyes, difícilmente puede ser prevista por ningún algoritmo, aunque estadísticamente se prevean porcentajes de validez elevados, pero nunca del 100%, pues siempre hay margen para el error; como también lo producen las conductas del siguiente tipo, pues todos nos engañamos, como muy bien narra Rebecca Solnit en su libro ‘Los hombres me explican cosas’, y que describe Eva Piquer (Ara, 7/11/20):
‘En una fiesta de las que se hacían antes de la pandemia, Solnit citó al fotógrafo Eadweard Muybridge, y el anfitrión le interrumpió para preguntarle si había oído hablar de un libro muy importante sobre Muybridge que había salido aquél mismo año, 2014. Desconcertada, la ensayista llegó a considerar la posibilidad que se hubiera publicado otro libro sobre el fotógrafo, además del que había hecho ella, y que la coincidencia le hubiese pasado por alto. La salvó una amiga, que hubo de repetir hasta tres veces, antes que el anfitrión entendiese que estaba haciendo el ridículo, explicando un libro que no había leído a la mujer que lo había escrito’.
Es decir, que estamos rodeados de mucho ruido, de una excesiva información desinformadora; por lo que debemos ser cautos y estar siempre atentos, para no dejarnos engañar más.
Y en este momento, en Catalunya, los unionistas y sistémicos no hacen más que utilizar todos los poderes del estado para intentar salvar a su máximo símbolo, la casa real, (que debería estar, de cada vez, más cerca del abismo, por las ‘presuntas’ corrupciones, por sus múltiples depósitos en paraísos fiscales) y, para eso, utilizan toda su artillería mediática, policial y judicial para machacarnos y atemorizarnos, para desviarnos y despistarnos de nuestro cometido, ya de por sí difícil, si no superamos las discusiones partidistas fratricidas en el mundo independentista. ESA ES LA ÚNICA FORMA QUE DETEMOS PARA PROGRESAR.
Amadeo Palliser Cifuentes