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Josep Lluís Trapero versus Frederic Escofet, ‘y, ahí lo dejo’.

El jefe de los Mossos d’Esquadra (policía autonómica catalana) fue absuelto de las acusaciones por su actuación el día del referéndum catalán (1 de octubre del 2017), y restituido en su puesto de máximo responsable.

Ayer (13/11), en su toma de posesión expresó su retorno ‘desde la humildad, con una actitud de mano extendida’, reconociendo que aquel día ‘todos podríamos haberlo hecho mejor, y yo el primero’. Respecto a la gestión del 1 de octubre, señaló que ‘ya entonó su mea culpa en el tribunal supremo de la audiencia nacional’. Y ‘mi defensa del cuerpo no fue bien entendida, por lo que deberán mejorar su comunicación’. También habló de la dependencia gobernativa, la autonomía del cuerpo policial en el ámbito técnico y la dependencia, como policía judicial, de la autoridad judicial y de la fiscalía, ‘aún lo tengo más claro, afirmó. Nos pusimos de acuerdo rápidamente’. Señaló, también, que las primeras horas de su nuevo mandato las dedicó a hablar con los jefes de la guardia civil y de la policía nacional en Catalunya, y con los directores de los dos cuerpos en Madrid y otras instituciones, como el tribunal supremo de justicia de Catalunya y la fiscalía, y ‘me he encontrado la mejor de las respuestas’.

Es preciso recordar que Trapero, ante los jueces, reconoció que tenía un plan para detener a Carles Puigdemont y a todo su gobierno, si la autoridad judicial se lo ordenaba.

Antecedentes históricos:

Obviamente, las situaciones nunca son comparables, ya que cada momento tiene sus peculiaridades, pero, a título recordatorio, me parece del máximo interés resaltar el papel de:

Frederic Escofet i Alsina (1898-1987)

Fue un militar catalán al servicio de la Generalitat de Catalunya antes y durante la guerra incivil española. Fue uno de los artífices de la victoria republicana en Barcelona, el 19 de julio de 1936, durante el intento de golpe de estado.

Miembro de una familia acomodada de Cadaqués y de Figueres, contra la voluntad paterna, que quería que continuase los negocios, se enroló en el ejército español, combatió, voluntario, en Marruecos, siendo herido tres veces, la última grave, pues le afectó el estómago, el hígado y la columna vertebral.

En 1930 se encontraba destinado en Vilafranca, estaba casado y tenía dos hijas. Pero Escofet empezaba a sentirse incómodo con el ejército y desengañado por el aval del rey Alfonso XIII a la dictadura de Primo de Rivera. Y el estudio de la historia le hicieron consciente de ‘como habían sido de nefastas para la patria las dinastías de los Habsburgo y de los Borbones’, por lo que se convenció que ‘callar y aceptar la situación tal como era, representaba traicionar a su pueblo. Y, en el caso de actuar en la oposición para derrocar la monarquía, traicionaría el juramento prestado’. Por lo que ‘consideré que, si continuaba en el ejército, no podía adoptar la segunda opción’. Por este motivo decidió solicitar el ingreso en el cuerpo de Mossos d’Esquadra, aconsejado por la familia de su esposa, que eran influyentes políticos de la Liga Regionalista.

En el momento de ser nombrado jefe de una de las tres escuadras del Mossos (la de la Garriga), a finales de 1930, ya tuvo que concentrar a sus hombres, ante el levantamiento republicano en Jaca. A pesar de su juventud, y no tener nada que ver con los conjurados republicanos, Frederic Escofet se opuso firmemente a las intenciones de su jefe, el comandante Ignasi de Bufalà (partidario del rey), de investigar el estamento militar para descubrir más conspiradores contra la monarquía.

Cuando el 14 de abril del 1931 se proclamó el estado republicano, Escofet se dirigió a la comandancia de los Mossos en Barcelona, extrañado de no recibir instrucciones. Cuando llegó se encontró con un vacío de poder, inmediatamente decidió tomar el mando del cuerpo y se presentó al president de la Generalitat, Francesc Macià i Llussà, para ponerse a sus órdenes.

Este gesto de lealtad cívica le valió la confianza y estima personal de Macià, que lo nombró su ayudante personal, pero manteniéndolo como uno de los capitanes del cuerpo. El mando del cuerpo fue asignado al comandante Enric Pérez Farràs, hasta entonces en el ejército.

En 1932, Escofet y Pérez vivieron en parte los hechos del levantamiento de l’Alt Llobregat; y en 1933 la revuelta del Ripollet. Escofet, frecuentemente se mostraba disconforme con las intenciones del conseller Josep Dencàs, de ser más duros con los responsables de estos movimientos.

Una vez muerto Macià, el 25 de diciembre de 1933, la presiencia de la Generalitat recayó en Lluís Companys.

El verano de 1934 comandaba los mossos concentrados en el Parlament de Catalunya para evitar problemas a causa del rechazo de la ley de contratos de cultivo por parte de las instituciones judiciales españolas.

Los Hechos del 6 de octubre de 1934: Preocupado por el giro involucionista que adoptaba el nuevo gobierno de derechas de Madrid durante el Bienio Negro, el gobierno de Companys, el citado día 6 proclamó el Estado catalán dentro de la República Federal Española.

Escofet, como subordinado que era, mantuvo su lealtad a la Generalitat en todo momento, a pesar de que la acción estaba muy mal planificada, escribió en sus posteriores libros:

‘Por mi parte, no solamente porque mis sentimientos personales eran afines a la protesta iniciada contra el gobierno central, que ponía en peligro la República, sino también porque legalmente me había de mantener fiel a aquellas autoridades de las que dependía exclusivamente’.

Las circunstancias de confusión de aquel día desembocaron en su nombramiento precipitado como comisario general de orden público, por parte del president Companys.

Escofet intentó organizar rápidamente la defensa del Palau de la Generalitat de Catalunya, delante del ataque de las tropas destacadas por el general Domènech Batet, pero era consciente que la iniciativa estaba fallando, ya que la acción estaba desorganizada, no se dio un soporte popular explícito y, además, de hecho, era una acción ilegal. Ante los retrasos y las desmovilizaciones, se vio obligado a comunicar a Companys la imposibilidad de defender el gobierno, por lo que el president declaró su rendición.

Como todo el gobierno catalán, Escofet y Pérez Farràs fueron encarcelados.

Juzgados en consejo de guerra sumarísimo el 12 de octubre, en el castillo de Montjuïc, fueron condenados a muerte. Pero a Escofet, la pena le fue conmutada por 30 años de prisión mayor, por el presidente Niceto Alcalá-Zamora, gracias a la intervención de María Macià (hija del expresident, que fue llevada a Madrid, ayudada por la familia de Escofet)

Con el triunfo del Frente Popular, en febrero de 1936, fue liberado por el decreto de amnistía (y readmitido al ejército con el grado de capitán, pero en situación de disponible).

En abril de 1936, restaurado el gobierno de Companys, y Escofet como comisario general de orden público. Escofet propuso como su segundo a Vicenç Guarner, y, la actuación de ambos fue fundamental en el fracaso de la insurrección en Barcelona.

Escofet recopiló información de los insurrectos, y la presentó al general Llano de la Encomienda, jefe del ejército español en Catalunya, mostrándole pruebas de la implicación de diversos subordinados del general.

El 17 de julio de 1936 y especialmente el 18, con el inicio del golpe de estado, el general Aranguren, jefe de la guardia civil en Catalunya, se presentó a Escofet, para recibir órdenes. Y éste le sugirió que reuniese a todos sus guardias civiles en sus casas cuartel; Escofet confiaba que así las unidades y los suboficiales de ese cuerpo que eran fascistas se verían obligados a seguir las órdenes de sus superiores, que eran fieles a la legalidad republicana.

En Barcelona, la rebelión comenzó pasadas las 4 de la madrugada del 19 de julio; y los guardias de asalto y los mossos, previamente desplegados siguiendo el plan establecido por Escofet, defendieron los edificios oficiales.

Pero la situación se complicó, y la pérdida del control del parque de artillería de Sant Andreu, supuso el saqueo de sus 30.000 fusiles para los anarquistas (CNT-FAI); y, forzado por los dirigentes anarquistas, presentó su dimisión.

Dado que había hecho muchas gestiones para salvar vidas de personalidades perseguidas por las patrullas de control anarquistas, y para salvar su vida, Companys lo envió a Francia, con la excusa de comprar armas.  

Internado en el campo de concentración de Argelers, finalmente pudo ir a Bruselas, donde vivió de forma modesta, regentando una tienda de productos españoles (vinos), cerca de la Place du Grand Sablon. En 1978, después de la muerte de Franco, volvió a Barcelona, y, fue nombrado jefe honorario de los Mossos d’Esquadra

(Fuente Wikipedia)

‘A Xavier Febrés le resumió su vida:

Mi padre era millonario y yo he pasado una miseria espantosa. Tengo hijas y nietos y estoy solo en Bruselas. He perdido carrera, fortuna y familia, más no podía perder. Pero tengo una gran satisfacción, lo único que me compensa: la estima, la simpatía y la consideración que, cosa rara, he sabido conservar’.

(amp.elmundo.es)

Cada lector sacará sus conclusiones, yo, como dice frecuentemente el abogado Gonzalo Boye: ‘Ahí lo dejo’.

Amadeo Palliser Cifuentes

amadeopalliser@gmail.com