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Realidades paralelas en España y en el mundo independentista

Ayer murió, a los 89 años de edad, David John Moore Cornwell, que con el pseudónimo de John le Carré configuró toda una realidad paralela, una realidad ficticia, pero muy similar a la realidad. Su personaje más famoso, el agente Smiley, durante la guerra fría, podría ser un doble idealizado del propio autor.

Esa realidad paralela, pero verosímil, nos es útil para ‘conocer’, en cierta medida, el entorno geosocial del momento.

Casualmente, hoy hemos visitado el nuevo museo de cera de Barcelona, otra forma de ‘realidad’ paralela, domesticada.

Es interesante esa necesidad de crear realidades paralelas, pues siempre son útiles para explicar ciertos relatos. Por ejemplo, todos sabemos que, según que diario o televisión sigamos, tendremos una visión u otra, realmente muy diferentes.

Los historiadores del futuro tendrán muy difícil discernir, y poder eliminar la gran cantidad de basura e información falsa; pues ni las fotografías ni los vídeos son de fiar, ya que todos sabemos que son manipulables.

Pero no sólo me preocupan los historiadores del futuro, sino la sociedad actual, y más específicamente, mi propia concepción, ya que, la hiperinformación nos desinforma. Y si encima, hay una excesiva intención confundirnos, ya no digamos.

Y, rizando el rizo, si buscamos la comodidad, el confort, evitando las noticias y canales que nos incomodan, en cierto modo, pues sus informaciones son disonantes con nuestras creencias, y, por eso, buscamos informaciones que nos diviertan, que nos entretengan, de forma acrítica; al final tendremos una sociedad dormida, aletargada; que es lo que buscan los poderes, ya que quieren vasallos cómodos de dirigir.

‘Ciertos autores han transformado el realismo en un reísmo, del que encontramos un ejemplo en el pensamiento de T. Kotarbinski. Este reísmo es una de las consecuencias de cierto positivismo radical que, según X. Zubiri, puede calificarse de ‘reísmo sin ideas’ y que no es sino una reacción extrema contra la posición del ‘ideísmo sin realidad’.’

(José Ferrater Mora, ‘Diccionario de Filosofía’, Alianza Editorial, Madrid, 1983)

‘Dice Jaspers que las cosas que nos parecen más ‘evidentes’ acostumbran a ser también las más enigmáticas, como el tiempo, el yo, la realidad. Se ha definido la realidad como lo que existe en sí, lo objetivo, el verdadero ser, lo que existe en el tiempo y el espacio. Se habla de la vivencia de realidad como de un fenómeno que no deriva de otro. Es real lo que percibimos con nuestro cuerpo, lo que nos ofrece resistencia y lo que ‘vivenciamos como real en la conciencia del ser’ (Jaspers)’

(Friedrich Dorsch, ‘Diccionario de psicología’, Edit. Herder, Barcelona, 1985)

Evidentemente, podemos estar de acuerdo con estas definiciones, pero somos conscientes que la realidad se limita a nuestra realidad, a nuestra visión y percepción subjetiva, que, como sabemos, normalmente es la que nos provoca un menor conflicto de intereses y de gustos, pues todos tendemos a ratificar nuestras creencias, ya que, ser críticos es muy duro, pues nos exige elevar la duda al nivel más elevado, replantearnos nuestras ideas y sustituirlas, si ‘racionalmente’ las alternativas nos pueden parecer mejor documentadas.

Pero, como digo, en general preferimos evitar la disonancia cognitiva.

‘Y esa disonancia cognitiva, teoría desarrollada por Festinger (1957) sobre la reelaboración de informaciones relevantes en virtud de una decisión, parte del hecho de que a veces se seleccionan aquellas informaciones que hacen ver como correcta la propia decisión, y las informaciones contrarias se ‘rechazan’ o se desatienden (por ej., la propaganda en favor de la marca del automóvil que se ha comprado, frente a la propaganda en favor de otras marcas)’

(Friedrich Dorsch, obra ya citada)

Pues bien, en nuestro contexto sociopolítico, los unionistas y los independentistas nos cerramos en banda respecto a propagandas ajenas. Por eso, a todos los del otro bando los denominamos ‘fachas’, aplicando ese calificativo de forma demasiado alegremente.

Otro ejemplo lo podemos ver, en nuestra manifestación en la avenida Meridiana de Barcelona, cuando vemos que los Mossos (la policía autonómica), actúa como corresponde, defendiendo y velando por los manifestantes; actuación que nosotros vemos como la correcta, es decir, que realizan su trabajo; mientras que los unionistas (término que aplicamos genéricamente, también de forma gratuita y acrítica, pues algunos discrepantes, podrían hasta ser independentistas), posiblemente ven que la policía se excede actuando de parte (sin considerar, por lo tanto, que la formalidad legal es la que manda).

Y ante la inminente campaña electoral, en la que, precipitadamente, ya estamos inmersos, cada uno de nosotros nos limitaremos a escuchar gustosamente a nuestro partido, mientras que desoiremos a los restantes, por considerarlos como ya sabidos. Es decir, que actuaremos según la citada ‘disonancia cognitiva’, para seguir en nuestro confort.

Asimismo, los diferentes líderes actúan según los propios intereses personales y partidistas, pero nos ‘venden’ sus respectivos programas bajo el paradigma perfecto, ya que:

‘Paradigma: teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento’

(Diccionario, RAE)

Sobre el particular es interesante la siguiente fábula (mezcla del ‘experimento’ de Stephenson (1967) y la interpretación del psicólogo Bennett Jeff Galef) :

‘Rompiendo el paradigma del experimento de los monos:

Un grupo de científicos encerró a cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de plátanos. Cuando uno de los monos subía la escalera para agarrar los plátanos, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que se quedaban en el suelo. Pasado algún tiempo, los monos aprendieron la relación entre la escalera y el agua, de modo que cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo molían a palos. Después de haberse repetido varias veces la experiencia, ningún mono osaba subir la escalera, a pesar de la tentación de los plátanos.

Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos por otro nuevo. Lo primero que hizo el mono novato nada más ver los plátanos fue subir la escalera. Los otros, rápidamente, le bajaron y le pegaron antes de que saliera el agua fría sobre ellos. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo nunca más subió por la escalera.

Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo con el que entró en su lugar.

El primer sustituto participó con especial entusiasmo en la paliza al nuevo.

Un tercero fue cambiado, y se repitió el suceso.

El cuarto, y finalmente el quinto de los monos originales fueron sustituidos también por otros nuevos. Los científicos se quedaron con un grupo de cinco monos que, a pesar de no haber recibido nunca una ducha de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentaba llegar hasta los plátanos.

Si fuera posible preguntar a alguno de ellos por qué pegaban con tanto ímpetu al que subía a por los plátanos, con certeza ésta sería la respuesta: ‘No lo sé. Aquí las cosas se han hecho siempre así’.

(lapiedradesisifo.com)

‘Entre otras cosas, esta breve historia sirve para ilustrar cómo nos formamos esquemas mentales que influyen en la manera en que interpretamos la ‘realidad’.

También sirve para ejemplificar cómo nos acostumbramos a percibir una situación de una manera, que con el tiempo se vuelve inflexible y nos produce ‘ceguera paradigmática’.

Asimismo, de este relato podemos obtener un buen ejemplo de cómo nos aferramos y compartimos nuestras creencias, sin siquiera pensar en su origen, ni mucho menos comprenderlo.

Por último, debo decir que esta mini fábula siempre me hace pensar en cuánta falta nos hace desarrollar la capacidad de dudar, de hacernos preguntas sobre las causas de las cosas y explorar oportunidades’.

(ampliatusoportunidades.com)

En definitiva, frente al ‘independentismo mágico’ o el ‘pactismo mágico’, como se acusan los partidos independentistas, sería preciso tener presente el citado pensamiento de Xavier Zubiri (1898-1983): ‘reísmo sin ideas’ o ‘ideísmo sin realidad’; pero todos sabemos que, como se atribuye a Albert Einstein (1879-1955):

‘¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio’.

Y siguiendo con Zubiri:

‘Y esta unidad extraña entre entenderse y no estar de acuerdo en nada es lo que, positivamente constituye un conflicto. Yo he querido dibujar ante las mentes de ustedes este conflicto en el que estamos sumergidos; un conflicto del que no puede salirse por combinaciones dialécticas sino poniendo en marcha, cada uno dentro de sí mismo, el penoso, el penosísimo esfuerzo de la labor filosófica’.

Deberíamos actuar como el célebre espía que surgió del frio, George Smile, del citado John le Carré, que, recogiendo experiencias y vivencias del propio autor, que trabajó una década en el M15, pues:

‘fue el autor de la decencia, porque en un mundo miserable y sórdido, él no paraba de preguntarse en sus novelas por la vieja cuestión del fin y de los medios, y por la dignidad, y por la valerosidad, y por los amigos y los enemigos y los pactos y los códigos y las victorias pírricas y las heridas irreparables. En realidad, Le Carré nunca ha parado de preguntarse sobre qué es ser un buen hombre. Sobre qué salva a una sociedad y qué la condena’.

(Elespañol, 13 diciembre 2020)

En definitiva, que, siguiendo a Smile (y a Einstein), deberíamos superar los actuales corsés, y ser proactivos en aras a conseguir nuestro objetivo independentista, dejando de lado todos los cantos de sirena, pues el objetivo es uno, y si bien hay muchos caminos, unos dando muchas vueltas, pasan por Roma (y ‘con la iglesia hemos topado, amigo Sancho’), mientras que otros caminos, seguramente más tortuosos y dificultosos, finalmente pueden resultar más directos. Y esto es lo que queremos muchos (entre ellos Carles Puigdemont) y deberíamos quererlo todos los que queremos ver la república catalana; en caso contrario sería una tarea que dejaríamos a nuestros nietos.

Si no racionalizamos la situación, no dejaremos de actuar como los monos del citado experimento, pues acabaremos pegando a todo el que quiera subir la escalera y coger los plátanos, aunque no sepamos, efectivamente, el motivo de dar estas palizas a los nuevos. Y que los nuevos se reconviertan y sean los más agresivos, es lo que nos pasa y pasará, si seguimos por el actual camino de discusiones entre los partidos independentistas.

Que los unionistas sigan pegándonos, ya va de suyo, va en su ADN evitar la división de la sacrosanta unidad española. Pero nosotros no deberíamos seguirles el juego. Debemos huir de su realidad domesticada.

Amadeo Palliser Cifuentes

amadeopalliser@gmail.com