La lectura del artículo de Salvador Cardús, titulado ‘Esperanzas y deseos para el 2021’ (Ara, 11.1.21), que empezaba diciendo:
‘No sé si la esperanza nace del deseo, o si el deseo concreta la esperanza. También hay deseos desesperanzados, que sabemos que nunca se cumplirán. Y hay esperanzas vagas que no encuentran ningún deseo en el que confiar (…)’
me ha hecho pensar y, en primera instancia me he acordado de la canción que lleva el título que he tomado para este escrito, compuesta por Víctor Manuel San José en 1981, cantada por Ana Belén, tiene la siguiente letra:
‘España camisa blanca de mi esperanza
reseca historia que nos abrasa
con acercarse sólo a mirarla.
Paloma buscando cielos más estrellados
donde entendernos sin destrozarnos
donde sentarnos y conversar.
España camisa blanca de mi esperanza
la negra pena nos atenaza
la pena deja plomo en las alas.
Quisiera poner el hombro y pongo palabras
que casi siempre acaban en nada
cuando se enfrentan al ancho mar.
España camisa blanca de mi esperanza
a veces madre y siempre madrastra;
navaja, barro, clavel, espada.
La muerte siempre presente nos acompaña
en nuestras cosas más cotidianas
y al fin nos hace a todos igual.
España camisa blanca de mi esperanza
de fuera a adentro, dulce o amarga
de olor a incienso, de cal y caña.
Quién puso el desasosiego en nuestras entrañas
nos hizo libres, pero sin alas
nos dejó el hambre y se llevó el pan.
España camisa blanca de mi esperanza
aquí me tienes nadie me manda
quererte tanto me cuesta nada.
Nos haces siempre a tu imagen y semejanza
lo bueno y malo que hay en tu estampa
de peregrina a ningún lugar’.
Víctor Manuel, como en otras canciones, en esta canción también se basó en poemas de Blas de Otero (1916-1979). En este caso, en concreto, en:
‘España’:
Patria de piedra y sol y líneas
de lluvia liviana
(orvallo, sirimiri, de Galicia,
Asturias, Vascongadas:
mi imborrable lluvia en cursiva),
desesperada
España, camisa
limpia de mi esperanza
y mi palabra viva,
estéril, paridora, rama
agraz y raíz
del pueblo: sola y soterraña
y decisiva
patria!’.
Y posteriormente, Otero escribió: ‘Este es el libro. Ved. En vuestras manos / tenéis España. Dicen que la dejo / malparada. No es culpa del espejo. / Que juzguen los que viven por sus manos//’ (…) y ‘Que trata de España: Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre / aquel que amó, vivió, murió por dentro / y un buen día bajó a la calle: entonces / comprendió: y rompió todos sus versos’ (1964).
Pues bien, tras esta larga introducción, me parece interesante reproducir el esquema de los sentimientos que tienen que ver con las previsiones, previsiones que pueden ser agradables o desagradables, cumplidas o no cumplidas:
· Previsión deseable sin cumplimiento: decepción.
· Previsión indeseable sin cumplimento: alivio.
· Previsión deseable sin confirmación todavía: esperanza.
· Previsión indeseable sin confirmación: miedo.
· Previsión deseable realizada: triunfo.
· Previsión indeseable realizada: experiencia del ‘ya lo decía yo’.
(José Antonio Marina y Marisa López Penas, ‘Diccionario de los sentimientos’, Anagrama, Barcelona 1999, pág. 230)
Asimismo, estos autores afirman:
‘los deseos pueden estar en el origen de los sentimientos o pueden ser una consecuencia de los sentimientos (…) la furia implica deseos de venganza; el miedo deseo de huida; el amor deseo de acercamiento o posesión (…) un deseo frustrado produce decepción o furia o desaliento’
(pág. 66)
Creo que con estas explicaciones queda aclarada la duda de Salvador Cardús.
Ahora bien, aplicando a la situación española actual, y vista su actuación respecto a los presos políticos, ya que ayer, las juntas de tratamiento de las prisiones de Wad-Ras, Lledoners y Puig de les Basses, volvieron a proponer el tercer grado para los presos políticos, abriéndose ahora un proceso de revisión legal, si bien la fiscalía (que depende del gobierno central), ya se ha manifestado en contra de ese ‘beneficio’, a pesar de que prácticamente ya han cumplido una cuarta parte de la pena impuesta. Y, al final, la petición llegará a la mesa (y la maza) de Marchena y, como todos sabemos, será el final, nuevamente, ya que su deseo de venganza es insaciable.
Por eso, estaríamos, ante un deseo previsible que no se cumplirá y, por lo tanto, nos provoca el sentimiento de decepción, desilusión, frustración, insatisfacción.
Etimológicamente, el término decepción viene de la expresión latina deceptio, engaño, fraude.
Pero, en nuestro caso, nadie ha engañado, pues el estado español nos ha mostrado siempre los poderes de sus cloacas y de sus garras. Y nosotros lo sabemos, todo sigue igual, Franco hizo fusilar al president de la Generalitat Lluís Companys en 1940, y la ideología sigue siendo la misma: TODO POR LA SACROSANTA UNIDAD DE ESPAÑA.
Por eso, nuestro sentimiento es más de desesperanza, término que, junto a la desilusión y pesimismo, son antónimos de la esperanza.
Etimológicamente, el término esperanza, viene del latín sperare / spes. Está compuesto por el verbo transitivo e intransitivo ‘esperar’ y del sufijo ‘anza’ que indica acción, resultado, cualidad o agente.
Obviamente, dada la historia de estos últimos 300 años (desde 1714, con el dominio del primer Borbón Felipe V), no tenemos ni podemos tener ningún atisbo de esperanza, no podemos tener un ánimo optimista, no podemos seguir esperando confiados.
Y eso nos lo demuestran cada día, ayer, también, en el parlamento de la UE, con el PP, PSOE y Ciudadanos pidiendo el suplicatorio para que quiten la inmunidad a Carles Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsatí.
Y a pesar de esa estrategia, la de la fiscalía y la de los europarlamentarios, aún Pedro Sánchez quiere ser el ‘paladín del diálogo’ con Catalunya; pero, un diálogo unidireccional, quiere imponer su discurso, sobre un país con los independentistas arrasados; por eso impuso que el ministro de sanidad, Salvador Illa, a pesar de estar en plena pandemia, dejase sus responsabilidades (en el próximo inicio de la campaña electoral), para ser el candidato a la presidencia de la Generalitat, confiando en el efecto de la gran exposición televisiva que ha tenido y sigue teniendo Illa.
Y otra muestra más de que Sánchez prioriza el éxito del PSOE, por encima de los intereses generales de la salud, lo vemos en los esfuerzos que han realizado estos días, para presionar que las elecciones catalanas se realizasen el próximo 14 de febrero, cuando la Generalitat y los demás partidos estaban de acuerdo en retrasarlas unos meses, hasta que pase la crisis de la tercera ola del covid.
El año pasado, las comunidades autónomas gallega y vasca retrasaron sus respectivas elecciones, por la pandemia, y nadie puso ninguna objeción. Pero cuando se trata de Catalunya, los poderes del estado aplican su lema de ‘caña al mono’.
Ciertamente, las mencionadas comunidades tienen su propia ley electoral, mientras que aquí no la tenemos, pues en estos cuarenta años los partidos no se han puesto de acuerdo para ello; pero la junta electoral central señaló que no habría ningún problema en demorar las elecciones del 14 F.
Pero, ayer, incluso el ministro de justicia del gobierno central, Juan Carlos Campo, llegó a decir que retrasar esas elecciones era ‘suspender la democracia’. Y esto, dicho por el ministro de INjusticia español, casi parece una broma de mal gusto, pues los gobiernos centrales del PP y PSOE, en estos últimos tres años, nos han depuesto a un presidente, Carles Puigdemont, han impedido que Jordi Turull y Jordi Sánchez pudieran ser presidentes, han inhabilitado a Quim Torra. Pero está claro que para Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, eso es la democracia, irse cargando a los presidentes electos, hasta conseguir una a su justa medida.
Ese mismo ministro Campo, dijo que España recurriría la sentencia de los magistrados belgas a favor del conseller Lluís Puig, cuando ni la fiscalía belga, representante de la fiscalía española, no recurrió esa sentencia, por lo que el caso ya está cerrado; y esto Campo lo sabe o lo debería saber, pues ha sido magistrado durante décadas.
Por todo eso, debemos acogernos al sufijo ‘anza’, del latín antia, que denota acción, que está en muchos términos: venganza, labranza, semejanza, ordenanza, holganza, acechanza, adivinanza, alianza, matanza, etc.
Es decir, debemos ser activos, no podemos quedarnos pasivos en el sofá de casa.
Y en primer lugar, debemos superar las divisiones de los independentistas, tan asquerosas e infantiles como las que estamos viendo estos días, y aplicar la técnica del kintsugi o kintsukuroi:
‘Reparar con oro’, que es una práctica japonesa que consiste en utilizar oro, plata o laca, como polvo para la reparación de objetos de cerámica, generalmente piezas de vajilla, mediante el metal precioso para unir los fragmentos en los que se ha roto una pieza.
(…)
Cada cerámica reparada presenta unas uniones de diferentes líneas doradas únicas e irrepetibles a causa del azar con que se hizo trizas.
(…)
La práctica proviene de la idea que una forma con un mayor grado de perfección estética puede surgir por la imperfección y la herida.
(…)
El arte del kintsugi, que se remontan al siglo XV, se utiliza a menudo como un símbolo y metáfora de resistencia (…) relacionándose, de ese modo con la filosofía del wabi-sabi, la aceptación de lo imperfecto o defectuoso’.
(Wikipedia)
No tenemos otra, debemos unirnos de nuevo, y ser activos, pues sabemos que delante tenemos un estado con una ‘reseca historia que nos abrasa con acercarse solo a mirarla’, ’a veces madre y siempre madrastra’, ‘quién puso el desasosiego en nuestras entrañas, nos hizo libres, pero sin alas, nos dejó el hambre y se llevó el pan’, como dice la canción citada de Víctor Manuel.
Y, como dijo Blas de Otero, ‘no es culpa del espejo’, la realidad es la que es.
Y, siguiendo con este poeta, ‘Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre / aquel que amó, vivió, murió por dentro / y un buen día bajó a la calle: entonces / comprendió: y rompió todos sus versos’. Pues eso mismo tenemos que hacer nosotros, romper todos nuestros versos, todas las cadenas que nos atan con España.
Amadeo Palliser Cifuentes