Replantear la política medioambiental en México es más que necesario. Sabemos que el tema de la sustentabilidad no es una prioridad de la administración que encabeza Andrés Manuel López Obrador, pero con el pasar de los años este se ha convertido en un asunto de seguridad nacional, debido a las aceleradas afectaciones que trae consigo el cambio climático.
No hablamos solo de los repentinos e imprevistos cambios en el clima, o la variación en cantidad y frecuencia de las lluvias, sino a muchos otros como la dramática disminución de recursos naturales que van desde el agua para consumo humano a la producción de las tierras fértiles.
Todos ellos, temas que parecieran estar alejados de la realidad diaria de las grandes ciudades pero que de no atenderse traerán consigo un escenario de emergencia que, sin una respuesta rápida y adecuada, acumularán enormes costos para la población. Aún estamos a tiempo, pero se necesita de una decisión de altura para poner sobre la mesa el interés general por el bien de todos.
Es por ello que el debate sobre las fuentes de energía altamente contaminantes ha estado en la agenda pública durante las últimas semanas. La propuesta del gobierno para favorecer a la Comisión Federal de Electricidad sobre los particulares, además del velo patriotero, esconde la degradación del medio ambiente de manera abierta y patrocinada desde el poder.
Ejemplos como este hay muchos, que se suman a una larga cadena de disposiciones que antepusieron la politiquería a la protección de los ecosistemas y, con ello, de paso, una puñalada a la reserva natural de México. Para muestra, un botón: el Tren Maya, que con sus rieles parte en dos la selva y fragmenta el equilibrio biológico del sureste mexicano.
Proyectos que en su justificación vienen siempre asociados a una palabra, “desarrollo”; multicitado concepto que según la conveniencia se adapta para validar lo propio y denigrar lo que hicieron los demás. Como hemos visto, el uso perverso del lenguaje también aniquila bosques y selvas.
Por otro lado, la agenda verde avanza en las economías más desarrolladas, no como una moda, si no como la urgencia de poner manos a la obra en todos los niveles, para adaptarse, controlar y, en la medida de las posibilidades, meter reversa al enorme daño que la huella humana y la actividad industrial le han hecho al planeta.
ENTRETELONES. A diferencia de Donald Trump es más que conocida la postura que Joe Biden tiene sobre la sustentabilidad. El nuevo presidente de Estados Unidos es un creyente defensor del medio ambiente, lo cual, sin duda, moldeara en positivo algunas políticas del gobierno mexicano. Esperemos que así sea, por el bien de las actuales y nuevas generaciones.