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Euforia por la aprobación de la eutanasia en España

Amadeo Palliser Cifuentes    amadeopalliser@gmail.com

Hoy, en el congreso de los diputados los diputados han aprobado la ley de la eutanasia (202 votos a favor y 141 en contra), con las máximas garantías y también limitaciones, pero es un buen principio para facilitar la muerte asistida, la muerte digna.

Inventando el término, y formando un neologismo, podríamos decir que esa ley es un ‘euprincipio’, que nos aproxima a bastantes países que reconocen este derecho.

Es preciso señalar que la eutanasia implica la intervención (activa o pasiva) directa o indirecta de un médico, para acelerar la muerte del paciente. En cambio, en el suicidio asistido, es el propio enfermo que pone fin a su vida.

Así que, ahora, una comisión colegial médica analizará la aplicación de esta nueva norma, para su aplicación legal dentro de tres meses, al publicarse en el BOE. En este período se evidenciarán todo tipo de problemas, desde la deontología personal de los médicos (y su objeción de conciencia), hasta la legal, ya que los partidos de derechas, PP y Vox, ya han anunciado que llevarán esta norma al tribunal constitucional, para evitar su puesta en marcha.

En este escrito haré un repaso al concepto de la eutanasia, partiendo de su etimología. Ya que me parece más ilustrativo, que entrar a tratar aspectos más farragosos y legales.

Eutanasia proviene del griego, del prefijo ‘eu’ = bien’; y ‘thanatos’ = muerte.

Como antónimos, tenemos: resucitación, reavivamiento, vivificación, resurgimiento. Atanasia (nombre) = sin muerte.

Mientras que otros términos relacionados con la eutanasia son: la ‘ortotanasia’: que la muerte ocurra ‘en su tiempo cierto’; la ‘distanasia’: prolongación médicamente inútil de la agonía de un paciente sin perspectiva de cura.

El prefijo ‘eu’ lo encontramos, asimismo, en bastantes términos:

·       Eucalipto: bien oculto

·       Eucariota: célula bien formada

·       Eucaristía: bien agradar (agradecimiento)

·       Eufemismo: bien decir

·       Eufonía: sonidos agradables

·       Euforia: bien llevar

·       Eugenesia: buen origen, buen nacer

·       Eugenia: (nombre) buen origen, bien nacida

·       Euritmia: buen ritmo, armonioso

·       Eutrapelia: broma o crítica amable

·       Eutrofia: buena nutrición.

·       Etc.

Otras palabras también empiezan con ‘eu’, pero no como prefijo, por ejemplo:

Euro, Europa:

‘que viene del griego ‘eurus’, que denominaba el viento del este (del sudeste cuarto este), ‘al que se aparta a la parte meridional donde sale el trópico de Capricornio, le llamaron ‘euro’; y al que se aparta del subsolano hacia la parte septentrional, por donde sale el trópico de Cáncer, le llamaron ‘vulturno’)

Eunuco:

‘del griego eunoûkhos, compuesto ‘eun’ de ‘euné’: cama, y ‘ókhos’ de ékhein’: tener, guardar. El guardián de la cama.

Es interesante destacar que a lo largo de toda la historia ha habido posiciones favorables y detractores de la eutanasia:

‘las prácticas eutanásicas y de suicidio por motivos altruistas, eran bastante frecuentes en los pueblos primitivos, pudiéndose destacar tres categorías: suicidios de hombres una vez llegados a la vejez o enferman; suicidios de mujeres a la muerte de su marido; suicidios de los servidores, a la muerte de sus jefes’.

(www.ub.edu)

Y podemos ver que, a lo largo de la historia clásica (griega y romana), muchos pensadores escribieron al respecto:

En la Grecia clásica la eutanasia fue una muerte honorable y una muerte sin dolor, suave, como describe Homero (siglo VIII a.C.)  en la Odisea (canto XI, verso 134): ‘Y entonces te llegará la muerte fuera del mar, una muerte muy suave que te consuma agotado bajo la suave vejez’.

Hipócrates (460 a.C. – 370 a.C.), estableció el juramento que lleva su nombre: ‘Y no daré ninguna droga letal a nadie, aunque me la pidan, ni sugeriré un tal uso, y del mismo modo, tampoco a ninguna mujer daré pesario abortivo, sino que, a lo largo de mi vida, ejerceré mi arte pura y santamente’

Poseidipo (310 a.C. – 240 a.C.): ‘de todo lo que un hombre puede pedir de los dioses, la eutanasia es lo mejor’.

Lucio Anneo Séneca (4 a.C. – 65 d.C.): ‘es al hombre a quien corresponde decidir libremente sobre el sentido y su capacidad de soportar su existencia en el cuerpo (…) no se debe ni querer demasiado a la vida ni odiarla demasiado, sino buscar un término medio y ponerle fin cuando la razón lo aconseje’, ‘es preferible quitarse la vida, a una vida sin sentido y con sufrimiento’.

Marco Aurelio (121 d.C. – 180 d.C.): ‘una de las funciones más nobles de la razón, consiste en saber si es o no, tiempo de irse de este mundo’.

(Wikipedia)

Evidentemente, cuando estamos en la plenitud de la vida, tememos al sufrimiento, al dolor, a las limitaciones invalidantes; y muchos consideramos que cuando la calidad de vida entre en ciertos niveles ‘trágicos’, con dolores y dependencias para todo, razonablemente preferiremos morir, suavemente.

El temor a la muerte, a lo desconocido, es un tema personal, y cambiante puntualmente a lo largo de la vida. Y ese temor es diferente, o no está, en los que afortunadamente, tienen unas creencias sobre recompensas futuras.

Y no me parece nada afortunada la frase de Antonio Machado: ‘La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, no somos’

Como se dice, el olvido es la segunda muerte. Y si ese olvido lo tiene una persona viva con una cierta patología: alzheimer, demencia, etc., ya es el summum del terror, aunque para ella, en apariencia, sea indiferente.

El olvido, es un mecanismo de defensa, inconsciente, que nos ayuda a soportar algunos aspectos penosos.

Asimismo, hay otros motivos que comportan el olvidar, motivos que son meramente fisiológicos y están en función de la distancia temporal. Asimismo, según la ley del olvido, formulada por Théodule-Armand Ribot (1839-1916) conocido por su ley sobre la amnesia (1881) ‘la destrucción de los contenidos de la memoria se produce en sentido inverso a su construcción’.

Gabriel García Márquez (1927-2014), en su novela ‘Cien años de soledad’ (1960), José Arcadio Buendía sueña con su ‘Macondo’, y con su esposa Úrsula Iguarán funda ese pueblo, y pasan los años, y el pueblo va creciendo, hasta que un día llega Rebeca y la adoptan. Pero, con ella llega la peste del insomnio, y con el insomnio, llega la peste del olvido, hasta el extremo de tener que etiquetar las cosas, los objetos, para recordar sus nombres, pero, con el tiempo, las personas también olvidan leer. En esta novela la solución la trae Melquíades, que regresa de la muerte, con una bebida mágica para restablecer la memoria.

Me parece interesante que la que trae el insomnio y el olvido se llame Rebeca, que, en hebreo, significa cautivadora, cautivante.

En otro orden de ideas, estoy convencido que el olvido de las personas fallecidas, por ejemplo, de los abuelos, es su segunda y definitiva muerte. En la actualidad, ya no sabemos casi nada de nuestros bisabuelos; y si nos hemos dedicado a buscar referencias, tendremos esos cuatro datos y alguna fotografía, pero eso no son recuerdos. No sabemos nada de sus pensamientos, de sus sentimientos.

Pero realmente tampoco sabemos mucho ni de nosotros mismos, pues concentramos nuestras energías para solucionar, egoístamente, nuestras necesidades puntuales. Y si miramos atrás, recordaremos momentos, hechos, situaciones, personas, etc., como si viéramos una biblioteca, una ‘ideoteca’, con un guión constantemente reelaborado. Y estamos atados a esos recuerdos, y por ellos, en cierto modo, conformamos nuestro futuro, dentro de la imprevisibilidad del mismo.

Y de ese modo, iremos reelaborando nuestra historia, pretendiendo justificarnos una ‘euhistoria’; cuando lo realmente interesante es intentar diseñar un proyecto del resto de nuestra vida, pensando, exclusivamente, en los años que nos puedan quedar. Eso sería una perfecta eugenesia.

Ir aceptando y asimilando las constantes limitaciones biológicas, es muy saludable, ya que lo patológico sería creerse siempre un Peter Pan.

Pero, adoptar esas limitaciones de forma depresiva y, como la profecía que se autocumple, ir auto invalidándonos, es el círculo vicioso, una cierta eutanasia paulatina, que empieza con las limitaciones físicas, y acaba con limitaciones psicológicas y sociales; por lo que, en realidad, en esos casos no es tan buena, tan ‘eu’.

Por todo esto, lo deseable sería ir teniendo la ilusión para una constante eugenesia y, llegado el momento, la eutanasia y… punto final.