Ayer no tuvimos ninguna sorpresa al ver las declaraciones, por videoconferencia, de los expresidentes José Mª Aznar y Mariano Rajoy. Estamos acostumbrados a sus repetidas mentiras, ahora incluso como testigos en el juicio. Pero todos sabemos que no serán encausados por mentir, estando obligados a decir la verdad.
Todo sigue el curso previsto por la cúpula judicial: mienten, nadie sabe nada de la caja B, nadie se reconoce, incluso Rajoy desmiente ser M. Rajoy ni Aznar ser J. A. ni J. M., nadie cobró sobresueldos, nadie oyó hablar de donaciones de empresarios, incluso ambos expresidentes del PP negaron haber tenido responsabilidad respecto a los gerentes y tesoreros, por lo que dijeron, apenas tenían relación con ellos. Aznar llegó a decir que él no iba de visita a los despachos de sus inferiores (por lo tanto, eran subordinados).
Incluso Aznar declaró con la mascarilla FFP2 puesta y un gran foco iluminando excesivamente su cara, que quedaba quemada, sin color; y a preguntas del abogado de la acusación, Gonzalo Boye, de si estaba sólo en la sala, dijo que sí, y que estaba en el despacho de su casa. Boye le preguntó, en ese caso, por qué llevaba la mascarilla, Aznar le contestó que él era muy respetuoso con las indicaciones sanitarias, que recomendaban la mascarilla y la distancia. Y el juez, claro, zanjó el tema.
Que desfachatez, cuando fue él, Aznar, precisamente, el que el 3 de mayo del 2007, defendió el uso del coche después de haber consumido alcohol:
‘a mí no me gusta que me digan las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber (…) déjame que las beba tranquilamente, mientras no ponga en riesgo a nadie, ni haga daño a los demás’.
Asimismo, con el plan chulesco que les caracteriza, Aznar requería, en cada caso, identificar a los abogados que les interrogaban, puntualizando, por ejemplo: Usted, Sr. Boye, es el abogado de Puigdemont y de terroristas; asimismo dijo no saber si en algunos despachos de la sede del partido había cajas fuertes, pues él no era inspector de cajas fuertes. Y Rajoy, diciendo que era metafísicamente imposible que él destruyera papeles que no existían. Y, claro, el tribunal no les cortó ni les llamó la atención. Y ni la fiscalía ni la abogacía del estado les hicieron ninguna pregunta, para no molestarles ni dejarles en evidencia, claro. VERGONZOSO, PERO NADA NUEVO BAJO EL SOL.
Todos sabemos que en nuestro entorno tenemos muchas situaciones y ejemplos vergonzantes, como ayer, en el corte diario de la avenida Meridiana, a la que vinieron los del colectivo anti-cortes, tal como habían anunciado. Y tampoco es ninguna sorpresa ver que los asistentes, por más que se ‘anuncien’ como vecinos del barrio, la mayor parte de ellos no lo eran, pues un compañero dijo que muchos habían venido con un par de autocares. En total fueron unos doscientos, con banderas españolas, y con un megáfono tocando el himno de España, nada que objetar, la libertad de expresión debe respetarse.
Dado el adecuado despliegue policial, que se interpuso entre ambos colectivos, no se produjo ningún incidente, salvo los gritos de ambas partes, para mostrar la respectiva musculatura. De todos modos, al menos por nuestra parte, nunca se hubiera dado ningún incidente, a lo sumo, reactivo de defensa.
Pero lo que sí que encontré fuera de lugar del todo, fue uno de los eslóganes que les oí gritar, es decir: ‘Culpa vuestra nuestros hijos tienen que estudiar el catalán’. No puedo precisar si dijeron ‘el catalán’ o ‘en catalán’, supongo que fue esto último.
Sea como sea lo que gritasen, ese mensaje me pareció de lo más nefasto y desafortunado, muestra de una gran incultura y desprecio a la historia y la convivencia de la tierra y la ciudadanía en la que viven. Y, obviamente, no deja de ser más que otra muestra del comentario que recogí ayer, de Pablo MM (atribuido a Julio Anguita), y que, entre otras cosas decía:
‘No, algunos no sois fachas por sacar la bandera de España. Lo sois porque sólo la sacáis para oprimir. Nunca os vi en desahucios, o en mareas o en un comedor social con ella.
(…)
Así que no, no eres facha por tener la bandera. Lo eres porque tu país sólo es la bandera y el himno. Tu ‘gran nación’ cabe en una caja de zapatos’.
Y está claro que en esa patria / caja de zapatos, sólo les cabe el castellano
En el siguiente cuento, el gallo da una lección entre lo útil y el ‘valor’ de lo inútil; y me parece que es muy didáctica para confirmarnos que no debemos dedicar ni un minuto a responder a los que vienen a confrontarse con nuestra manifestación. Nosotros tenemos unos objetivos claros: la amnistía de los presos, exiliados y represaliados, y poder realizar un referéndum de autodeterminación acordado.
Y si ellos cantan gritos como el que he citado, que sigan con las limitaciones de su caja de zapatos, también mental. Nosotros a lo nuestro. No vale la pena ni hacer de espejo.
‘El gallo y la joya
En una enorme granja, vivía un hermoso gallo, al que todos los días su dueño dejaba salir a pasear por el campo para que buscara alimento para él y las gallinas con las que compartía el gallinero.
Cierto día, estando buscando el gallo la mejor zona para que las gallinas y sus pollitos pudieran alimentarse durante todo el día sin que nadie los molestara, se encontró una enorme piedra preciosa de color verde. Tras dar unas cuantas vueltas a su alrededor y propinarle un par de picotazos para asegurarse que era una joya lo que tenía ante sus patas, le dijo, con cierta indiferencia:
‘Si en lugar de encontrarte yo, lo hubiera hecho mi dueño, se habría puesto tan contento, que hubiera salido corriendo contigo hacia el pueblo más cercano para venderte; pero para mi no tienes ningún tipo de valor. Me es más grato encontrar pequeños granos de cereal, insectos o alguna jugosa lombriz de tierra, que cualquiera de las joyas que tan locos parecen volver a los hombres’.
Moraleja: aquello que no resulta útil, no posee ningún valor’
Por nuestra parte, los partidos independentistas catalanes, debemos cooperar para la obtención de los objetivos comunes, que son los que reclamamos en las manifestaciones que se hacen por diversos lugares de Catalunya y, nosotros, por ejemplo, en la avenida Meridiana: amnistía y referéndum.
Y esa cooperación, debe ser respetuosa y leal, como comenté ayer, pero activa, como se explica en el siguiente cuento, en el que la niña da en el clavo:
‘La niña y el acróbata
Hace muchos años vivía en la India una niña huérfana de padre y madre. Era una chiquilla preciosa, y además de bonita, era bondadosa y muy sensata para sus cinco años de edad.
Desde que tenía uso de razón, vivía en un orfanato y se pasaba el día soñando con encontrar una familia. Pensaba que nunca llegaría ese momento, pero, un día, pasó por su pueblo un acróbata y decidió adoptarla.
¡Qué contenta se puso! Metió lo poco que tenía en una maletita de piel y se fue con su nuevo padre a vivir una vida muy diferente, lejos de allí. El buen hombre la acogió con cariño y la trató como a una verdadera hija.
Desde el día que sus vidas se cruzaron, fueron de aquí para allá recorriendo el país porque se ganaban la vida representando un fantástico número de circo. Siempre juntos y de la mano, caminaban varios kilómetros diarios. Cuando llegaban a una ciudad, se situaban en el centro de la plaza principal y hacían lo siguiente: el hombre colocaba un palo mirando al cielo sobre su nuca, soltaba las manos, y la pequeña trepaba y trepaba hasta la punta del palo. Una vez arriba, saludaba al público haciendo una suave reverencia con la cabeza.
A su alrededor siempre se arremolinaban un montón de personas que se quedaban pasmadas ante aquel acróbata, quiero como una estatua de cera, que sostenía a una niña en lo alto de una vara, sin perder el equilibrio ¡Más de uno se tapaba los ojos y giraba la cabeza de la impresión que le causaba!
Sí, el espectáculo era genial ¡pero también muy arriesgado!, un solo fallo y la niña podría caerse sin remedio desde tres metros sobre el suelo. Al terminar, todos los presentes aplaudían entusiasmados y respiraban tranquilos al ver que pisaba tierra firme, sana y salva.
Casi nadie se iba sin dejar unas monedas en el cestillo. En cuanto se quedaban a solas, contaban las ganancias, compraban comida y, después de una siesta, recogían los petates y tomaban el camino a la siguiente población.
A pesar de que ya tenían mucha práctica y se sabían el número al dedillo, el acróbata siempre se sentía intranquilo por si uno de los dos acababa en tragedia. Un día, le dijo a la niña:
‘He pensado que, para evitar un accidente, lo mejor es que cuando hagamos el número, tú estés pendiente de mí y yo de ti ¿Qué te parece? ¡Me da miedo que te caigas del palo y te hagas daño! Si tu vigilas lo que yo hago y yo te vigilo a ti, será mucho mejor’.
La niña reflexionó sobre estas palabras y mirándole con ternura, le respondió:
‘No, padre, eso no es así. Yo me ocuparé de mi misma y tú de ti mismo, pues la única forma de evitar una catástrofe es que cada uno esté pendiente de lo suyo. Tú procura hacer bien tu trabajo, que yo haré bien el mío’
El acróbata sonrió y le dio un beso en la mejilla ¡Se sintió muy afortunado por tener una hija tan prudente y capaz de asumir sus responsabilidades!
Y así fue cómo, durante muchos años, continuaron alegrando la vida a la gente con sus acrobacias. Como era de esperar, jamás ocurrió ningún percance.
Obviamente, el primer paso para cooperar lealmente es dar un buen ejemplo con nuestra actuación, que debe ser esmerada y mejorada diariamente; confiando que los otros compañeros de viaje harán lo mismo. Pues si se empieza con recelos, la niña seguro que caerá.
Para finalizar, me parece interesante recordar que ayer se cumplieron cinco años del fallecimiento de Johan Cruyff (1947-2016), un ídolo en el campo y un personaje especial fuera de él; y entre sus muchas frases célebres entresaco algunas que se pueden aplicar, también, a la situación política actual, salvando las distancias:
‘El fútbol es un juego que se juega con el cerebro. Debes estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado. Ni demasiado pronto ni demasiado tarde’.
‘En el mundo de los ciegos, el tuerto es el rey, pero sigue siendo tuerto’.
‘Es asqueroso comparar a Messi y a Maradona. La gente que lo vio a Diego disfrutó y la que vio a Leo también’.
‘Juega como si nunca pudieses cometer un error, pero no te sorprendas cuando lo hagas’.
‘Hay que hacer el campo pequeño cuando no tienes la pelota, y hacerlo grande cuando la tienes’.
‘Jugar al fútbol es muy sencillo, pero jugar un fútbol sencillo es la cosa más difícil que hay’.
‘No soy creyente. En España, los 22 jugadores se santiguan antes de salir al campo. Si resultara bien, siempre sería empate’.
‘Todo el mundo sabe jugar a fútbol si le dejas cinco metros de espacio’.
‘Si nosotros tenemos la pelota, ellos no pueden hacer ningún gol’.
‘Tú ¿qué edad tienes? Dieciocho. Pues con 18 años, a Johan Cruyff, se le habla de usted’ (diálogo entre Cruyff y Valdano, dentro de la cancha)
Estas frases reflejan una visión y una mentalidad muy amplias, que, efectivamente, no caben en una caja de zapatos. Y nosotros tenemos mucho que aprender y mejorar.