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La liliputiense política española

Amadeo Palliser Cifuentes    amadeopalliser@gmail.com

En memoria de Arcadi Oliveres i Boadella, (1945-2021), fallecido hoy. Un gran activista y pacifista.

En un artículo titulado ‘Entre enanos y gigantes’, Rafael Argullol (Ara, del pasado 4 de abril), recomendaba la relectura de obras clásicas, como la Odisea, El Quijote, Moby Dick o Robinson Crusoe y, de forma destacada, Los viajes de Gulliver, por cuanto retrataba los defectos sociales de su época en Inglaterra e Irlanda. Y recomienda su relectura ya que su crítica va más allá de su época y de su país.

Siguiendo parcialmente este consejo, pues no releeré esas obras, ya que hay mucho por leer y poco tiempo; sí que he acudido a Wikipedia para hacer una mera aproximación referencial, sabiendo que eso no es ni un sucedáneo de la lectura, ni nada que se le parezca.

Así que, volviendo a esta obra del irlandés Jonathan Swift (1667-1745), cuyo título completo fue ‘Viajes a diversas naciones remotas del mundo, en cuatro partes. Por Lemuel Gulliver, un cirujano especialista primero, a continuación, un capitán de diversos buques’ (publicada en 1726 y revisada en 1735), podremos ver un cierto paralelismo con el estado español actual, como intentaré explicar más adelante, ya que, en primer lugar, me parece interesante reproducir algunas frases célebres de dicho autor:

‘La mayoría de las personas son como alfileres: sus cabezas no son lo más importante’.

‘Los nobles son como las patatas: todo lo bueno lo tienen bajo tierra’

‘Cuando aparece un gran genio en el mundo se le puede reconocer por esta señal: todos los necios se conjuran contra él’

‘Las leyes son como las telarañas que cogen a las pobres moscas y dejan pasar avispas y abejorros’

‘Los mejores médicos del mundo son: el doctor dieta, el doctor reposo y el doctor alegría’

‘La ambición suele llevar a las personas a ejecutar los menesteres más viles. Por eso, para trepar, se adopta la misma postura que para arrastrarse’

‘No hay nada constante en el mundo, salvo la inconstancia’

‘Quien camine atento por las calles verá, sin duda, las caras más alegres en los carruajes enlutados’

‘Visión es el arte de ver las cosas invisibles’

‘Todo el mundo quisiera vivir largo tiempo, pero nadie querría ser viejo’

(www.muyinteresante.es)

En su libro de los Viajes de Gulliver, narra cuatro viajes fantásticos:

–        Primera parte: viaje a Líiliput, país con una raza de personas de menos de 15 cm. (4 de mayo 1699 – 13 de abril 1702)

–        Segunda parte: viaje a Brodgingnag, país con una raza de gigantes de 22 m. de altura (20 de junio 1702 – 3 de junio 1706)

–        Tercera parte: viaje a Laputa, la isla voladora; Balnibarb, la isla que busca ciegamente la ciencia, prescindiendo de la práctica; Glubbdubdrib, la isla del nigromante; Luggnagg, la isla de los inmortales y Japón, para volver a casa, a Ámsterdam, (5 de agosto 1706 – 16 de abril 1710)

–        Cuarta parte: viaje al país de los houyhnhnms, los caballos parlantes (7 de setiembre 1710 – 5 de diciembre 1715)

A efectos del presente escrito, me limito al primer viaje citado, para efectuar un cierto paralelismo, (algo forzado, es verdad) con España.

Liliput es un país belicoso, ansioso de poder, que busca cualquier ocasión para demostrar su autoridad. Y eso tanto en el interior de su país, ya que la disputa por la elección de romper los huevos por el extremo ancho o por el estrecho, ha causado un cisma muy profundo en la sociedad.

Asimismo, esa belicosidad también la muestran con los externos, por eso Gulliver les ayuda, robando la flota del reino insular vecino, Blefuscu.

Finalmente, Gulliver tiene que huir, al ser acusado de orinar sobre el palacio real, para apagar un fuego.

(Wikipedia)

Pues bien, los independentistas catalanes sabemos, pues lo hemos constatado desde el año 1714, que el reino de España también es belicoso, y deseoso de mostrar su autoritarismo, como hizo el rey Borbón el 3 de octubre del 2017, abriendo la puerta al ‘a por ellos’ que nos aplican por tierra, mar y aire.

Respecto al exterior, ya vimos como durante los días del 11 al 20 de julio del 2020, el gobierno de Aznar hizo un ‘casus belli’ de la ocupación del islote del Perejil, por una flotilla marroquí.

Perejil (en árabe Türa), es una isla del estrecho de Gibraltar, a 200 metros de la costa marroquí, y a 8 kms. de Ceuta; es un peñasco deshabitado, de 0,4 x 0,4 Kms, es decir, unos 0,16 Kms2.

Para ‘recuperarla’ el reino de España organizó la ‘gran operación’ Romeo-Sierra, movilizando helicópteros teledirigidos MQ-8 Fire Scout, cazas, la armada y la guardia civil; finalmente la ‘gran victoria’ comportó un herido leve, y 12 marroquís tomados prisioneros, que horas después fueron liberados.

Esa ‘gran guerra’ demostró a España que, a pesar de ser miembro de la OTAN, en un caso de conflicto con el Norte de África, no recibiría el apoyo de ningún país.

Respecto a las diatribas, o discursos acres y violentos, vemos que el reino de España lo aplica contra todo lo que le huele a catalán, especialmente, contra el independentismo. Les es igual el tema que sea, cualquier motivo les es válido para pasar la apisonadora homogeneizadora, ya que no permiten romper ni un huevo, ni por la parte ancha ni estrecha. Ya vimos que, en el año 2015, el concejal de la CUP de Vic, comentó que ‘para hacer una tortilla se han de romper los huevos’, refiriéndose a la independencia de Catalunya; y eso fue motivo de encausarlo por alentar la violencia, ya que el fiscal consideró que esa metáfora ‘implicaba el uso de la violencia’.

Vemos que el estado español sigue aplicando su venganza, hoy, por poner un ejemplo reciente, el poder judicial ha revocado el tercer grado penitenciario a Carme Forcadell (ex presidenta del Parlament) y a Dolors Bassa (ex consellera), por lo que deben ingresar inmediatamente en prisión, como el resto de presos.

En esta línea me parece muy ilustrativo el artículo de Salvador Cardús, ‘la arena fina de la represión’, del que reproduzco algunos párrafos.

‘(…) Los últimos meses he podido comprobar algunos de los efectos colaterales que derivan del 1 de Octubre 2017 y de la aplicación del artículo 155. Me refiero a cómo ha afectado en las administraciones públicas y buena parte de la vida institucional, asociativa y profesional. Es una represión que de manera discreta y silenciosa se extiende como una mancha de aceite y que tendrá unas consecuencias ahora mismo tan incalculables como imprevisibles.

(…)

Es preciso señalar el miedo difundido entre el funcionariado de las administraciones catalanas, causado por las investigaciones judiciales retrospectivas en la búsqueda de pruebas que les podrían incriminar, supuestamente, en la connivencia con la preparación de la independencia de Catalunya.

Este temor ha llevado al actual exceso de celo de los organismos de control, espantados por las posibles responsabilidades administrativas y penales pasadas y futuras. Sólo por señalar lo que conozco, esta intervención extremadamente cautelosa está afectando todo el tejido de organizaciones que hasta ahora habían contado con el soporte público a través de convenios y otros mecanismos de subvención. Los procedimientos fiscalizadores se han complicado y los controles se han multiplicado tanto, que en muchos casos su continuidad está en peligro.

Otra dimensión de esta represión sutil ha sido el acobardamiento nacional que ha llevado a retornar a un marco mental de referencia español, reculando, de manera dramática, a los ya lentos procesos de autodeterminación. Se han multiplicado las sistemáticas referencias a los contenidos de la prensa española como si fuera propia, se ha reactivado la vieja presencia de comentaristas ajenos a la realidad catalana para evaluarla desde una perspectiva estatal y, sobre todo, vuelven a abundar las expresiones implícitas de los ‘aquí’ y el ‘nosotros’ que aceptan con pasividad que somos un territorio dependiente. Hemos reculado a aquel punto que hace un par o tres de décadas definí diciendo que, para muchos medios de comunicación y sus comentaristas, ‘Catalunya les ha quedado pequeña, pero que el mundo se les acaba con España’.

(…) También están los cálculos de interés profesional que saben que la expresión de determinadas ideas políticas afectará la dimensión de su mercado laboral. Particularmente, el mundo académico es una buena muestra. Si se quiere hacer carrera académica, si se quieren conseguir proyectos de investigación o becas para internacionalizarse, es obvio que conviene no dejarse marcar políticamente por el independentismo y sobre todo dejar la lengua catalana para los asuntos domésticos. El caso de Clara Ponsatí y la no renovación por parte del gobierno español de su posición en la Universidad de Georgetown el 2013, mucho antes de su actividad política, puso en evidencia los riesgos de significarse en favor de la independencia.

Ciertamente, es necesario denunciar la represión política más contundente y que afecta a la vida y la hacienda de muchos catalanes. Pero es preciso no olvidar la arena fina represiva que, con disimulo, está calando buena parte del país’

(Ara, de hoy, 6 de abril)

Esta arena fina, esta mancha de aceite, es parte de la política represiva española, mientras que los juicios, prisión, multa, exilio, imputaciones, etc., son la parte más burda de esa política. Y, obviamente, esa es, a mi modo de ver, la política liliputiense del reino español, dirigido por liliputienses al mando del rey Borbón, rodeado de toda una corte de súbditos palmeros.

Vaya diferencia con el citado Arcadi Oliveres, fallecido hoy, una persona de una altitud ética y moral, que, como no podía ser de otro modo, estaba a favor del derecho a la autodeterminación.

En cuanto a la ciudadanía independentista catalana, y como señala el sociólogo Cardús, ya sea por comodidad o por intereses profesionales, muchos han decidido aparcar sus reivindicaciones independentistas para otra generación, pues ya se creen suficientemente ‘autojustificados’ con su labor efectuada estos años, y no quieren arriesgarse más, o consideran que es imposible conseguir nada. Han asumido el ‘atado y bien atado’ franquista.

Y esa posición, con toda seguridad, está totalmente en contra del pensamiento de Arcadi Oliveres que consideraba:

La libertad se ha de poder ejercer con libertad. Y eso quiere decir, entonces, tener unas condiciones mínimas para hacerla posible y sumar muchos grados de integridad, entereza, y, como en tantos otros ámbitos, también de desobediencia (sin miedo) hacia los (falsos) discursos imperantes de los poderes fácticos. Sólo así abriremos grietas’.

(Arcadi Oliveres, ‘Paraules d’Arcadi: què hem après del món i com podem actuar’, Angle Editorial, febrero 2021, pág. 48) (Palabras de Arcadi: qué hemos aprendido del mundo y cómo podemos actuar). Último libro editado por el autor, en ese momento ya enfermo.

Por lo tanto, los independentistas catalanes tenemos dos opciones: doblegarnos a la política liliputiense, o, por contra, seguir con una mentalidad gigantesca, como las de los Brodgingnag, los gigantes del segundo viaje de Gulliver, y seguir siendo activos para conseguir nuestra independencia, a pesar de que veamos que, al igual que vio Gulliver, que la hierba era tan alta como un árbol, y que las dificultades son muchas.

En ese sentido, debemos huir de todo tipo de manipulaciones de los medios de comunicación y de todos los poderes; y, como Gulliver, debemos huir de falsas ayudas, como la de Glumdalchitch, la hija del granjero gigante.

Sabemos que no hay posiciones intermedias, y que quedarse en el sofá de casa esperando que una futura generación lo intente de nuevo, es asumir la venganza del estado español, y asumirla es aceptarla, hacerse corresponsable de ella. Y eso puede ser que no nos avergüence, pero seguramente nuestros nietos, en su momento, nos lo echarán en cara.