Carme Colomina en su artículo ‘La normalización de la derecha’ (Ara, 26.4) comenta que la pandemia ha acelerado la normalización de la extrema derecha, y tras señalar a Vox (España), a los ‘Verdaderos finlandeses’, Alternativa por Alemania, el partido de la Libertad austríaco, el ‘Reagrupamiento nacional’ de Marine le Pen en Francia, la extrema derecha de los Países Bajos, Suecia, Italia, etc., señala que una de las muestras de su poder, se refleja en el racismo, pues todos ellos ‘trabajan con el miedo’ de la ciudadanía.
Es evidente que la aparición de esos partidos es relativamente reciente, como tal, pero esa ideología siempre ha existido, camuflada en los partidos de derechas. Por ejemplo, en España tenemos a Santiago Abascal, fundador de Vox, que en el período 1994-2013 había militado en el PP, siendo parlamentario en el País Vasco, por este mismo partido, en el período 2004-2009.
Y muchos personajes, como Aznar, Aguirre, etc., que representan, asimismo a la extrema derecha, siguen todavía en el PP. Una muestra la vimos con el calificativo de ‘maricomplejines’ que F. Jiménez Losantos (siempre apadrinado por P. J. Ramírez) adjudicó a Mariano Rajoy (El Mundo, 28 mayo del 2014), en el que decía:
‘Está claro que a Maricomplejines le gustaban los chulazos de izquierda. Y luego se queja.
(…)
‘Rajoy no sabe leer y actuar en consecuencia o porque Arriola miente y ha sido incapaz de anunciar al PP un desastre parejo al del PSOE y que augura una hecatombe en la derecha sólo comparable a la de la UCD, pero esta vez sin la deserción del líder y con el partido inmaculadamente intacto. Eso sí, como los ‘inmaculados’ de Juego de Tronos, forzosamente eunuco y fatalmente mariacomplejinado’
Evidentemente, la subida de la extrema derecha es un problema en todo el mundo y, aquí, en España, todavía más, pues sabemos que con la transición / traición, no se hizo la debida limpieza del franquismo y, por eso, tenemos a personajes como el general de división Francisco Beca, en la reserva, que se atrevió a decir que Franco es ‘irrepetible’ y que ‘es preciso fusilar a 26 millones de españoles’. Y, claro, el gobierno de Pedro Sánchez, otro acomplejado, no se atrevió ni a llevarlo a los tribunales, y su ministra de defensa, Margarita Robles, consideró que se trataba de una conversación privada, y por eso, el ministro de justicia, Juan Carlos Campo, ni siquiera instó que actuase la fiscalía.
Eso sí, al menor comentario independentista catalán, saltan como locos, movilizando a la fiscalía, la abogacía del estado, policías, etc., es decir, incluso desentierran el santo oficio, la inquisición.
Y ahora que, supuestamente, la extrema derecha ha enviado tres sobres con amenazas y siete balas del calibre 7,62*51, que utilizan las fuerzas armadas y la guardia civil, no percutidas (no disparadas), dirigidas a Pablo Iglesias, líder de Unidas Podemos, al ministro de interior, Fernando Grande-Marlaska y a la directora de la guardia civil, María Gámez, ahora, la pseudo-izquierda, se escandaliza.
Además del peligro de estas amenazas, también ha dejado en evidencia los controles del escáner de correos, y que fueran matasellados, en un mismo lugar, sin que el operario detectara nada, hasta la recepción en los ministerios.
Asimismo, hoy la ministra de trabajo, Reyes Maroto, ha recibido un sobre con una navaja de tamaño medio, ensangrentada, con copias de mensajes de twitter y de whatsapp, así como un folio manuscrito.
Lógicamente, como no puede ser de otro modo, estos envíos están siendo estudiados por la policía.
Y, todos los demócratas los repudiamos, pues sabemos que ese no es el camino.
Ahora bien, también nos sorprende que ahora el PSOE y Unidas Podemos se sorprendan, valga la redundancia, de que en España existe la extrema derecha.
Los independentistas catalanes sabemos, por experiencia, de su existencia, pues no hemos dejado de sufrir la extrema derecha; por ejemplo, en el infame juicio contra nuestros líderes políticos y sociales, pudimos ver a Vox como acusación popular, pero no sólo vimos en ellos a la extrema derecha, si no en todo el ministerio judicial, fiscal, abogacía del estado, comandados por el macabro juez Manuel Marchena.
Por esto me parece de interés recordar de nuevo (y ya es la tercera vez que lo hago en estos escritos) el poema de Martin Niemöller (1892-1984), popularizado por Bertolt Brecht (1898-1956). Del poema existen diferentes versiones, pero la más popular es la siguiente:
‘Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
ya que no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
ya que no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
guardé silencio,
ya que no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
ya que no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar’.
‘Niemöller creó varias versiones del texto. Los primeros discursos, escritos en 1946, enumeran a los comunistas, a los pacientes incurables, a los judíos o a los testigos de Jehová, y a los civiles en los países ocupados por la Alemania nazi. En la primera versión documentada (1955), y en otras posteriores, nombra también a los católicos’.
(Wikipedia)
Y en Catalunya, España, Europa, etc., siempre pasa lo mismo, nuestro egoísmo nos hace quedarnos en el sofá, mirando el fútbol; y los políticos actúan igual, mirando hacia otro lado, hasta que les afecta a ellos.
Y aún peor, pues es más grave, si cabe, es ‘utilizar’ estas actuaciones fascistas, para beneficio de sus respectivos partidos políticos. Y Pedro Sánchez y sus ministros lo están utilizando de forma abusiva, ya que las encuestas les daban unos malos resultados en las próximas elecciones de la comunidad de Madrid, fijadas para el 4 de mayo. Y esto es más vergonzoso todavía, pues añade un plus de inmoralidad al intentar sacar provecho de actuaciones fascistas, en sus campañas electorales.
Asimismo, vemos que, en todos los ámbitos geográficos, los discursos de las respectivas extrema derecha, lo que hacen es tirar de los otros partidos. Por ejemplo, vemos que el PP y el ya casi difunto Ciudadanos, rivalizan con Vox, asumiendo muchas de sus proclamas. E, igualmente, el PSOE también ha girado hacia la derecha, pero eso sí, proclamando su progresismo, que nadie se cree, ni el mismo Pedro Sánchez.
Y ante un estado como el español y tras una larga década de manifestaciones masivas, la realización de la consulta sobre la independencia del 9 de noviembre del 2014, y el referéndum del 1 de octubre del 2017, vimos que la respuesta de Ñordistán, la extrema España, consistió en enviarnos a Catalunya a los cuatro jinetes apocalípticos.
Jinetes enviados con gran celo por los poderes del estado, encabezados por el rey Borbón, emulando al primogénito de su genealogía en España, del mismo nombre Felipe; y no deja de ser curioso, que, desde Felipe V, ningún otro rey descendiente llevase ese nombre, hasta el actual (Felipe VI). Muchos deseamos que así se cierre el círculo vicioso.
Desde ese momento, la represión judicial, policial, económica, etc. han estado y siguen siendo implacables, tenemos a más de 3000 imputados y, claro, a presos y exiliados.
El libro de las Revelaciones o Apocalipsis de San Juan de Patmos, es el último libro del Nuevo Testamento, habla de forma profética y simbólica del fin del mundo; y fue escrito alrededor del año 95.
Hay muchos libros apócrifos, con la denominación de Apocalipsis, como el de san Pedro, san Pablo, santo Tomás, de Clemente, etc.; pero el único reconocido por la Iglesia es el de Juan.
Juan envío sendas cartas a las siete iglesias de Asia: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea, y con importantes diferencias entre ellas, dice estando en Patmos, cayó en éxtasis y vio siete candelabros de oro, y en medio al ‘Hijo de hombre’ que tenía en sus manos a siete estrellas, y de su boca salía una espada
Este libro de san Juan habla de los siete sellos (Ap 5,1-8,1), al abrir el primero salió un caballo blanco, y el jinete, coronado, llevaba un arco, representaba la victoria; al romper el segundo sello salió un caballo rojo, como su jinete, representaba la guerra; tras el tercer sello salió un caballo negro, que representaba el hambre; y al abrir el cuarto sello salió un caballo gris-verdoso, que representaba la muerte. El quinto sello guardaba el alma de los degollados a causa de la Palabra de Dios; el sexto sello produjo un tremendo terremoto.
Al romper el séptimo sello se hizo el silencio, y siete ángeles con siete trompetas. Tocó el primero, entonces hubo pedrisco y fuego mezclado con sangre que fueron arrojados sobre la tierra; y así, sucesivamente, cada trompeta anunciaba y ejecutaba nuevas y terribles desgracias.
En definitiva, cartas dirigidas a siete iglesias, visiones de siete ángeles, las siete trompetas (Ap 8,2-14,5), las siete copas (Ap 14,6-19,8), las siete visiones del fin (Ap 19,9-22,5), etc.; y ahora, vemos que la extrema derecha ha enviado siete balas, como he comentado.
El número siete simboliza:
‘Orden completo, período, ciclo. Está compuesto por la unión del ternario y el cuaternario, por lo que se le atribuye especial valor. Corresponde a las siete direcciones del espacio (las seis existentes más el centro). Corresponde a las estrellas de siete puntas, a la conexión del cuadrado y el triángulo (…)’
(Juan-Eduardo Cirlot, ‘Diccionario de símbolos’, Edit. Labor, Barcelona, 1979)
Y los independentistas catalanes sabemos que, si el estado español pudiera, nos aniquilaría, con todas esas terribles plagas apocalípticas; y lo tenemos asumido.
El programa humorístico Polònia (21 set. 2017) representó a Rajoy visitando a Kim Jong-Un, pidiéndole que tirase una bomba nuclear a Catalunya, y el coreano le respondía, que también arrasaría España; a lo que Rajoy contestaba, pero más a Catalunya
Por todo esto, muchos independentistas catalanes estamos bastante deprimidos.
Estas semanas, viendo el documental de TV3 titulado ‘El Judici’ (El juicio), realizada por Mediapro, dirigida por Lluís Arcarazo, en el que se explica el juicio tras el referéndum del 1 de octubre del 2017, o en otros momentos, viendo documentales sobre las manifestaciones multitudinarias efectuadas, etc.; podemos ver como un sueño haber realizado y participado en todo esto, que será histórico; ahora bien, nos podemos preguntar ¿si ha valido la pena?, ¿si era el momento adecuado?, ¿si ha sido inteligente?, etc.
Y la respuesta de cada uno es subjetiva, obviamente, pero muchos pensamos que sí que ha valido la pena, y que estamos satisfechos de haber colaborado con nuestro granito de arena. Que consideramos necesario y conveniente haberlo hecho, así como continuar y seguir adelante, hasta la victoria final, que igual no vemos nosotros, pero nuestros hijos, espero que sí.
Hoy, 26 de abril se cumplen 35 años del accidente nuclear de Chernóbil (26 de abril de 1986), consecuencia de un país sobredimensionado y burocratizado, que no aplicó las precisas medidas de control.
Y metafóricamente, en otro orden de ideas y condiciones, sabemos que la incompetencia del estado español también acaba comportando desastres, como la vengativa actuación sobre nuestro movimiento independentista.
En el Apocalípsis (Ap 16,16) se cita a Armagedón (Harmagedón), que es una palabra que en hebreo significa ‘montaña (har) de Megido’ (en el valle de Jezreel), y es donde se reúnen los reyes de la tierra (Gog y Magog), convocados por el demonio, para luchar contra Dios.
Pues bien, los independentistas catalanes sabemos que nuestro Armagedón somos el pueblo movilizado, contra el poder del estado español, opresor y represor.
Y tal como escribió el poeta Joan Maragall (1860-1911), en su poema ‘La Diada de Sant Jordi’ (El día de San Jorge), patrón de Catalunya, explicaba que Sant Jordi mataba la araña (en lugar del dragón); haciendo referencia esa araña a España, por su rima; si bien la frase hecha ‘matar la araña’ se refiere a pasar el rato, entreteniéndose en pequeñas cosas.
Y muchos independentistas pensarán que, manifestándonos, como hacemos, es pasar el rato, sin más; pero nosotros confiamos que al final la negra araña escape corriendo, y dejándonos vivir nuestras vidas, como queramos. Y que el ciclo se cierre, al menos para nuestro país, y no tengamos nunca un Felipe VII, ni ningún otro rey español.