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Vacunación contra el covid

Amadeo Palliser Cifuentes
Amadeo Palliser Cifuentes    amadeopalliser@gmail.com

Los habitantes del primer mundo gozamos de un sinfín de ventajas sanitarias, alimentarias, educativas, paz, etc., que se reflejan en la esperanza de vida. Por contra, tenemos ciertas desventajas, ya que vivimos muy alejados de la naturaleza, nuestro ritmo de vida está muy acelerado, no gozamos de la familia extensa, pues en nuestro mundo abundan las viviendas unipersonales, etc.

En el presente escrito me refiero, exclusivamente, al acceso a la vacuna contra el covid.

Y todos sabemos que, precisamente, los estados del primer mundo han acumulado dosis que multiplican exageradamente el número de sus habitantes. Y eso, en detrimento del tercer mundo, el gran olvidado, como vemos.

Ahora, con la crisis sanitaria, las televisiones occidentales nos muestran los hospitales, los enfermos, los familiares, los crematorios, y hasta la gran cantidad de cadáveres pendientes de cremación. Y, paradójicamente, en contraste, en el primer mundo, en los casi 15 meses desde el inicio de la pandemia, se han evitado las imágenes más crudas, como también pasó en los atentados del 11 de setiembre del 2001 en los EUA, con los atentados a las Torres Gemelas y Pentágono.

Esta diferencia de trato informativo, mediante esta estrategia clarísima, que evidencia una notable valoración de una vida respecto a otra, tiene un objetivo evidente, que es mostrar ‘lo bien’ que estamos en el primer mundo, relativamente, por lo que no debemos cuestionar a nuestros respectivos gobiernos.

Asimismo, el exceso de información respecto a las vacunas y sus efectos secundarios, nos ‘tapan’ la información sensible de los contratos con las empresas farmacéuticas implicadas, que, se considera secreta, a pesar de que en ellas se ha inyectado una ingente cantidad de dinero público.

En otro orden te aspectos, el desbarajuste e improvisación que los diferentes estados occidentales han aplicado, respecto a las medidas preventivas, como el toque de queda, el cierre de restaurantes, teatros, estadios, las limitaciones de movilidad, etc., modificándolas, ‘teóricamente’ en función de unos ratios con los que ya nos hemos acostumbrado; pero, que no siempre han avalado del mismo modo las medidas en cuestión, por cuanto hemos visto que en las épocas de mayor movimiento económico, como las festividades navideñas, la Semana Santa, etc., se han ‘justificado’ ciertas relajaciones, que después, de un modo u otro, han repercutido negativamente en dichos ratios, pero, claro, la economía es la economía.

También hemos visto cómo se han ido modificando de forma radical los programas de vacunación, para ‘ajustarse’ a unos criterios supuestamente científicos (inicialmente, la vacuna AstraZeneca era para los menores de 55 años; después, para los mayores de 65), criterios que vemos que en diferentes países son interpretados de diferente forma y modo, así que podemos suponer, obviamente, que además de dichos criterios, se esconden otros factores económicos y políticos.

Los citados programas de vacunación, también se han ido modificando, y no siempre por la disponibilidad, o no, de determinado tipo de vacuna, sino por otros criterios, como la determinación de los trabajadores esenciales, el criterio de la edad, historial patológico previo, etc.; que, efectuando un simple análisis comparativo entre estados, o entre comunidades autonómicas, vemos ostensibles diferencias.

En definitiva, todos vemos que la gestión que se ha hecho, en general, como mínimo es muy mejorable.

Es cierto que ni los científicos, ni sanitarios, ni los políticos, han vivido una experiencia similar.

Pero también es cierto que en estos 15 meses han aparecido por todos los medios de comunicación, asumiendo papeles de expertos, se supone que para tranquilizar a la ciudadanía; sin darse cuenta que en general, son preferibles los discursos serios, honrados y profesionales, que se limiten a explicar lo que saben cuando sea preciso, y reconocer, con sencillez, lo que no se sabe; y, claro, asumiendo los errores que toda improvisación comporta.

Esa asunción de responsabilidades debería ser extrema, y deberían erradicarse de la vida política, y pública en general, todas las personas que, aprovechando la pandemia, se han beneficiado, o han priorizado determinadas medidas, en función de las ventajas políticas en momentos electorales. Y aquí, en España, muchos deberían hacer ese tipo de ejercicio, y dimitir o ser cesados.

Por ejemplo, personajes como la presidenta de la comunidad de Madrid, como Isabel Díaz Ayuso que, olvidando la relativa mayor cantidad de defunciones por el covid, no para de ensalzar la ‘forma de vida madrileña, en la que uno se lo pasa bien y tiene múltiples posibilidades de empezar de cero una vida, puedes cambiar de empresa o de pareja y no volver a encontrártelo nunca más. Eso también es libertad y no ocurre en todas partes (…) eso no ocurre en otras capitales de provincia (…) yo tengo a mis amigas de Ávila, y no es lo mismo, tu cambias de empresa y a ese exjefe te lo vas a encontrar siempre o cambias de amigos y de pareja y también te los vas a encontrar siempre. (…) se paga mucho por vivir en Madrid, pero es apasionante porque después de un día trabajando, un día sufriendo, nos podemos ir a una terraza a tomarnos una cerveza y vernos con los nuestros, con nuestros amigos, con nuestra familia. A la madrileña’

Que una persona piense y actúe así, olvidándose que es la comunidad con mayor número de fallecidos por 100.000 habitantes, debería ser demoledor para acabar con su carrera política.

Así mismo, otros personajes que no han estado a la altura de las necesidades, desde Felipe VI y Pedro Sánchez, hasta cargos de segundo nivel, deberían efectuar un sincero análisis de conciencia y asumir sus respectivas responsabilidades. Máxime cuando, con el tema de la vacunación, están tapando el tema de la distribución de los recursos de la ayuda económica de la UE, que, a escondidas, destinarán para que se beneficien los de siempre: el Ibex 35 y Madrid.

De todos modos, como el reino de España dista mucho de cualquier estado utópico, sabemos que no pasará nada de nada, y todo seguirá igual.

A pesar de todos estos dislates, hoy, domingo, a las 12.00 h me vacunarán, pues ya me han citado, por pertenecer al grupo de edad de 70 a 79 años (otro galimatías es que mis familiares, mayores y menores, ya están vacunados, así como otras amistades, por lo que parece que también en esto intervienen otros factores, algunos aleatorios) ; y veré, qué tipo de vacuna me pondrán, ya que hay diferentes informaciones al respecto, por lo que mañana sabré, espero, si me inyectan la Pfizer o la Janssen.

Y aunque me ha tocado un centro de vacunación masivo situado en Hospitalet de Llobregat, que es una población que está justo en el extremo opuesto de la ciudad de Barcelona, en la que resido, estoy contento, pues me (y nos) dará un plus de seguridad y tranquilidad, así como, también, una cierta preocupación ante los posibles efectos secundarios, que, estadísticamente, son insignificantes.

Y esa es la gran diferencia respecto al tercer mundo; nosotros estamos inmersos en un magma de confusiones, como hemos visto, pero disponemos de vacuna, mientras que miles de personas mueren en la miseria, sin tener acceso a nuestro estándar de confort.

Y eso debería solucionarse. Y una medida sería dejar de gastar dinero en armamento. Con solo un año, con ese montante se podría satisfacer el hambre y las vacunaciones de toda la población mundial.

Y no lo harán, pues son unos inmorales. Y así nos va.