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En mi escrito de ayer comenté ampliamente mi estupor, en realidad, mi cabreo, tras la lectura del escrito titulado ‘Mirando al futuro’, de Oriol Junqueras, líder de ERC. Escrito que la Moncloa no tardó en calificar de ‘muy importante, pues la declaración remarca el final de la vía unilateral’. Y, más penoso todavía, la Moncloa filtró que desde el fin de semana tenía constancia de ese escrito y de su contenido, por eso, en la reunión de Pedro Sánchez, en la sede de la patronal empresarial catalana, al saludar al president de la Generalitat, se dirigió con un ‘querido Pere’, y todo el discurso de ambos presidentes giró en torno al diálogo y el futuro.
En mi escrito de ayer, la primera reacción fue considerar el mensaje de Junqueras una traición a sus principios y, lo que es más grave, a los de toda la ciudadanía independentista. Realmente, no fue una sorpresa, ya que últimamente ya habían ido efectuando muestras de cambio de guion. Pero, leer ese extenso artículo, tan bien elaborado y, por lo tanto, nada improvisado, me dejó casi en estado de shock.
Hoy, pasadas unas horas dándole vueltas al tema, me parece de interés intentar dar una mejor explicación, basándome en unos argumentos psicológicos. Si bien, con anterioridad, considero de interés reproducir los siguientes fragmentos:
‘La audacia:
Es la hora de la audacia, dice el ministro Ábalos. Y el ministro Iceta compara los indultos a cuando el presidente Suárez legalizó el partido comunista en 1977. Donde vamos a parar. Audacia sería la amnistía y el retorno de los exiliados, convocar un referéndum y conseguir que ganase el no. ‘Audacia’ dice Junqueras también, que extiende la mano a todos los que se hayan podido sentir excluidos del ‘Procés’, mientras que los audaces para los que el referéndum del 1 de octubre fue el acto político más importante de su vida, se preguntan qué presión negociadora sentirá ahora el estado (…)’
(Antoni Bassas, Ara, 8 de junio del 2021)
‘Dolor y perplejidad de Rahola por la carta de Oriol Junqueras: ‘ha matado el 1 de octubre del 2017’:
La misiva ha dejado tocada a Pilar Rahola, absolutamente perpleja. El tema de los indultos ya le hacía sospechar movimientos extraños: a pesar de que ‘está claro que quiero que los presos políticos puedan volver a casa y abrazar a sus familiares, esto no quita que sean una tomadura de pelo. El estado español quiere normalizar la represión: nos quieren ‘cautivos y desarmados’, y después nos dan la caridad’.
Y la misiva de Junqueras le hace pasar por la misma situación. Lo explica en un nuevo ‘Palabras de Rahola’ (en su twitter) en el que la estupefacción se mezcla con el dolor que le producen los postulados del republicano.
Rahola es respetuosa con las estrategias propias de cada partido y con que cada uno haga autocrítica. También está de acuerdo en que lo mejor sería, como dice Oriol, ‘la vía escocesa, la del pacto, el acuerdo, la del referéndum acordado’. Todo el mundo firmaría ahora mismo esta posibilidad. ¿Quién no la querría? Los catalanes somos gente civilizada, pero, España no es la Gran Bretaña. Es un estado represor, de fuerte convicción nacional reaccionaria, que persigue exiliados y a más de 3000 personas, que criminaliza el independentismo’.
En lo que no está de acuerdo es con una de las frases más polémicas del escrito, la que dice: ‘las otras vías no son viables ni deseables’. La Pilar lo verbaliza con contundencia: ‘Acaba de matar el 1 de Octubre. No lo puedo entender’. Como tampoco que ERC continúe con lo de ampliar la base. ‘Haremos lo que podamos, pero escuche: somos el único país que con más del 50% no tenemos suficiente. ¿A quién queremos convencer, al señor Illa (PSOE-PSC)? Lo que hace falta es ganar el referéndum con la mayoría de los votantes, como hacen todos los países civilizados. ¿Qué nos hemos de poner de rodillas más que los otros?
Por todo esto, remata con lo que le hace más daño a Rahola y a miles que se jugaron el tipo durante el referéndum: ‘Lo digo con respeto, dolor y perplejidad: la carta de Junqueras es la negación del i de Octubre’.
(Jokin Buesa, www.elnacional.cat, 7 de junio del 2021)
Lógicamente, esta carta de Oriol Junqueras ha causado una gran conmoción entre el colectivo independentista, y así lo comentamos ayer, algunos grupos de compañeros de los que nos manifestamos cada día cortando la avenida Meridiana (ayer, otra vez desplazados medio kilómetro, por la manifestación rodada -y frustrada- de los anticortes); e, igualmente, en las redes sociales.
Obviamente, los representantes de ERC salieron en tromba defendiendo, por activa y por pasiva, el escrito, y, tristemente, uno de los que han puesto más énfasis, es el presidente del grupo parlamentario de ese partido en el congreso de los diputados, el infausto y penoso Gabriel Rufián, defendiendo esa tesis, y criticando a los que seguimos considerando la declaración unilateral, tachándonos de creer en la mágia.
Y no debemos olvidar que, en el 2017, tanto Oriol Junqueras, como Marta Rovira, Joan Tardà, Gabriel Rufián, etc., todos ellos dirigentes de ERC, fueron los que tenían prisa, los que forzaron a Carles Puigdemont. Por ejemplo, Rufián, al ver que el president Puigdemont dudaba si convocar elecciones, tuiteó: ‘155 monedas de plata’. Y eso, no sólo es penoso, todos podemos cambiar de opinión, si las circunstancias cambian. Pero los políticos que tienen un programa, que sus votantes han votado, deben ser coherentes. Y si ahora piensan diferente, perfecto. Pero que se vayan a casa, que dejen las poltronas, y que dejen de aleccionar a nadie, pues han perdido la credibilidad y honorabilidad que tenían.
Junqueras, ya en la campaña del pasado 14 de febrero repetía que ‘el junquerismo es amor’, pues muy bien, el amor comporta un respeto, una coherencia. Si ahora piensa convencer a todos los catalanes y españoles, con ese nuevo programa, ‘happy flowers’, mejor que se haga hippy, aunque sea un poco trasnochado.
Es lógico que, en los medios españoles, se haya visto esa ‘rendición’, como un reconocimiento de los errores cometidos. Así lo dijo también, Pedro Sánchez ayer en Barcelona, que debemos mirar al futuro, es decir, no ya pasar página olvidando los diez años pasados, si no, cambiando de libro.
Y en esa reunión de ayer, también se homenajeó al editor Javier Godó, editor de La Vanguardia, por sus 140 años del periódico. Muy bien. Pero fue triste oír a Pere Aragonés, el president de la Generalitat, alabando a ese diario de derechas, unionista y monárquico (no en vano el propietario es conde), y diciendo que en esos 140 no sólo había reflejado el pensamiento de la sociedad, sino que lo había configurado, que había participado en su construcción. Y eso es denigrante. Yo estoy convencido que un medio de comunicación, que sea ético y moral, ha de explicar lo que pasa, y punto. Todo lo que sea querer influir, por ejemplo, construyendo encuestas ad hoc en las campañas electorales, o censurando a periodistas críticos por ser independentistas, como la citada Pilar Rahola, merece la mayor de las repulsas y rechazos. (Yo, hace años, me di de baja de subscriptor, al leer comentarios meramente propagandísticos de la derecha conservadora)
Volviendo al escrito de Junqueras, me parece, y es exclusivamente una opinión personal, que unas personas encarceladas, sin tener los múltiples contactos precisos con gente variada, sin tener acceso a internet, ni tener teléfono móvil, y con un simple acceso a contactos familiares y a un reducido grupo de amigos que les visitan, obviamente, tienen muy limitada la percepción de la realidad, del sentir popular. Máxime cuando las visitas le transmiten lo que les interesa, o creen que les puede interesar a los reclusos. Es decir, que la información recibida está muy condicionada, limitada y determinada, por más periódicos que puedan leer.
Por ejemplo, y perdonen mi pesadez, pero ¿cómo pueden interpretar los presos, nuestro corte de la avenida Meridiana, si los medios de comunicación no hacen ningún tipo de eco del mismo, o sólo lo hacen para criticarlo Y, cuando, en sus días de libertad, nunca han venido a visitarnos, como si que han hecho y hacen políticos de otros partidos?
Es muy diferente la situación del president Carles Puigdemont, ya que, a pesar de estar en el exilio, junto a Clara Ponsatí y Toni Comín, pues éstos tienen acceso a todos los medios de comunicación, a todas las redes sociales; y por eso, pueden ser muy activos, y pueden manifestarse sobre cada tema puntual que consideren interesante.
Por todo ello, y para evitar el calificativo de ‘traidor’ que, de forma reactiva e impulsiva, señalé en mi escrito de ayer, creo que es preferible buscar otras posibles explicaciones, y una de ellas, es pensar en la ‘Neurosis de campamento, de campo de concentración’, o en el más popular, ‘el síndrome de Estocolmo’.
‘Neurosis de campamento, de campo de concentración:
Cambio de personalidad por reacciones internas ante la vida de campamento impuesta por la fuerza (por ej., en los campos de prisioneros de guerra, campamento de internados o refugiados). La pérdida del suelo natal, familia, bienes, puesto de trabajo y muchas otras cosas, así como el sometimiento a un ambiente reglamentado y lleno de conflictos, conduce a estados depresivos crónicos, con rasgos anancásticos (como perfeccionismo, minuciosidad, híper-responsabilidad, tendencia al control y la previsión, sentido exacerbado de la justicia, exigencia excesiva consigo y con los demás, atención excesiva al orden, etc.) y fóbicos.
Una forma especial es la neurosis (o psicosis) de campo de concentración, con síntomas como excitación, dificultad para el contacto personal, estados de angustia, propensión al suicidio, etc. (…)’
(Friedrich Dorsch, ‘Diccionario de psicología’, edit. Herder, quinta edic., Barcelona, 1985)
‘Síndrome de Estocolmo
Es un estado psicológico en el que la víctima de secuestro, o persona detenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con el secuestrador. En ocasiones, los prisioneros pueden acabar ayudando a los captores a alcanzar sus fines o evadir a la policía.
A veces, también, se aplica en algunos casos de violencia doméstica o de acoso a menores, donde el agresor ejerce un dominio absoluto sobre la víctima, que acaba presentando una marcada sumisión, dependencia y aparente lealtad hacia el agresor’.
(Wikipedia)
‘El síndrome de Estocolmo es un término utilizado para describir una experiencia psicológica paradójica en la cual se desarrolla un vínculo afectivo entre los rehenes y sus captores. Sin embargo, no existe actualmente una unificación de criterios con respecto a su diagnóstico y características e incluso a su denominación de ‘síndrome’.
(…)
Se podría considerar que la extensión del término a diferentes casos o grupos es un indicador importante de que se trata de una respuesta instintiva universal de supervivencia, aunque la falta de estudios empíricos podría llevar a la conclusión de que muchas de las características del término se deben a un sesgo informativo’.
A pesar de que el síndrome de Estocolmo no esté reconocido oficialmente en ningún manual de diagnóstico psicológico, me parece que su expresión y utilización se ha hecho tan popular, que creo que es suficientemente explícito y comprensible, que nos permite a todos efectuar un cierto paralelismo, con los casos que nos ocupan; aunque siempre es difícil, obviamente, opinar a distancia y sin conocer con detalle los comportamientos y conductas.
Y, obviamente, es un ejercicio muy poco empático, por mi parte, intentar entender, desde el sofá de mi casa, a las personas encarceladas, privadas de toda libertad.
Pero me parece que, aún así, es preciso reconocer que las conductas de los encarcelados quedan limitadas y condicionadas por su situación, y que su espíritu de supervivencia y deseos de salir libres, están por encima de todo, lógicamente.
Y, claro, cada persona actúa de forma diferente, según su propia personalidad, como vemos, poniendo un ejemplo extremo, Jordi Cuixart, presidente de Òmnium Cultural, también encarcelado por la misma causa, y que sus respuestas se mantienen firmes con las iniciales que le llevaron a la situación actual.
En algunos casos podría observarse el fenómeno de la ‘indefensión aprendida’ (Martin Seligman), ya que se pueden sentir indefensos, pues, hagan lo que hagan, las circunstancias van a ser las mismas, no van a cambiar.
Pero no así en el caso de Cuixart, pues no ha asumido pasivamente las circunstancias, sino que las sigue combatiendo, y mantiene que lo volverá a hacer. (Claro que él no es político, es un líder social, y lo único que hizo fue manifestarse, ejercer el derecho de expresión; como Jordi Sánchez, pero éste, sí que se pasó a la política, y ejerce como líder de Junts)
En definitiva, que todo es muy complejo, como pasa siempre. Nunca tenemos la información completa y precisa, para poder opinar. Y lo fácil es clasificar, etiquetar, ya que así nos sentimos más cómodos, y podemos discutir de forma más simple.
Y, obviamente, no puedo saber los verdaderos motivos del pensamiento de Oriol Junqueras; pero sí que puedo opinar sobre las consecuencias de su acto, de su carta, y por eso, me surgen los siguientes interrogantes:
• ¿Cómo se podrá negociar, qué presión sentirá el gobierno central, si ya se va rendido a la mesa de diálogo?
• ¿Es ético y moral que ERC, que antes empujaba y apretaba el acelerador, para intentar dejar descolocado y fuera de juego a Carles Puigdemont, ahora, que tiene el poder, haya cambiado de objetivo y vaya con el freno de mano?
• ¿Lo mágico, ahora, no es soñar con el pacto? (El realismo político, ahora, es reconocer la imposibilidad de pactar con los nacionalistas españoles, dueños de su patria unida: respuesta a Rufián)
• ¿La ciudadanía no tenemos ni podemos opinar? (el 52% votamos a favor de la independencia)
• Etc.
Ante esta situación tan compleja, me parece interesante la lectura de la siguiente fábula:
‘El árbol que no sabía quién era
Había una vez un jardín muy hermoso, en el que crecían todo tipo de árboles maravillosos. Algunos daban enormes naranjas llenas de delicioso jugo; otros daban riquísimas peras que parecían azucaradas de tan dulces que eran. También había árboles repletos de dorados melocotones que hacían las delicias de todo aquel que se llevaba uno a la boca.
Era un jardín excepcional y los frutales se sentían muy felices. No sólo eran árboles sanos, robustos y bellos, sino que, además, producían las mejores frutas que nadie podía imaginar.
Solo uno de esos árboles se sentía muy desdichado porque, aunque sus ramas eran grandes y muy verdes, no daba ningún tipo de fruto. El pobre siempre se quejaba de su mala suerte: ‘amigos, todos vosotros estáis cargaditos de frutas estupendas, pero yo no. Es injusto y ya no sé qué hacer’.
El árbol estaba muy deprimido y todos los días repetía la misma canción. Los demás le apreciaban e intentaban que recuperara la alegría con palabras de ánimo. El manzano, por ejemplo, solía hacer hincapié en que lo importante era centrarse en el problema: ‘A ver, compañero, si no te concentras, nunca lo conseguirás. Relaja tu mente e intenta dar manzanas ¡a mí me resulta muy sencillo!’
Pero el árbol, por mucho que se quedaba en silencio y trataba de imaginar verdes manzanas naciendo de sus ramas, no lo conseguía.
Otro, que a menudo le consolaba, era el mandarino, quién además insistía en que probara de dar mandarinas: ‘A lo mejor te resulta más fácil con las mandarinas ¡Mira cuántas tengo yo! Son más pequeñas que las manzanas y pesan menos … ¡Venga, haz un esfuerzo, a ver si lo logras!’
Nada de nada; el árbol era incapaz y se sentía fatal por ser diferente y poco productivo.
Una mañana, un búho le escuchó llorar amargamente y se posó sobre él. Viendo que sus lágrimas eran tan abundantes que parecían gotas de lluvia, pensó que algo realmente grave le pasaba. Con mucho respeto, le habló: ‘Perdona que te moleste … Mira, yo no sé mucho acerca de los problemas que tenéis los árboles, pero aquí me tienes por si quieres contarme qué te pasa. Soy un animal muy observador y quizá pueda ayudarte’.
El árbol suspiró y confesó al ave cuál era su dolor: ‘Gracias por interesarte por mí, amigo. Como puedes comprobar en este jardín hay cientos de árboles, todos bonitos y llenos de frutas increíbles, excepto yo … ¿Acaso no me ves? Todos mis amigos insisten en que intente dar manzanas, peras o mandarinas, pero no puedo ¡Me siento frustrado y enfadado conmigo mismo por no ser capaz de crear ni una simple aceituna!’
El búho, que era muy sabio, comprendió el motivo de su pena y le dijo con firmeza: ‘¿Quieres saber mi opinión sincera? ¡El problema es que no te conoces a ti mismo! Te pasas el día haciendo lo que los demás quieren que hagas y en cambio no escuchas tu propia voz interior’.
El árbol puso cara de extrañeza: ‘¿Mi voz interior? ¿Qué quieres decir con eso?’
‘¡Sí, tu voz interior! Tú la tienes, todos la tenemos, pero debemos aprender a escucharla. Ella te dirá quien eres tú y cuál es tu función dentro de este planeta. Espero que medites sobre ello porque ahí está la respuesta’
El búho le guiñó un ojo y sin decir ni una palabra más, alzó el vuelo y se perdió en la lejanía.
El árbol se quedó meditando y decidió seguir el consejo del inteligente búho. Aspiró profundamente varias veces para liberarse de los pensamientos negativos e intentó concentrarse en su propia voz interior. Cuando consiguió desconectar su mente de todo lo que le rodeaba, escuchó al fin una vocecilla dentro de él, que le susurró: ‘Cada uno de nosotros somos lo que somos ¿Cómo pretendes dar peras si no eres un peral? Tampoco podrás nunca dar manzanas, pues no eres un manzano, ni mandarinas, porque no eres un mandarino. Tú eres un roble y como roble que eres estás en el mundo para cumplir una misión distinta pero muy importante: acoger a las aves entre tus enormes ramas y dar sombra a los seres vivos en los días de calor ¡Ah, y eso no es todo! Tu belleza contribuye a alegrar el paisaje y eres una de las especies más admiradas por los científicos y botánicos ¿No crees que es suficiente?
En ese momento y después de muchos meses, el árbol triste se alegró. La emoción le recorrió su tronco porque al fin comprendió quién era y que tenía una preciosa y esencial labor que cumplir dentro de la naturaleza.
Jamás volvió a sentirse peor que los demás y logró ser muy feliz el resto de su larga vida.
Moraleja: cada uno de nosotros tenemos unas capacidades diferentes que nos distinguen de los demás. Trata de conocerte a ti mismo y de sentirte orgulloso de lo que eres, en vez de tratar de ser lo que los demás quieren que seas’.
Pues bien, ante el complejo jardín en el que estamos, me parece que, siguiendo la moraleja citada, los que nos manifestamos diariamente en la avenida Meridiana, debemos obviar a todos los partidos políticos, dejar que unos hagan sus manzanas y otros sus peras, pero nosotros somos un grupo vecinal, voluntario y asambleario, con nuestra propia personalidad, y con el objetivo de conseguir la amnistía, ese fue el objetivo, el nexo movilizador. Así que debemos pasar de todas las cartas, como hacemos de las críticas que nos hacen, y seguir adelante. Esa es la característica que tenemos, como el roble que somos. Así que no debemos desmovilizarnos ni desmotivarnos, somos lo que somos, y debemos seguir así.