El segundo informe de gobierno del Presidente López Obrador será lo más parecido a un mitin de campaña, con la porra de la fanaticada expectante y una interminable fila de señalamientos contra los opositores.
En resumen, nada nuevo. Se espera también una retahíla sobre números de cómo el dinero ha sido repartido mediante diversos programas sociales, por cierto, administrados por la estructura electoral de Morena apostada en la Secretaría del Bienestar.
Tendremos, por decir lo menos, una mañanera de largo aliento. Mismo formato, es decir, el actor de siempre en escena. La escenografía cubierta de símbolos, algunos patrios y otros acomodaticios. En el sonido, el eco de una voz enamorada de sí misma.
No se escuchará nada sobre el terrible escenario económico en el que México ya se encuentra inmerso, por el contrario, frases como “nos estamos recuperando, estamos saliendo a flote, ya se ven signos de mejora”, serán las más socorridas y aplaudidas por los paladines de la cuatroté.
No se aceptarán ante el micrófono los terribles números en materia de seguridad ni la elevada tasa de feminicidios. Será una oda al ojo de hormiga que tanto disfruta hacer el gobierno cuando se trata de dar la cara sobre los problemas diarios de los mexicanos.
Después de dos años, aún hay muchos ciudadanos que tienen puestas sus expectativas en lo que será el mensaje de este 1ro de septiembre. Suponen que la autocrítica por fin hará su aparición pero será una triste desilusión para millones.
Desde el templete, con el informe se dará el banderazo no oficial de la campaña 2021. Vendrá consigo el uso electorero de las cifras, de los dineros cayendo en los bolsillos del pueblo a cambio de su voto, el cual pronto estarán pidiendo «Los Siervos de la Nación”.
En la escena principal estará un hombre que a pesar de un discurso repetitivo y autocomplaciente, resiente ya el peso de sus acciones. No es lo mismo criticar que ser el encargado de gobernar, como tampoco es lo mismo, asumirse salvador que ser víctima de los odios y la improvisación.