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Alcohol + Política = Mala Imagen

Martha Nava Argüelles
Imagogenia
@mar_naa

La imagen pública de una figura política no sólo se construye a través de discursos, propuestas y campañas, sino también a través de los momentos más informales y personales, aquellos que, en apariencia, deberían permanecer al margen del ojo público. En este sentido, el consumo de alcohol, especialmente en contextos sociales, es un tema delicado que puede tener repercusiones significativas en la percepción de cualquier figura pública, pero especialmente en la de un político.

El tema viene a colación por la reciente controversia protagonizada por Jorge Álvarez Máynez, candidato a la presidencia de la república y Samuel García, gobernador de Nuevo León ambos de Movimiento Ciudadano, que se grabaron durante un partido de fútbol, aparentemente bajo la influencia del alcohol, y realizando comentarios sarcásticos sobre el Instituto Nacional Electoral (INE), este es un muy buen ejemplo de cómo un momento de esparcimiento y desinhibición puede transformarse rápidamente en una crisis de imagen. El episodio, más allá de ser una simple anécdota, destaca la fragilidad de la imagen pública en la era digital, donde la inmediatez y el alcance de las redes sociales pueden magnificar cualquier desliz hasta convertirlo en un asunto de interés nacional, porque en efecto el video se viralizó y se convirtió en uno comentado no sólo por los internautas, sino también por comunicadores de alto nivel y políticos aludidos en el mismo.

Vamos, el argumento de que los políticos, al igual que cualquier otra persona, tienen derecho a disfrutar de su tiempo libre y a participar en actividades sociales, incluido el consumo de alcohol, es válido. Sin embargo, cuando se es una figura pública, especialmente en el ámbito político, las expectativas son distintas. Cada acción, cada palabra, cada aparición, se interpreta a la luz de los valores, la responsabilidad y la seriedad que se espera de alguien que ocupa o aspira a ocupar un cargo público.

Aquí el problema radica no sólo en el acto de consumir alcohol, sino en las consecuencias que este consumo puede tener sobre el comportamiento. Y aunque el video en cuestión muestra a los políticos disfrutando de una actividad recreativa, estos involucran discusiones políticas de manera poco adecuada, lo que implicó que el contexto se cargara de connotaciones políticas por lo que dejó de ser un momento esparcimiento y se convirtió en uno de trabajo, lo que debería haber elevado el nivel de cautela en su conducta.

Ciertamente este incidente pone de manifiesto la necesidad de que las figuras públicas políticas, sobre todo, sean conscientes de que, en la era de la hiperconexión, la línea entre lo público y lo privado es cada vez más borrosa. La filtración de este video y las reacciones generadas subrayan cómo la imagen de responsabilidad y autocontrol es fundamental para la credibilidad y la confianza pública en los líderes políticos, pues mientras unos  expresan su preocupación por la imagen que estos políticos proyectan y consideran que este es un reflejo de la política de “juniors” en México, otros defienden a García y Álvarez, señalando que ambos se encontraban en su tiempo libre, en el cual tienen derecho a beber y expresarse. Sin embargo, hay que recordar que no es la primera vez que se les ve bebiendo en el espectro digital; lo que se podría traducirse en un problema relevante para su imagen, y así para su valor como personajes aptos para el ejercicio público.

Al final este incidente es un recordatorio de que la construcción de la imagen pública en la política requiere de una coherencia y una disciplina constantes, incluso en los momentos de aparente esparcimiento, más cuando hoy se acostumbra compartir casi todo de la vida privada. La gestión de la imagen en la era digital demanda una atención permanente a los detalles y una profunda comprensión de cómo pequeños actos pueden tener grandes repercusiones en la carrera de un político.