Buscar

Amancay, una flor del bosque que enamora en Argentina

En el verano, los paisajes de Bariloche toman una coloración especial con tonos amarillos y anaranjados que le dan un toque característico. Los pimpollos del Amancay comienzan a abrirse y teñir los bosques, un acompañamiento ideal para los imperdibles encantos de la Patagonia argentina.

La belleza abunda en Bariloche, una ciudad ubicada en al suroeste de la provincia de Río Negro, en Argentina. Tierra de leyendas, de naturaleza, de chocolates y encanto, es un destino ideal para visitar todo el año. Pero hay un evento natural que pigmenta los bosques y montañas con un color amarillo anaranjado, dándoles un toque único en el verano: la floración de Amancay.

Se trata de la flor Alstroemeria aurea, que alcanza su esplendor entre los meses de enero y febrero, cuando acompaña todos los paisajes como si los acariciara. Pero, en especial, los bosques de lengas son su lugar predilecto y en el del Valle del Challhuaco es donde más se luce. Sus característicos tonos se destacan en medio del bosque formando un colchón de flores.

Es ideal disfrutarlos en un trekking por el camino que conduce hasta el punto panorámico donde se observa a la Cordillera de los Andes amalgamarse con la estepa. O por qué no en una caminata por el sendero hasta la Laguna Verde y conocer a la rana del Challhuaco, una especie única en el mundo.

La leyenda de la flor de Amancay

Amancay es la flor de Bariloche. Para saber por qué, hay que remontarse a los orígenes de la ciudad, cuando la tribu Vuriloche habitaba estas tierras. Quintral, el hijo del cacique, y Amancay, una pueblerina, se amaban en secreto. Cuando el joven cayó gravemente enfermo, una Machi -tal es el nombre de las chamanas mapuches- la guió en busca de una cura: debía prepararle una infusión con una flor amarilla que crecía en la cumbre del Ten-Ten Mahuida, hoy conocido como Cerro Tronador.

Con mucho esfuerzo, la muchacha logró llegar a la cima de la montaña y encontrar la flor pero, en cuanto la cortó, salió a su encuentro un cóndor guardián de las cumbres. Con una tenebrosa voz la reprendió aunque, ante las súplicas de la joven, le propuso que entregara su corazón a cambio. Sin pensarlo, Amancay aceptó.

La siguiente escena es dramática: se arrodilló frente al ave que con su pico le abrió el pecho para hacer el intercambio. La última palabra que pronunciaron los labios de Amancay fue “Quintral”. El cóndor ascendió con el corazón en una garra y la flor en la otra para pedir a los dioses que concedieran la sanación del joven.

Lo que no notó la imponente ave fue que mientras desplegaba sus alas por el cielo, las gotas de sangre se esparcían sobre la flor y el camino. Según la leyenda, los dioses concedieron sanar al amado y, para que el sacrificio de Amancay fuera recordado, hicieron crecer una flor amarilla en cada lugar por el que su sangre se había esparcido.

Conservar el Amancay

Hoy, el cambio climático pone en peligro a la naturaleza. Y el Amancay parece ser especialmente sensible al aumento de la temperatura del Planeta dado que, si bien febrero es el mes en que la planta se llena de pimpollos que se abren, las flores se adelantaron y ya comenzaron a brotar en diciembre.

Reconocido internacionalmente, el Jardín Botánico de Isla Victoria trabaja para preservar esta hermosa planta y otras especies nativas de la región. En el banco de semillas del bosque de lengas son cuidadosamente seleccionadas y clasificadas y, una vez que germinan, se plantan en macetas individuales para, más tarde, llevarlas a áreas quemadas y regenerarlas.

También quienes se acercan al Parque Nacional Nahuel Huapi deben contribuir a cuidar la vida que lo habita de una manera muy simple: sin dejar rastros de su paso por esta Área Protegida. Se trata de disfrutar de la naturaleza en su mayor esplendor sin dañarla ni invadirla, es decir, respetándola.

Es por este motivo que hay reglas a seguir a la hora de visitarlo. Por ejemplo, está prohibido ingresar con animales o plantas exóticos para la región o cortar y llevarse vegetación. Además, hay que evitar hacer fuego aunque, si es inevitable, se puede encender solo en zonas permitidas. Y, muy importante: volver con todo lo que se llevó para iniciar la aventura por el Parque. Conocer sin dejar huella.