‘Dios creó el mundo en siete días y en el octavo creó los problemas’ (Ann Overton)
Vicenç Villatoro i Lamolla, en su columna de hoy comenta:

‘Cuando era joven, algunos diarios explicaban que había un conflicto en Irlanda del Norte entre católicos y protestantes. Y yo me imaginaba una guerra de religión como las del siglo XVII, donde la gente se mataba por cuestiones de dogma o de liturgia. Hasta que vi que el conflicto era, de hecho, entre republicanos, partidarios de la unificación de Irlanda y unionistas, partidarios de mantener Irlanda del Norte dentro de la Gran Bretaña. Había protestantes y católicos, pero no se peleaban por preceptos religiosos, sino por que tenían proyectos políticos e ideológicos contrapuestos.
Lo recordaba esta semana cuando leía que la escalada bélica entre las milicias de Hamás y el ejército de Israel era una confrontación entre judíos y palestinos. Judío es una adscripción de raíz religiosa. Palestino es un gentilicio vinculado a un nombre geográfico (de los judíos que vivían a Tel Aviv a principios del siglo XIX, los judíos europeos les decían palestinos).
Las adscripciones de los dos bandos, además de ser imprecisos, son conceptualmente asimétricos.
Como en el caso irlandés, haciendo servir términos equivocados se distorsiona la naturaleza política e ideológica de un conflicto.
Porque no hay nada que dificulte más a entender un problema (o manipular la percepción) que describirlo mal las partes’.
(Ara, 25 de mayo 2021)
Me parece que este comentario es sumamente didáctico, pedagógico, y nos reta a definir correctamente todo tipo de problemas, si queremos llegar a unas conclusiones adecuadas.
En todo análisis de problemas y la toma de decisiones, para garantizar la más adecuada decisión al respecto, es preciso partir de una correcta identificación y definición del problema.
Al pensamiento de Villatoro, es interesante añadir las premisas a seguir en la toma de decisiones:
‘Drucker define un problema, como: algo que pone en peligro la capacidad de la organización para alcanzar sus objetivos; y una oportunidad como: algo que le ofrece a una organización la posibilidad de ir más allá de los objetivos que se ha fijado.
(…)
Stoner plantea: No siempre está claro si la situación que enfrenta un administrador presenta un problema o una oportunidad. Así, las oportunidades no aprovechadas crean problemas a las organizaciones, y a menudo se encuentran oportunidades mientras se explora un problema’
‘Se trata de tomar una situación cualquiera que debamos atender y analizarla en dos planos, como se muestra en la siguiente tabla:
Como problemas analizamos: | Como oportunidad: |
Lo que está mal | Lo que se puede mejorar |
Están relacionados con el pasado | Con el futuro |
Amenazas y peligros | Posibilidades |
Empujan | Atraen |
Debilidades que hay que arreglar | Fortalezas que podemos aprovechar |
Mejorar ‘lo viejo’ (más de lo mismo) | Qué cosas nuevas podemos lograr (hacer) |
Nos agobian | Nos estimulan |
Las principales tareas que deben ser desarrolladas, en cada paso son:
1. Identificación del problema: El objetivo es definir el problema en términos que todos comprendan y que posibilite trabajar sobre el mismo (…) Otra manera de definirlo es expresándolo en términos del estado deseado, es decir lo que se desea obtener cuando esté resuelto el problema. La pregunta clave es ¿qué deseamos cambiar?
2. Análisis de las causas: El objetivo en este paso es identificar las principales causas del problema. La pregunta clave es ¿qué nos impide alcanzar la condición deseada?
3. Generación y selección de alternativas de solución: El objetivo de este paso es generar las alternativas de solución. La pregunta clave es ¿qué podemos hacer para alcanzar el estado deseado, actuando sobre las causas principales?
4. Aplicar la alternativa de solución, controlar y evaluar los resultados: El objetivo de este paso es ejecutar y controlar la aplicación de la solución, de acuerdo con el plan desarrollado en el paso anterior. La pregunta clave es ¿estamos siguiendo el plan, qué resultados estamos logrando?
Centrándonos en el conflicto entre España y Catalunya, y siguiendo los anteriores pensamientos, me parece que la incorrecta definición que tenemos es similar a la que Villatoro señala en los ejemplos de Irlanda e Israel, ya que aquí siempre se ha planteado el problema entre los unionistas y los independentistas.
Ahora bien, si queremos definir adecuadamente el problema, debemos ponderar que la causa real está en diferentes planos, como en los casos señalados por Villatoro, pues aquí el estado español plantea el mantenimiento del actual estatus quo, en el mantenimiento de sus actuales privilegios de dominio, mientras que los independentistas catalanes queremos autorrealizarnos como país.
Pero no debemos obviar que muchos nacionalistas españoles también consideran que su autorrealización deriva de la unidad de España. Pero esa premisa es del todo falsa, o ¿se sintieron menos españoles al perder toda América Latina, al regalar el Sáhara, etc.? Yo creo que en absoluto, y su duelo, en todo caso, fue por la pérdida económica que representaba.
Asimismo, sabemos que los diferentes gobiernos españoles han aplicado y aplican unas políticas de subvenciones, que crean dependencia. Por ejemplo, las peonadas de Andalucía y Extremadura. En ese sentido, en febrero del año pasado:
‘El consejo de ministros ha aprobado reducir a 20 el número de jornadas necesarias en el campo, para el acceso al subsidio por desempleo, así como a la renta agraria a los trabajadores eventuales agrarios residentes en las comunidades autónomas de Andalucía y Extremadura, y ha bonificado la conversión de contratos eventuales agrarios a indefinidos o fijos descontinuos en este sector’
(europapress, 25 de febrero del 2020)
Es lamentable que tras más de cuarenta años de la llamada ‘democracia’, no se hallan realizado estrategias de desarrollo para esos territorios. Y esa nefasta estrategia únicamente tiene un objetivo, tener el voto cautivo, que tradicionalmente ha beneficiado al PSOE (si bien actualmente, Andalucía está gobernada por la derecha)
Sabemos que en España no hay una homogeneidad, ya que en su ciudadanía hay personas que no dependen de subvenciones, y también, especialmente las comunidades autónomas autosuficientes o aportadoras al sistema general.
En el caso de Catalunya, cada año un promedio del 9% del PIB de Catalunya en términos netos se ha ido de nuestra comunidad, para ser redistribuido o para quedarse en Madrid, y ese porcentaje de transferencias es inaudito en el mundo occidental, por lo que es puro y duro expolio.
Así que, una vez definido el problema: económico y, en segundo lugar, sentimental, por parte del estado central, y justo al revés en Catalunya, que prima más el plano sentimental, seguido del económico.
Por eso, los especialistas consideran que las primeras preguntas deben ser:
· ¿Existe una discrepancia entre lo que ocurre y lo que debería estar ocurriendo?
· ¿Quiero o debo hacer algo al respecto?
· ¿Hay algo que yo pueda hacer?
Y, a la vez:
· ¿Estamos dispuestos a enfrentar el problema y asumir las consecuencias?
· ¿El problema está dentro de nuestra área de influencia?
· ¿Tenemos la certeza de que podemos hacer algo para resolverlo?,
en caso contrario, mejor no perder el tiempo ni energías.
Efectivamente, desde la perspectiva central y la independentista catalana, las respuestas son totalmente opuestas.
Asimismo, por parte del estado español, podemos señalar que la indecisión, si es para buscar más información o mejores alternativas, sería correcta; pero cuando se dilata la decisión, sin proporcionar nuevos elementos, se llega a la ‘parálisis por el análisis’. Más grave es, efectivamente, cuando se paraliza por no querer avanzar en el análisis, como han hecho todos los jefes de gobierno español, siendo su mayor ejemplo, Mariano Rajoy y ahora Pedro Sánchez.
Y esa indecisión puede ser debida a la indeterminación, la insuficiente información, la inoportunidad del momento, la sensación de precipitación o improvisación, la desorganización, el temor al fracaso.
Asimismo, esa indecisión puede demostrar una falta de autonomía, unida a una baja autoestima, falta de confianza e ignorancia, que impiden al sujeto tomar una decisión; y eso también lo sabemos, ya que en el estado español hay toda una ideología, un poso, franquista, que domina y controla todos los poderes, por lo que, aunque el jefe del ejecutivo quisiera resolver el problema (una verdadera utopía, ya que ese jefe es parte del sistema), toparía con los citados poderes y sus cloacas, todos dominados por el monarca.
Llegado a este punto, Pedro Sánchez debería recordar el siguiente pensamiento de William Shakespeare (1564-1616): ‘Nuestras dudas son traidoras y nos hacen perder lo que con frecuencia podríamos ganar, por simple miedo a arriesgarnos’.
Por parte de los independentistas catalanes, tenemos miedo a volver a arriesgarnos, pues sabemos el poder del ‘martillo pilón’ que tienen, pero aún así, sabemos que nuestro poder, si nos movilizamos, es imparable, y para eso nos hacen falta líderes libres de las componendas del día a día, pues a estos gestores, la operativa cotidiana les atenaza (y máxime viendo, por ejemplo, que el nuevo gobierno de la Generalitat se ha formado prácticamente por tecnócratas).
Y muchos pensamos que, si no se prima el objetivo final, las sucesivas metas volantes nos pueden hacer perder el norte deseado.