Un reflejo del equilibrio entre lo que una organización promete y lo que realmente entrega, repercute directamente en su imagen pública. Meta, liderada por Mark Zuckerberg, ha iniciado 2025 con un cambio radical que redefine su postura frente a la moderación de contenido en sus plataformas, prometiendo simplificar políticas y abrazar la libertad de expresión. Sin embargo, estas decisiones, lejos de fortalecer su reputación, parecen cimentar un discurso de desconfianza y oportunismo político.
¿Por qué? Bueno, este martes Zuckerberg anunció la eliminación de los verificadores de contenido y la implementación de “Notas de la comunidad”, lo que sugiere una estrategia inspirada en X. Esta nueva postura de Meta se cimienta en la noción de que los propios usuarios pueden identificar publicaciones engañosas, y apela a la descentralización y al poder colectivo pero, seamos honestos, en un entorno digital “sobre saturado” de desinformación, esta decisión podría ser interpretada como una abdicación de responsabilidad. Ahora la confianza se basará en un modelo basado en el anonimato y la subjetividad que ciertamente la hace peligrosa, y a su vez fomenta un ecosistema vulnerable a manipulaciones y abusos, lo que, para la imagen del conglomerado digital significa una contradicción a cualquier aspiración de credibilidad.
Esto, puede dar pie a especulaciones de que la mano de la política está metida en el entorno digital, sobre todo en cómo este se constituye, lo que además se alimenta por la “nueva” relación entre Zuckerberg y Trump, marcada por cenas en Mar-a-Lago y donaciones significativas – Mark donó US$1 millón a un fondo para la investidura de Trump-. Sin duda, esta información, plantea interrogantes sobre las motivaciones reales detrás de estos cambios y además pone en entredicho su imagen de neutralidad política, lo que afecta la percepción de la compañía y la del propio Zuckerberg, quien corre el riesgo de ser visto más como un jugador político que como un innovador tecnológico.
Ahora, la retórica que se usó para justificar estos cambios, está cuidadosamente trabajada. Y es que, la marca habla de “volver a las raíces” o “reducir errores” en un intento por apaciguar a una audiencia crítica y a aquella que aún añoraba el Facebook de antes del 2016 cuando se empezaron a implementar los cambios de verificación. Además de señalar que, en un ecosistema con millones de publicaciones diarias, incluso un 1% de error tiene consecuencias colosales, por lo que Meta, de momento, seguirá buscando la forma de moderar el contenido relacionado con drogas, terrorismo y explotación infantil y eliminará algunas políticas de contenido relacionados a temas como inmigración y género.
Como era de esperarse, los críticos ven estas medidas como un retroceso significativo. Por ejemplo, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), pone de manifiesto la ausencia de rigor y transparencia en este nuevo modelo de grupo Meta, subrayando que la desinformación y el discurso de odio encontrarán un terreno fértil en plataformas sin regulación adecuada. Y consideran que las plataformas digitales, en lugar de inspirar confianza, serán una corporación que prefiere evitar responsabilidades justificándose en la “libertad de expresión”.
Al final, Mark Zuckerberg y Meta enfrentan un momento crucial en su legado, especialmente en un panorama donde TikTok atraviesa su propio torbellino político en Estados Unidos. En este contexto, el CEO de Meta parece buscar una adaptación estratégica a las dinámicas políticas y sociales, pero a costa de comprometer pilares esenciales de su credibilidad. Esto deja entrever que la verdadera prueba no radica solo en la sostenibilidad de la plataforma, sino en el impacto que estas decisiones tienen sobre la reputación de la marca. Aunque los algoritmos pueden reprogramarse, la percepción pública es un recurso mucho más frágil y difícil de restaurar.