¿Caballo de Troya en el independentismo catalán?

Un día como hoy, 18 de octubre, pero del año pasado, concluyeron las seis Marchas por la Libertad de nuestros presos políticos; marchas organizadas por toda Catalunya.

Los recorridos, que se iniciaron el miércoles 16, con 40 km. de caminata, igual que el día 17, para confluir todas ellas en la ciudad de Barcelona, tras un recorrido de 20 km.; en total, 100 km.

La participación fue masiva, y, según la guardia urbana de Barcelona, la entrada del último tramo, los participantes llegaron a ser 525.000.

A pesar del sacrificio que representó efectuar estas caminatas, especialmente para los que las hicieron completas (yo sólo participé en la segunda, de Igualada a Martorell; y la llegada a Barcelona), fue una demostración masiva de rechazo a la sentencia del tribunal supremo que dictó una brutal pena contra nuestros representantes políticos y sociales.

Y ese sacrificio lo hicimos con una moral muy notables; eran momentos de euforia, ya que el movimiento independentista nos sentíamos fuertes y unidos.

En estos momentos, cuantitativamente, parece que el movimiento independentista sigue igual de vivo, pues sé que no se puede generalizar, pero parece impensable que un independentista se convierta en unionista; al revés, si, ya que tanto la dura respuesta del estado español, como la gestión de la pandemia, pueden haber abierto los ojos a muchos (espero).

Una buena prueba de la opinión sobre España, la tenemos en el siguiente artículo de Xavier Mas de Xaxàs), que reproduzco casi íntegramente, pues lo considero del máximo interés, dada la variedad de opiniones relevantes:

‘Europa ve una España fracasada.

Los corresponsales en Madrid destacan la polarización política y la estructura territorial como causas de la expansión del virus y el colapso económico.

El miércoles pasado, el Frankfurter Allgemeine Zeitung, uno de los medios de comunicación más solventes de Europa, publicaba una nota de su corresponsal en Madrid, que colocaba a España en una ‘gran crisis’ de difícil solución. ‘La segunda ola del coronavirus -aseguraba- pone de manifiesto el fracaso del Estado. No hay consenso alguno entre los partidos’.

The Economist, a principios de mes, también hablaba de ‘un amplio fracaso nacional’ que achacaba al sistema territorial. ‘La descentralización -decía- ha sido nociva para combatir la epidemia’.

‘El modelo descentralizado de salud es un fracaso’, escribía Sandrine Morel el miércoles en Le Monde. ‘La verdad es que han fallado los sistemas de control de un verdadero estado federal’, añadía.

Las mismas ideas ha utilizado el Financial Times: ‘En España gestionar la crisis ha sido complicado por la polarización política y el sistema descentralizado’. Para apuntalar su argumento, el diario británico, referente económico en Europa, aportaba el dato de que ‘el presupuesto de sanidad de las comunidades autónomas es diez veces más alto que el del gobierno central’.

‘Yo no digo que el modelo territorial español sea una mala idea -explica Morel-. Es más, creo que España no podría organizarse de otro modo. Pero pienso que es un modelo que funciona mal. Alemania también tiene un modelo descentralizado y funciona bien. Pero aquí, en España, ha faltado coordinación, coherencia, solidaridad y lealtad’.

Morel opina que el gobierno central no ha sabido coordinarse con las comunidades, que las medidas no han sido coherentes, como la última de cerrar Madrid. ‘Por mucho que cierres el perímetro de la ciudad -dice-, el virus va a seguir circulando por su interior, donde viven tres millones de personas’. Tampoco ha habido solidaridad entre comunidades ‘porque no se han transferido enfermos y ni siquiera mascarillas’.

Por último, la falta de lealtad es evidente, a su juicio, en la gestión de los datos, la principal herramienta para entender la situación y combatir el virus. ‘El sistema -explica- favorece a las comunidades que retrasan deliberadamente más de quince días la publicación de los datos de infectados para salir mejor paradas. Esto es una gravísima irresponsabilidad que el Gobierno central no ha sabido corregir, y sería tan fácil como acompañar la cifra de contagios en cada comunidad, con la fecha en la que han sido notificados.’

Francesco Olivo, de La Stampa, en Turín, opina que ‘la gestión de la pandemia es una flecha al corazón de un problema español muy serio: la organización del Estado’. ‘En Italia también tenemos la sanidad descentralizada -añade-. Las regiones son responsables de la gestión del virus y esto es fuente de graves problemas. Pero en Italia no tenemos el pulso político-territorial que España sufre constantemente’.

A Hans-Günter Kellner, corresponsal de Deutschlandfunk, la radio pública alemana, le cuesta explicar a sus oyentes la mala relación entre las comunidades del PP y la Moncloa. ‘Es algo que en Alemania no se entiende porque allí hay länders gobernados por la derecha que se llevan mal con Merkel y otros bajo control socialista que se llevan muy bien. El federalismo no funciona nada bien en España y la prueba es que la ideología y no el interés del territorio, marca la relación entre las autonomías y el Gobierno.’

Rapahel Minder, corresponsal de The New York Times en Madrid, sostiene, como también han hecho otros colegas suyos, que ‘el pulso intenso entre el Gobierno y la comunidad de Madrid es ilustrativo del fracaso de los políticos españoles para coordinar su respuesta al virus’. La polarización y fragmentación política son, según su opinión, ‘un lastre muy serio para dar una respuesta efectiva a la pandemia’.

(…)

‘El Gobierno ha perdido el mando en la gestión de la pandemia’, sostiene Francesco Olivo. Hans-Cristian Rössler, del Frankfurter Allgemeine Zeitung, le da la razón. ‘España ha perdido el control de nuevo’, escribe en la crónica que se publicó el miércoles. ‘En España, sin embargo -añade-, poco se ha aprendido de la primera ola: Los dirigentes no están a la altura de la crisis. Los bandos políticos chocan de manera irreconciliable. La derecha arremete contra Sánchez como si la campaña electoral aún no hubiera terminado’.

The Economist afirma que ‘España es el peor de la clase’, el país europeo occidental que peor ha gestionado la pandemia. Esto se debe, en gran parte, a la gran debilidad del Estado, que ‘no ha impuesto a las comunidades la obligatoriedad de reforzar la asistencia primaria y rastrear a los contagiados’.

(…)

Esta debilidad también la resalta el economista Friedrich Leopold Sell en un artículo que ha publicado el Neue Zürcher Zeitung.

Sell cree que entregar a España la ayuda de 140.000 millones de euros de la UE para superar la pandemia y la crisis ‘no es actualmente responsable’ porque ‘la situación política es demasiado inestable’. Cree que es más adecuado que el FMI y el Banco Mundial señalen dónde colocar este dinero y que Bruselas ejerza un férreo control del gasto’.

The Economist, por su parte, recuerda que las ayudas europeas a España no llegarán antes del 2022 y que, en todo caso, irán sujetas a unas reformas estructurales -mercado laboral, pensiones, educación, administración – que ‘requieren un consenso político que no existe’.

A esta falta de diálogo, Sell, que es profeso en la Universidad Bundeswehr de Múnich, añade el declive de la monarquía, las tensiones territoriales y la debilidad de la coalición de gobierno como causas de ‘las cosas tremendas’ que están pasando en España.

‘¿Es España un Estado fallido?’, se pregunta Sell. ‘Todavía no -responde- pero no le falta mucho’.

Rössler cree que es exagerado hablar de ‘Estado fallido’ pero insiste en que ‘resulta imposible pasar por alto el fracaso del Estado español. Tan pronto como las cifras bajaron en junio, el Gobierno central y las comunidades dejaron pasar un tiempo valioso. En lugar de prepararse para la segunda ola, muchas regiones relajaron las restricciones antes de tiempo, especialmente en la costa, con la intención de salvar la economía con la temporada de verano’.

(…)

Frankfurter Allgemeine Zeitung, ‘Faltan líderes que unan al país. Los políticos discuten sobre cifras y litigan entre ellos’.

(…) Kellner ha tenido que explicar a fondo a su audiencia alemana ‘la actitud irresponsable del PP’ en la gestión de la crisis. ‘Sin embargo -añade-, es algo que el PP ha hecho siempre que ha estado en la oposición. Nunca ha tenido un discurso constructivo, ni siquiera en momentos muy delicados, como fueron los atentados yihadistas del 2004 en Atocha, y esto en Alemania, incluso en círculos de la derecha, cuesta de entender’.

The New York Times, ‘Los líderes políticos se comportan con una gran irresponsabilidad. No dan ejemplo y no actúan con lógica. Se comportan sin ningún sentido de Estado. No piensan en la ciudadanía’.

(…)

Raphael Minder considera que la clase política agrava la difícil situación que atraviesa España. ‘La tripulación es pésima -dice en alusión al liderazgo político- y podría hundir cualquier barco, incluso el más sólido’.

(…)

(La Vanguardia de hoy, 18/10

Este artículo, como he dicho, me parece una compilación de ideas que es muy enriquecedora, pues contempla la problemática desde diferentes ópticas. Ahora bien, no tenemos que olvidar la situación es muy compleja, e intervienen muchos factores, como, por ejemplo:

·       Que sea precisamente La Vanguardia, el diario que efectúe esa compilación. A este respecto cabe señalar que este periódico, de derechas españolistas, todo lo que sea ir contra las autonomías, ya le parece bien. Otra pregunta sería si hubiesen publicado este artículo en el período de gobierno de Mariano Rajoy; yo creo que no.

·       Que describir los problemas, como hacen los periodistas, es muy loable, si son objetivos, como me parece que es el caso. Pero también sería preciso que contemplasen la problemática en toda su dimensión, pues no me parece serio que señalen que el gobierno español debería haber exigido a las comunidades que, en lugar de relajarse, que hubieran tenido que reforzar el sistema sanitario. Correcto. Pero ¿con qué dinero, con qué presupuesto? Parece que desconocen el déficit fiscal que padecemos en Catalunya, que es de 16.000 millones de euros anuales. O, otro ejemplo, presentar la falta de homogeneización entre las 17 comunidades, defendiendo la unificación corresponsable, me parece un tanto tendencioso, pues países de tamaños y características similares o inferiores a Catalunya, están presentando una mejor respuesta; así que un correcto estado federal, o con la independencia catalana, quizás las cosas hubieran funcionado mejor.

·       Y, también es preciso señalar que es más fácil analizar un problema teóricamente, y mucho más difícil gobernar. Y es evidente que, por ejemplo, el gobierno de la Generalitat de Catalunya, como el de las otras comunidades y el central, deben ponderar la sanidad y la economía. Intentar salvar la campaña turística, era necesario para poder subsistir, y ya vemos ahora la crisis del sector de bares y restaurantes. Es evidente que la vida está por encima de todo. Pero las cosas no son blanco o negro.

·       Todos sabemos que la responsabilidad es solidaria, máxime en esta pandemia, por lo que buena parte del mal resultado que estamos teniendo, es culpa nuestra, de los ciudadanos, por nuestro comportamiento. Deberíamos tener presente el interrogante que irónicamente se hacía Bertholt Brecht: ‘El joven Alejandro Magno conquistó la India, pero ¿el sólo?’, pues se requiere un compromiso y respeto generalizado.

·       Evidentemente, este compromiso y respeto exige unas directrices claras, comprensibles y lógicas, pero ¿es lógico llevar la mascarilla en los espacios abiertos y estando a distancia de otros? ¿esa rigurosidad no es desmotivadora?

·       Etc.

Pues bien, en una situación así, ante una España fallida o a punto de serlo, sería deseable que no sólo los independentistas catalanes fuéramos conscientes que el estado español nunca será la solución de nuestros problemas, que ya hemos tenido bastantes siglos de experiencias nefastas, pues nuestro problema no es de ahora. Los unionistas españolistas nos acusarían de ser como las ratas, las primeras que abandonan el barco, pero no es cierto, pues desde 1714 hemos aguantado mucho.

Y entre los independentistas, deberíamos tener una unidad, tener el mismo objetivo final, no es suficiente. La estrategia es fundamental. Ya está bien de capillitas y de intereses partidistas y de Caballos de Troya. Así no llegaremos a ningún sitio.

Por eso me parece muy interesante y pedagógica la siguiente fábula, para no restar fuerzas, como hace el sapo en el triste y serio cuento noruego que explica Jostein Gaardner, en su novela ‘El mundo de Sofía: una novela sobre la historia de la filosofía’.

Ahí va el cuento en cuestión:

‘Érase una vez un ciempiés que bailaba estupendamente con sus cien pies. Cuando bailaba, todos los animales del bosque se reunían para verlo. Y todos quedaban muy impresionados con el exquisito baile. Pero había un animal al que no le gustaba ver bailar al ciempiés. Era un sapo…

¿Qué puedo hacer para que el ciempiés deje de bailar?, pensó el sapo. No podía decir simplemente que no le gustaba el baile. Tampoco podía decir que él mismo bailaba mejor, decir algo así no tendría ni pies ni cabeza. Entonces concibió un plan diabólico.

Se sentó a escribir una carta al ciempiés. ‘Ah, inigualable ciempiés’, escribió. ‘Soy un devoto admirador de tu maravillosa forma de bailar. Me encantaría aprender tu método. ¿Levantas primero el pie izquierdo nº 78 y luego el pie derecho nº 47? ¿O empiezas el baile levantando el pie izquierdo nº 23 antes de levantar el pie derecho nº 18? Espero tu contestación con mucha ilusión. Atentamente, el sapo’.

Cuando el ciempiés recibió la carta se puso inmediatamente a pensar en qué era lo que realmente hacía cuando bailaba. ¿Cuál era el primer pie que movía? ¿Y cuál era el siguiente?

Como consecuencia de esa duda, el ciempiés no volvió a bailar jamás.

Y las conclusiones que al respecto menciona el citado autor, son las siguientes:

‘(…) Eso pasa cuando la imaginación es ahogada por la reflexión de la razón’.

(…) Es preciso un delicado equilibrio de fuerzas entre la imaginación y la razón. Muy a menudo ocurre que la razón ahoga la imaginación, lo cual es muy grave, porque sin la imaginación, no surge nunca nada nuevo’

(…) En muchos casos, complicarse la vida es como cruzar el río para coger agua, como dice un refrán noruego’

Este largo escrito parece muy pesimista, pero no lo es, si permite una mayor clarificación, por eso, para finalizar, me parece adecuada la viñeta de Charlie Brown con Snoopy. Los dos, sentados mirando el lago, un bonito y tranquilo paisaje, se ven de espaldas, y Charly dice: ‘Un día nos vamos a morir, Snoopy’. Y éste le contesta: ‘Cierto Charly, pero los otros días no’.

Amadeo Palliser Cifuentes

amadeopalliser@gmail.com

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