Pareciera complicado pero el martes una temática que nada tenía que ver con tragedia o política se logró posicionar en el top 10 de tendencias en Twitter y, de momento, se agradece el respiro. Bancomer –que ahora insiste en llamarse BBVA- sigue haciendo esfuerzos desesperados por posicionar su cambio de imagen en un mercado como el mexicano donde, en definitiva, somos amantes de los clásicos, las rutinas y las tradiciones.
Primero tenemos que saber la historia detrás de los nombres que ha tomado la empresa bancaria para que tenga sentido el porque no nos importa –por no decir que no nos gusta- el cambio de nombre. El banco fue fundado en 1932 como Banco de Comercio S.A. en la Ciudad de México, después de una etapa compleja de esas que sólo entienden los del gremio, la marca toma el nombre de Grupo Financiero Bancomer en 1992; para el año 2000 el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) adquirió el banco mexicano, con lo que nace lo que hoy conocemos como Grupo Financiero BBVA Bancomer.
Modificar un nombre que lleva casi 90 años posicionado en el mercado es una tarea titánica, tanto que tras haber iniciado el rebranding a nivel mundial, el banco envió a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos una carta en la que dudaba de su estrategia de cambio de imagen al grado que se llegó a pensar que no sería benéfica, sería costosa y a los clientes no les gustaría. Y no están del todo mal pues al menos en la mente del colectivo mexicano queda claro que la marca “Bancomer” tiene un arraigo especial.
El cambio de nombre viene desde junio del año pasado y han hecho uso de todo su potencial creativo para posicionar las cuatro letras del banco, ya que hemos visto desde el icónico Cri-Cri, Beto y Enrique de Plaza Sésamo, Toño Esquinca con su “bebeuvea la canción” hasta el dueto de Plastilina Mosh con una versión adaptada de Mr. P-Mosh para que se leyera Mr. BBVA en un intento fallido por motivar a que su audiencia le deje de decir Bancomer. Y es precisamente este último el que generó controversia entre los usuarios de las redes sociales y por el que la marca fue tendencia, pues este nuevo esfuerzo, sin duda, los hace ver desesperados.
Si bien se entiende que esta necesidad de cambio y renovación en su identidad va de la mano con la era digital y que por lo mismo tenía que ser más funcional, también la marca debió estudiar al mercado y la historia que tenía detrás; así probablemente se habrían dado cuenta que la solución más viable era dejar que el tiempo posicionara su cambio de imagen pues, en este caso, así como el tiempo posicionó una identidad, el tiempo hará lo suyo para arraigar la nueva, sin que la empresa haga tanto esfuerzo por querer que sus audiencias lo llamen como ellos quieren.