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Cansados de líderes innecesarios

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Los ‘líderes’, así como todos los que ostentan el poder, saben que sólo tienen una herramienta, el martillo, y por eso, todo problema, para ellos, es un clavo. Esa es la ley del martillo de oro: ‘para un martillo todo son clavos’. Abraham Kaplan, en 1964 le llamó la ‘ley del instrumento’: si le das a un niño un martillo, le parecerá que todo lo que encuentra necesita un golpe.

Y con ese martillo, esos autoconsiderados ‘líderes’ actúan como si fueran Thor, el hijo de Odín, con su martillo Mjolner. E intentan imponer su ley, como expresa un proverbio chino: ‘el clavo que sobresale es el primero en recibir el golpe del martillo’.

En repetidas ocasiones he comentado que actualmente no hay líderes, pues predomina la mediocridad en todos los niveles; y los que viven encumbrados, lo hacen acorazados por la burocracia de sus respectivos partidos políticos, una legión de personas grises que quieren mantener sus privilegios, o aumentarlos, si es posible. Y nadie de todos ellos, salvo contadísimas excepciones, no se merecen nuestro respeto, ni deberían tener cargos públicos.

Pero en este escrito, más que repetir mis ideas sobre el particular, me centro en las opiniones de Eudald Carbonell (n. 1953), doctor en Geología del Cuaternario, así como en Geografía e Historia, codirector del Proyecto de Atapuerca y director general de la Fundación Atapuerca. Es decir, un especialista en la historia de la humanidad.

Carbonell, en su última obra ‘El futur de la humanitat’ (el futuro de la humanidad) considera que estamos en un momento de cambio, por lo que recomienda el siguiente decálogo:

  1. La consciencia crítica de la especie.
  2. La individualización colectiva.
  3. La socialización de la tecnología.
  4. La consciencia operativa.
  5. El fin de la globalización.
  6. El inicio de la planetización.
  7. El incremento de la diversidad.
  8. La desaparición de los líderes y la jerarquía social.
  9. La feminización de la especie.
  10. El equilibrio social y ecológico de la especie.

Todo ese decálogo es sumamente interesante, pero, para el presente escrito me centro, exclusivamente en el punto octavo, del que extraigo los siguientes pensamientos e ideas, confiando que la no lectura del capítulo completo obstaculice la comprensión global del argumento de Carbonell, y espero que la lectura específica de dichas ideas, extraídas de los párrafos explicativos, no dificulte su comprensión total. Resalto en negrita los pensamientos que me parecen más importantes:

‘El liderazgo no es humano, es una rémora evolutiva.

La experiencia es valiosa en cualquier grupo, pero no hace falta que vaya asociada a dotes de dirección.

La desaparición de los líderes y de la jerarquía social es muy necesaria para la evolución de la especie.

‘Hacen falta líderes fuertes que tomen decisiones’, ¿De verdad pensáis que esto es así? No, nos hacen falta, no hemos de hacer caso a estos individuos, que, en muchos casos están desinformados y que reclaman una solución prehistórica para problemas actuales. No son necesarios, ya no están preparados para liderar sociedades complejas que necesitan el caudal de todos para poder avanzar hacia una humanización completa.

En un mundo cada vez más humanizado, crítico y complejo, en el que disponemos de más conocimiento sobre el comportamiento del ser humano y de otros animales, la figura del líder se vuelve innecesaria.

Reivindicar líderes en el momento actual es equivocarse de lugar y de tiempo.

Con la última gran evolución humana, la categoría de líder se encuentra en decadencia. Y si no fuera así, sería preciso que trabajásemos unidos desde la individualidad colectiva para que eso se produzca.

Aumenta la complejidad global en progresión geométrica y se generan unos umbrales que nadie puede gestionar. Por lo tanto, si nadie tiene la capacidad objetiva para llevar a término esta gestión, ¿qué sentido tienen los líderes? En un mundo simple sí que tenían, pero en un entorno complejo pierden la razón de ser.

A medida que la historia se acelera, el rol de lo que denominamos líder va perdiendo el sentido, hasta el punto que la individualización colectiva empezará a devorar esta función etológica hasta ahora favorecida por la selección natural.

La opinión de muchos son muchas opiniones, pero esto no quiere decir que la suma de muchos puntos de vista sea mejor que la opinión individual. Esta constatación solo explica la existencia de diversidad de conocimientos y prácticas de la individualidad como factor de contribución social específico. Hablar, escuchar, dialogar, reflexionar y actuar como especie.

La necesidad de un consenso social para adaptarnos mejor no quiere decir, en absoluto, que las masas tengan más conocimiento que un individuo. De la misma manera que el individuo puede manipular a las masas, éstas pueden manipular al individuo. Hablamos del individuo que se desprende de la individualidad.

El líder es, en esencia, individualista, a pesar de que aparentemente actúe y dirija para la colectividad. Lo que necesita la sociedad es capacidad de persuasión y reflexión individual y colectiva, no funcionar como un rebaño.

¿Cómo eliminamos a los líderes? Es preciso hacerlo de manera natural. No hablamos de una eliminación física, ni de llevar a término ninguna forma de represión, sino que se trata de utilizar estrategias sociales conscientes. La más pertinente es la de eliminar los espacios que tienen, haciendo que sean innecesarios, vaciándolos de contenido y evitando darles poder.

En primer lugar, es preciso dejar de hablar de ellos o ellas en todo momento, en todas laqs situaciones, y hacerles ver que no son imprescindibles. Se trata de prescindir y de evidenciar que no hay necesidad estratégica ni táctica de mantener roles excepcionales. Necesitamos más organización y más coordinación y autocapacidad. En definitiva, autopoesi -o cualidad de un sistema para mantenerse a sí mismo- social e individual; un equilibrio sistémico fuera de las jerarquías animales.

Es en la educación donde es preciso hacer énfasis en el hecho que no hay ninguna necesidad de competir como especie, sino al contrario.

En la revolución científica y tecnológica el líder acaba representando al héroe caído que después de la batalla no encuentra un lugar en la sociedad porque nadie lo necesita y porque, de alguna manera, la historia ya lo ha amortizado, tanto desde el punto de vista etológico como social.

El liderazgo es anacrónico, so solo porque es una memoria no sistémica del pasado, sino porque no está en consonancia con una adaptación humana del futuro. Además, ha perdido el sentido social del que disfrutó en el pasado.

Es preciso andar hacia unas sociedades en las que la cooperación basada en una individualidad activa y colectiva vaya ocupando las unidades jerárquicas, con poca posibilidad de pervivir en un mundo humanizado.

El diseño humano inteligente depende de la inteligencia humana aplicada a la consciencia operativa. Si esto es así, no podemos continuar con la sinrazón de los liderazgos obsoletos por cuestión de falta de adaptación.

Hay quien reclama que hacen falta líderes más potentes, pero también hay que reconocen que ya no hay líderes como los de antes, cosa que quiere decir que antes hacían falta y que ahora ya no, y por eso los que tienen esa categoría ya no sirven.

No hacen falta líderes y por eso no hay nadie que pueda tener el nivel de liderazgo del pasado, cuando todavía no habíamos alcanzado la complejidad a la que estamos llegando.

Por eso, pienso que los buenos líderes del pasado tampoco lo serían en los momentos actuales. Sencillamente, ya no hay nadie, ningún individuo, independientemente de su talento, que beneficie a la sociedad teniendo un rol de liderazgo.

Así, dado que nos encontramos en una revolución irreversible, podemos llegar a la conclusión que nunca más volveremos a un estado que necesite este liderazgo que todavía ahoga y que todavía muchos predican.

Para eliminar la jerarquía primate nos va bien cuestionarnos la misma naturaleza de la jerarquía. Y es que, si denunciamos el liderazgo como idea etológica anacrónica, ya estamos desmontando la jerarquía como forma de organización.

Desde el punto de vista etológico, la jerarquía es la estructuración vertical de los grupos u otras formas de unidades superiores o inferiores. En esta estructuración, hay especímenes que tienen el poder de dominación sobre los otros de forma coercitiva o querida conscientemente.

Sólo con una voluntad implacable podemos destruir la jerarquía primate. Y hablo de destruir porque no se puede construir otro orden si no se destruye el anterior. Como he dicho, derrocar aquello viejo nos sirve para librarnos de las inercias que nos han hecho esclavos de la naturaleza y no seres activos y pensantes, capaces de convivir y desafiar las leyes que nos gobiernan.

El miedo a la libertad es indescriptiblemente nociva y actúa sobre las sociedades humanas generando desesperanza y poca capacidad para establecer consciencias críticas y operativas. Es, desde esta perspectiva, una vez más, que la liberación humana ha de empezar para derrocar la estructura vertical, estableciendo sociedades horizontales basadas en la individualidad colectiva. Sociedades capaces de socializar aquello que mejora la especie, sobre todo en el marco de la convivencia y la acción social.

La destrucción de la jerarquía significa, en sí misma, la construcción de lo que es humano.

La destrucción del viejo orden con liderazgos no significa que hayamos de estar permanentemente instalados en el caos. Esto es inviable, ya que el desorden consume mucha energía y pondríamos nuestra especie en la boca del lobo. El caos también puede ordenarse y convertirse en un punto de referencia y estabilidad temporal.

Insisto: desde todos los puntos de vista, estas estructuras que han permitido la supervivencia de la especie como consecuencia de partir de un orden natural, han de dejar paso a otras estructuras más ligadas a la consciencia social y la individualidad colectiva, a la cooperación y al consenso, así como a la coordinación sistémica.

En resumen, la especie necesita hacer un esfuerzo para superar la pantalla de una forma de organización estructuradora pero que forma parte del pasado; un sistema amortizado, fosilizado, que solo nos sirve como objeto de estudio de las relaciones sociales de la humanidad en el proceso de la evolución. Hacerse consciente de todo esto es empoderarse de realidad para abandonar la anacronía e incorporarnos a la construcción de un mundo diferente del que hemos vivido, pero mucho más consistente.

Hemos de apartar de nuestro sistema comportamientos que se han convertido en mochilas pesadas que trabajan en contra de una humanidad con consciencia crítica de especie.

Es difícil que las reflexiones que he apuntado -y más si van en contra del sistema- sean aceptadas precisamente por los mismos estamentos que aprovechan la situación de privilegio para mantenerse en el poder. Unos estamentos que buscan constantemente seguir controlando el poder económico y manipular la estructura social a voluntad.

Lejos de autojustificaciones, lo que pretendo al atacar la globalización, es intentar mostrar a nuestra especie que no puede seguir teniendo una actitud pasiva y que hemos de apostar por una revolución de especie. Una re-evolución que asiente las bases de un progreso responsable.

(Eudald Carbonell, ‘El futur de la humanitat’ (el futuro de la humanidad), Arallibres, octubre del 2022, Barcelona; páginas 125 a 139)

Pido perdón al paciente lector por la extensión de esta compilación de ideas, por lo que dejo para un siguiente escrito mis elucubraciones al respecto, trasladadas al actual problema entre España y Catalunya, y que, en síntesis, se refieren a olvidarnos de todos los pseudolíderes, de montar estructuras abiertas horizontales, etc.

Lógicamente, nosotros no podemos cambiar apenas nada, pues todo el marco legal está cerrado, ‘atado y bien atado’ por el dictador y asesino Franco, y no podemos ni siquiera aspirar a tener listas abiertas, que es el principal escollo para la democracia, ya que las listas cerradas sólo sirven para proteger el poder de los de siempre, de sus estructuras.

Por eso, establecer una lista nueva, al margen de los partidos, como apuntó la ANC, me parece que puede ser una primera vía, a pesar de que, de entrada, divida más a los independentistas. Pero no podemos seguir con los ‘líderes’ y partidos actuales, debemos derrocarlos. Una nueva lista, sin personalismos, podría ser un primer paso, para buscar la confrontación con el estado e implantar la República Catalana, que quedó suspendida en octubre del 2017.

Y a partir de ese momento, organizar nuestra República alejada del modelo español. Nuestro referente debería ser la República Suiza, pues tiene un sinfín de virtudes que me parecen en línea con el pensamiento de Carbonell, un consejo federal colegiado, con un presidente de la Confederación que es, simplemente, un ‘primus inter pares’, que no tiene más atribuciones que los otros; un Consejo formado por siete miembros (consejeros federales), elegidos por cuatro años prorrogables; el presidente y su sucesor, el vicepresidente, son elegidos por la Asamblea Federal por un mandato de un año, siendo rotatorio entre los diferentes partidos, teniendo prioridad los más veteranos en el Consejo; la utilización constante de referéndums para temas locales o nacionales; etc.

En un próximo escrito, como he dicho, desarrollaré la aplicación de las ideas de Eudald Carbonell en la política catalana (confiando que con ello no distorsione su pensamiento), y también, el modelo suizo; pues no quiero abusar de la paciencia del lector.

Pero, de entrada, dejemos ya de preocuparnos, de atender y de seguir a los pseudolíderes actuales.