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Carles Puigdemont y la capacidad de generar equipo

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Vicent Partal, en su editorial de Vilaweb del pasado día 7, titulada ‘La contradicción del president Puigdemont’, explicó la posible incomodidad del electorado, por la configuración de unas listas un tanto contradictorias: por una parte muy próximas a Junts  (con el objetivo de gobernar la autonomía) y, por otra, al Consell per la República (que tiene por objetivo ‘la unidad que es posible’); y eso produce ciertas desilusiones. Y, a continuación, expreso mis reflexiones al respecto.

En principio, la realidad que refleja Partal es correcta, ya que la incorporación de personas independientes, como la de Anna Navarro, que ya comenté en un escrito anterior, efectivamente es relevante, pero, obviamente, no son definitorias del proyecto puesto en marcha por el president Carles Puigdemont.

Otros comentaristas han reflejado la capacidad crematoria de líderes, por parte de Puigdemont, señalando varios ejemplos, como Laura Borràs, Clara Ponsatí, Aurora Madaula, etc.; pero esos casos, a mi modo de ver, no explican el ‘problema’ señalado por Partal, ya que, cada uno, es fruto de diferentes casuísticas. Borràs está encausada por un juicio de lawfare (guerra jurídica contra el independentismo), por su pasado como directora de la Institució de les Lletres Catalanes; Ponsatí siempre ha sido un ‘verso libre’, como mostró cerrando la candidatura ‘Barcelona és capital – Primàries’, encabezada por Jordi Graupera, en las elecciones municipales del 2019; y Madaula, en diciembre pasado presentó una acusación interna a Junts, por su trato machista, que comportó un gran malestar en las filas de ese partido.

Al margen de esos casos, es evidente que la confección de las listas para cualquier candidatura, comportan ciertos problemas de equilibrios, como hemos visto en ERC, sobre la que Pere Aragonès expresó un cierto malestar, por haber efectuado las candidaturas personalmente Oriol Junqueras y, por lo tanto, priorizando compañeros próximos a él.

Al margen de ello, me parece que, en conjunto, Puigdemont ha elaborado unas candidaturas con visión de futuro, para reestablecer su presidencia. Y, como ha dicho esta mañana en una entrevista a RAC1, si no gana las elecciones, o no tiene la opción de sumar apoyos para su investidura, se retirará de la política activa.

Pero eso no quita un ápice para reconocer, a mi modo de ver, que las candidaturas de ‘Junts + Carles Puigdemont per Catalunya’ reflejan la notable capacidad ilusionante, precisa para optar a ganar las elecciones.

Sobre el particular me parece interesante comentar un artículo de Montserrat Dameson titulado ‘Concepció Peig: Están matando a Antoni Gaudí’, basado en las investigaciones de Concepció Peig i Ginabreda, especialista mundial sobre Gaudí, en el que se critica la idea prefabricada de que Antoni Gaudí i Cornet (1852 – 1926) no tenía buena relación con sus ayudantes, debido a su genialidad y carácter. Y, en este escrito, siguiendo las investigaciones de Peig, se refuta esa idea preconcebida y simplista, explicando que esa imagen no se corresponde con los hechos, y que el desprecio a Josep María Jujol i Gibert (1879 -1949), es una pura invención alejada de la realidad:

‘Jujol y Gaudí tuvieron una especial relación de colaboración, que no se dio con otros. Jujol supo entender la complejidad de la propuesta gaudiniana. Se conocieron entre el 1904 y el 1905, justo antes de que Jujol acabase sus estudios de arquitectura. Gaudí era veinte años mayor que Jujol, y a pesar de que partían de una base común, cada uno tenía su manera de materializarla plásticamente. Gaudí tenía una gran capacidad para generar equipos, a pesar de que ésta es una faceta poco estudiada de su personalidad. No trabajaba nunca solo, siempre encaraba los proyectos con otros arquitectos o con artesanos del hierro y de la madera, por ejemplo. Sabía elevar su entorno y extraer todo su potencial. A veces lo pintan como una persona solitaria, pero no lo era: tenía un carácter fuerte. La fachada de la casa Batlló no se entendería sin la confianza que depositó en un jovencísimo Josep María Jujol. El método que tenía Gaudí para trabajar con los colaboradores del país es un ámbito de estudio al que me gustaría dedicar más horas’ (C. Peig).

Y saltando la enorme distancia existente entre Gaudí y Puigdemont, me parece que los mencionados comentarios sobre las candidaturas de Puigdemont, con sus posibles críticas, precisarían, como en el caso de Gaudí, un mayor y serio estudio; si bien, la realidad, en ambos casos parece refutar esas críticas, ya que, en ambos casos se trata de personalidades geniales, con un carácter fuerte, pero nunca solitarias, pues ambos, siempre, han forjado equipos. Asimismo, Carles Puigdemont siempre ha procurado la unidad de los independentistas, sin conseguirlo, por las reticencias personalistas de ERC.

Gaudí, como genio excepcional mundialmente reconocido, tenía las ideas claras, que rompieron con las ideas establecidas, pues, como se indica en dicho artículo:

‘Gaudí no racionaliza la naturaleza, si no que busca la razón de la naturaleza, que no es lo mismo; Gaudí era inclasificable en una etiqueta, no se consideró modernista, ya que, según él, ese movimiento tenía una función estrictamente decorativa, y él no quiso hacer nada decorativo. Sus estructuras nos explican cómo funciona la naturaleza. Cuando piensa una casa, una escuela, o un templo, y la estructura presenta un problema, Gaudí observa la naturaleza para encontrar la solución. Todo es funcionalidad. (…) Es pura economía arquitectónica. (…) No es la curva por la curva, es el edificio que pide la curva (…) En la naturaleza, las formas son perfectas y están estrechamente vinculadas a la función que tienen (…) Gaudí experimenta las características del Mediterráneo, con sus condiciones integradas: geográficas, climáticas e incluso lumínicas; entendió la arquitectura griega clásica, pues toda construcción tiene en cuenta su entorno y está en armonía con él. Los teatros griegos son espacios hechos para amplificar la voz de manera natural -sin micrófonos ni altavoces – y aprovechar la luz (…) Un ejemplo fascinante y paradigmático de este helenismo es el proyecto para las misiones católicas de Tánger; en un entorno geográfico, culturas y religioso diferente del que está acostumbrado, Gaudí adapta los materiales y las formas para hacerlo más amable a estas condiciones’  

Y esta funcionalidad me parece que también es evidente en la trayectoria política de Carles Puigdemont, pues sus movimientos, acertados o no, siempre han tenido el objetivo de potenciar el movimiento independentista, adaptando sus acciones en función del entorno concreto de cada momento.

Otro aspecto común a Antoni Gaudí y Carles Puigdemont es su indiscutible pragmatismo. Siguiendo con el mencionado artículo:

‘Josep Pla, en su obra ‘Homenots’, reproduce una conversación entre Domènec i Montaner y Feliu Elías, donde éste defiende que ‘Gaudí es un catalán de fondo trágico como el mismo poeta Joan Maragall (…) y ese espíritu trágico se observa en Gaudí al transgredir artísticamente los límites del tiempo, pues se cargó la normativa de la academia arquitectónica vigente, el eclecticismo, que constreñía la arquitectura a la reproducción de las buenas arquitecturas del pasado (…) y toda revolución carga, intrínsecamente, el drama de la incomprensión, y esta es la tragedia de los artistas que se han adelantado a su tiempo. (…) Gaudí no es un revolucionario en el mundo ideológico, es un revolucionario en el mundo de las propuestas arquitectónicas, no n os hemos de confundir: cada cosa pertenece a su nivel y no deberíamos confrontarlas. Dicho esto, me parece que en la revolución arquitectónica de Gaudí se filtran algunas ideas que pueden ser religiosas o políticas, y que en ningún caso pretenden ser contrarrevolucionarias. Pienso en el ámbito de la arquitectura sacra, por ejemplo, donde plantea cómo han de ser los templos en términos espaciales y de iluminación, de preeminencia de los sentidos’.

Y Carles Puigdemont, como he dicho, siempre se ha caracterizado por su pragmatismo, siguiendo, en todo momento, los consejos de su abogado Gonzalo Boye, para, de ese modo, no caer en las trampas del estado español, con sus diferentes órdenes de extradición.

Otro aspecto común a ambos personajes, es su indiscutible nacionalismo catalán:

‘Precisamente porqué Gaudí tenía una mente abierta al mundo, creía en la libertad de defender la particularidad de cada luchar, en este caso, a través de la lengua (…) Gaudí no concedía muchas entrevistas, pero el año 1917 habló en la revista quincenal Vila-nova con el periodista Guillem Forteza, y el arquitecto le dijo que: ha llegado la hora de Catalunya de gobernarse y administrar su riqueza’, habla del expolio económico, de la falta del sentido plástico de los castellanos, y critica el acomplejamiento de los catalanes delante la castellanidad (…) Gaudí durmió una noche en la comisaría de la policía por negarse a hablar en castellano’.

Creo que a nadie se le puede escapar el paralelismo entre Gaudí y Puigdemont en este aspecto.

Obviamente, los genios tienden a eclipsar a su entorno, y eso, a mi modo de ver, no se contradice con la facultad de generar y trabajar en equipo, ya comentada; pero es lógico que la sombra de los genios eclipsa, en parte, a todo su entorno, pues la genialidad del maestro lo invade todo y, a la vez, centra tanto todas las felicitaciones como las críticas.

Y eso pasa en el caso de Puigdemont, como le critican Partal y otros comentaristas políticos. Los medios españolistas, como es consecuente, sólo le ven defectos, haga lo que haga, pues, para ellos, Puigdemont es el diablo, el enemigo número uno a batir pofr todos los medios.

Montse Castellà, en su artículo titulado ‘Dendrocronología humana’, comenta que:

‘Más allá de átomos y células, somos tiempo. O, mejor dicho, somos la manera que tenemos de distribuir nuestro tiempo (…) En un mundo que va des-existiendo, en el que cuesta mirar los telediarios, destinar a vivir las horas como queremos y con quien realmente queremos compartirlas (…) es preciso que gobernemos nuestro tiempo con libertad y criterio (…) y la madurez nos modela sin hacernos perder la esencia (…) como si fuésemos árboles, nos hacemos grandes y cada vivencia deja una señal en nuestra piel. Si nos partieran por la mitad, encontrarían los anillos de crecimiento y la dendrocronología diría qué edad tiene nuestra alma, qué sequía nos hizo más daño o qué lluvia nos ayudó a seguir adelante. (…) Deberíamos procurarnos un refugio literal y metafórico, destinar el tiempo a aquello que realmente queremos: éste es el gran triunfo de nuestros días, sin que sea una derrota absoluta no conseguirlo siempre cómo quisiéramos. En el intento también hay cenizas de victorias futuras y restos de aciertos presentes’.

(elnacional.cat, 8 de mayo 2024)

Y estas observaciones de Montse Castellà me parece que vienen a la perfección, como conclusión de este escrito, pues sería positivo que nos apartásemos un poco de los comentarios que nos inundan e inundarán de aquí hasta las elecciones previstas para el 21 de mayo próximo. Si no lo hacemos, acabaremos ahogados, y la dendrocronología, aclararía, a futuros estudiosos, qué lluvias nos han matado (a pesar de la sequía que padecemos)

La dendrocronología, etimológicamente, viene de tres términos griegos: ‘dendron’ (árbol), ‘cronos’ (tiempo) y ‘logos’ (conocimiento); pues bien, hagamos que nuestra ‘homocronología’ (inventando ese término) muestre nuestro conocimiento, nuestro raciocinio y coherencia entre nuestro pragmatismo y nuestra ideología, es decir, que nuestros actos estén dirigidos para conseguir la deseada independencia.

Y así, tengamos la luz, la luminosidad, como nos muestran las obras de Gaudí.