En el presente mini escrito juego, metafóricamente, como si el president Carles Puigdemont simbolizara a Artabán, el cuarto Rey Mago.
Hoy, 6 de enero, el día mágico por excelencia para los niños, me parece emotivo señalar que, como leí hace unos días, en Venezuela, la mañana de reyes, los niños se despiertan con una mancha de carbón en la cara, y es la muestra del beso que les ha dado el rey Baltasar, mientras dormían. Pero, claro, ese detalle no deja de ser una muestra más de racismo, que deberíamos superar.
También me parece interesante recordar que los reyes magos tienen diferentes nombres, pues, en Perú se les conoce como: Inkarri (rey inca), Mistirri (rey mestizo) y Negorri (rey negro)
Y siguiendo con las leyendas, y leyendas sobre leyendas, me quiero centrar en la ‘historia’ del cuarto rey mago, el rey Artabán (Artabano), personaje del cuento navideño ‘The Other Wise Man’ (El otro Rey Mago), escrito en 1896 por Henry van Dyke (1852 – 1933), teólogo presbiteriano estadounidense.
‘Cuenta el relato que Artabán era el cuarto Rey Mago que encaminó sus pasos hacia Occidente, siempre guiado por el fulgurante mapa celestial, en busca del Niño Jesús.
El zigurat de Borsippa, con sus altos muros y siete pisos, era el punto de encuentro de los cuatro reyes e inicio de la travesía conjunta. Hacia allí acudía Artabán, con un diamante protector de la isla de Méroe, un pedazo de jaspe de Chipre, y un fulgurante rubí de las Sirtes, como triple ofrenda al Niño Dios, cuando topó en su camino un viejo moribundo y deshauciado por bandidos: interrumpió el rey su viaje, curó sus heridas y le ofreció el diamante al viejo, como capital para proseguir el camino.
Llegado a Borsippa, sus compañeros de viaje ya habían partido.
Continuó en soledad en pos de su destino, pero arribado a Judea, no encontró ni a los Reyes ni al Redentor, sino hordas de soldados de Herodes degollando a recién nacidos: a uno de ellos, que con una mano sostenía a un niño y en la otra blandía afilada espada, ofreció el rubí destinado al Hijo de Dios, a cambio de la vida del niño.
En esta actitud es sorprendido: es apresado y encerrado bajo llave en el palacio de Jerusalén.
Treinta años duró el cautiverio, y fueron llegando ecos de los prodigios, consejos y promesas de un Mesías que no era sino el Rey de Reyes al que fue a adorar.
Tras la absolución y errando por las calles de Jerusalén, se anunció la crucifixión de Jesucristo; encamina sus pasos al Gólgota para ofrecer la adoración largamente postergada, cuando repara en un mercado en el que una niña es subastada para liquidar las deudas de su padre. Artabán se apiada de ella, compra su libertad con el pedazo de jaspe, la última ofrenda que le quedaba es ofrecida y Jesucristo muere en la cruz: tiembla la tierra, se abren los sepulcros, los muertos resucitan, se rasga el velo del templo y caen los muros. Una piedra golpea a Artabán y entre la inconsciencia y la ensoñación, se le presenta una figura que le dice: ‘Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste’. Desorientado y exhausto pregunta: ¿Cuándo hice yo estas cosas?, y con la misma expiración recibe la respuesta: ‘Lo que hiciste por tus hermanos, lo hiciste por mí’. Con Él se elevó a los mismos cielos que en su juventud le guiaron en pos del Destino finalmente alcanzado’.
(Wikipedia)
En 1985, Michael Ray Rhodes dirigió la película ‘The Fourth Wise Man’ (El cuarto Rey Mago), protagonizado por Martin Sheen, Alan Arkin, Eileen Brennan, etc.
Yo soy agnóstico, y, el día de hoy repito que no creo en ningún rey, pues soy republicano; pero me parece que este cuento posibilita realizar diferentes análisis, como hicieron algunos astrónomos, entre ellos, Mark Kidger, del Centro Europeo de Astronomía Espacial (en el observatorio de las Islas Canarias), que, en 1999 publicó ‘The Star of Bethlehem’, argumentando que esa estrella que ‘guio’ a los reyes magos, era una Nova, bautizada como DO Aquilae. Y, según ese astrónomo, la luna entró en conjunción con esa Nova eclipsándola, y ese hecho fue el que desorientó a Artabán.
Pues bien, tomando esta historia, me parece que, ya que estamos en días festivos, es posible hacer un juego metafórico, y hacer un paralelismo entre ese Artabán y Carles Puigdemont, perseguido y ‘perdido’ durante años en el destierro, pero, durante todo este tiempo, sigue trabajando por la independencia de Catalunya.
Y para concluir este breve escrito, sólo me queda pedir que Puigdemont tenga, finalmente, la misma suerte que Artabán, que tenga la recompensa que busca y por la cual trabaja sin desfallecer. Por lo que, debemos estarle sumamente agradecidos. Por eso, mi carta fue dirigida a él, dándole ánimos y recordándole que no está solo, que muchos seguimos al pie del cañón, en espera del momento decisivo.