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‘Catalanofóbia’

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Todos entendemos claramente lo que es la ‘catalanofóbia’, ya que sabemos identificar fácilmente los hechos y expresiones que van directamente contra lo que representa la catalanidad. Y, claro, los actores / emisores de esas acciones y expresiones, lo saben mejor que nadie, por eso los hacen / emiten.

Y esa tipología de pensamiento puede expresarse mediante el lenguaje verbal y el no verbal (gestos, miradas, expresiones corporales, etc.) pues ambos tipos de lenguaje expresan el pensamiento del emisor.

Para la correcta interpretación de todo lenguaje, es importante el contexto, pues ayuda a configurar el significado (idea) y el significante (gesto), como estudia la pragmática, que analiza la lengua en relación con su uso, los usuarios, los propios actos de habla y las interferencias, dotando al contexto un factor esencial para entender el significante.

Así, volviendo al término ‘catalanofóbia’, es preciso señalar que:

‘La fobia, del griego ‘fobos’ (huida alocada), en castellano entra en la composición de muchas palabras: agorafobia, claustrofobia. Suele definirse como un tipo de temor, que expresa la aversión instintiva, la hostilidad irracional o, a veces, la ausencia de afinidad con alguien o algo. Sus compuestos se oponen frecuentemente a los compuestos de filia.

¿Miedo o aversión? Ambos sentimientos están muy unidos. De hecho, horror, los engloba. Sentimos horror ante cosas que no son peligrosas. Y podemos sentir miedo ante cosas que nos producen horror (…) todos los síntomas están en relación con situaciones visuales (…) puede darse una conjunción de objetos temidos y objetos buscados, de fobias y filias (…) la conducta fóbica puede por ello estar ligada, por imperceptibles transiciones, a las conductas supersticiosas, que pueden ser pequeños fragmentos de fobias o mecanismos contrafóbicos: evitar el número 13, de ciertos lugares, de ciertas palabras maléficas, etc.

(…) la cercanía de las fobias al odio se ve, con más claridad que en los compuestos patológicos, en xenofobia: acción y desprecio hacia lo extranjero.

(…) Hasta aquí estamos en el primer nivel de contraamor: el objeto disgusta y repele. No queremos acercarnos, sino separarnos. Para los griegos, el odio (neikon) era el gran principio de separación y discordia, es decir, la falta de armonía entre los corazones’

(José Antonio Marina y Marisa López Penas, ‘Diccionario de los sentimientos’ (edit. Anagrama, Barcelona 1999, págs. 181 y 182)

Es decir, las fobias son instintivas, por lo tanto, inconscientes. Por eso, la ‘catalanofóbia’ no se considera una fobia en sentido clínico, ya que no es un miedo irracional o desproporcionado hacia los catalanes. Es, más bien, una actitud de discriminación o rechazo hacia la cultura, lengua, la identidad catalana, la economía, el carácter social, etc. Por lo tanto, es una actitud teóricamente racional (por más irracional que nos pueda parecer) que va íntimamente unida con las emociones, sentimientos, inclinación, humor, etc., que, todos ellos son inconscientes (irracionales)

A modo de ejemplo, ayer leí el siguiente artículo de Lluís Girona:

‘La nueva vicepresidenta argentina, catalanófoba y antiindependentista:

Victoria Villarruel, número dos del presidente ultra Javier Milei, publicó diversas opiniones sobre el procés con mensajes de odio.

La victoria del ultra Javier Milei en Argentina también tiene un vínculo con Catalunya. La nueva vicepresidenta del país acumula diversas publicaciones a la red social X (antes Twitter) en las que muestra abiertamente su catalanofóbia y sentimiento antiindependentista. Se trata de Victoria Villarruel y la recolecta de mensajes muestra ciertos mensajes de odio en momentos claves del ‘procés’.

Horas antes de la votación del 1-O, la nieva vicepresidenta argentina dijo que ‘Catalunya es España y quiero siempre una España unida’; y el día de la declaración unilateral de la independencia se reafirmó: ‘Mis condolencias a los catalanes a los que la progresía y la violencia de unos pocos les han pasado por encima’, y defendía ‘todas las consecuencias para los impulsores de los hechos de octubre del 2017’.

Pero Villarruel no ha mostrado solo ser antiindependentista, sino que también ha mostrado catalanofóbia. En una publicación nada política como es la de un usuario preguntando si preferían Madrid o Barcelona, Villarruel sacaba su odio a Catalunya: ‘¡Madrid! No hay catalanes y es bellísima’, respondió a la primera publicación. En 2019, en plenas protestas post sentencia, también criticó que el gobierno español hablase de la exhumación de Franco, cuando ‘hay un incendio cada día en Catalunya’.

(https://www.naciodigital.cat)

Ese pensamiento, calcado al de Vox, y sin olvidar que Mariano Rajoy apoyó a Milei, no es nuevo, ya que son famosas las expresiones siguientes:

‘Son los catalanes aborto monstruoso de la política’ (Francisco de Quevedo, 1640)

‘Prontos en cólera, rijosos y vengativos’ (José Patiño, 1715)

‘El catalanismo es una enfermedad nerviosa’ (Francisco Silvela, 1900)

‘Convertir Barcelona en un inmenso solar’ (Gonzalo Queipo de Llano, 1938)

‘¡Perros catalanes! ¡no sois dignos del sol que os alumbra!’ (José Artero, en una misa celebrada en la catedral de Tarragona, en enero de 1939)

‘Todos los catalanes son una mierda’, ‘Catalunya ha de ser destruida, aniquilada’, ‘estoy en territorio conquistado’ (Luis de Galinsoga, 1959)

‘Ocuparemos Catalunya tantas veces como haga falta’ (Manuel Fraga Iribarne, 1968)

‘Me gusta Catalunya y la quiero, a pesar de los catalanes’ (Santiago Bernabéu, 1968)

‘Españolizar a los alumnos catalanes’ (José Ignacio Wert, 2012)

‘Los piraos independentistas de Catalunya’ (Juan José Imbroda, 2017)

(https://www.sapiens.cat)

Siguiendo con los citados Marina y Pena:

‘El odio implica deseos, uno de ellos es hacer daño. El odio es un rasgo común con la ira (…) y con el encono: una mala voluntad, un rencor que ha llegado a arraigarse en el alma, que persigue con ardor y se aprovecha de cuantas ocasiones halla de dañar a su enemigo’. (…) odiar a alguien no es un estar pasivo, como el estar triste, sino que es, en algún modo, acción terrible, acción negativa, totalmente destructora del objeto odiado (…)’

(ídem, pág. 184)

Así, el odio es un intenso sentimiento (intencional) de aversión y enemistad; y, como todo sentimiento, es una vivencia asociada a una actitud; un sentimiento negativo, de aversión o rechazo, muy intenso e incontrolable, hacia algo o alguien.

Como vemos, en el odio, como en todos los sentimientos hay una base irracional, y, en el caso que nos ocupa, se junta con la irracionalidad racional, valga la contradicción, unida, a su vez a las emociones.

Ahora bien, el odio es consciente en sus acciones, solo hace falta ver los genocidios, los atentados, etc.; por más pulsiones que tenga de base. Y, como es sabido, el odio hace más daño al odiador que al odiado, aunque, en la práctica, el daño que nos pueden hacer es mucho, como sabemos.

En psicología se enseña a gestionar el odio, mediante terapias para superar la envidia, el estrés, los pensamientos intrusivos, la agresividad, la violencia, etc.

Pero, claro, para que una terapia tenga efectos positivos, el sujeto se ha de someter voluntariamente y con la predisposición de superarlo. Y, en este caso, no se dan estas premisas, así que irá en aumento, ya que es contagioso como la covid, pues la incultura es infinita, como sabemos.

Por eso, debemos estar preparados, no hay otra.

Eso lo vemos frecuentemente en la manifestación de la avenida Meridiana de Barcelona, con transeúntes que nos dicen mil barbaridades, ya que la incultura, como he dicho, está bastante generalizada, ha llegado al nivel pandémico. Así es el reino español, empezando por su rey, Felipe VI.

Como he indicado más arriba, para los griegos, el odio (neikon) era el gran principio de separación; pues bien, que los unionistas españoles nos separen, nosotros lo celebraremos; pero, claro, nuestros recursos no los quieren perder, ese es su problema, y nuestro drama.