
Desde hace 307 años vemos que nuestra ‘patria sometida’ fue y sigue siendo concebida, metafóricamente, como los ‘Limites Romani o Limes’:
Ese es el nombre aplicado a una zona de fortificaciones fronterizas romanas que protegían a su imperio. Hubo algunas fortificaciones de frontera sobretodo en Dacia, Arabia Petrea, Numídia y Britania, pero el limes principal fue el de Agri Decumates, en la zona del Danubio y el Rin, y estaba formado por fortalezas, fosas, muros y empalizadas’.
He dicho que, a este respecto, la alusión de Catalunya debe tomarse metafóricamente, pues no se ajusta en su totalidad a esa definición, si bien comparte mucha de su tipología simbólico-afectiva-consecuencias, y nada irreal: puestos de control, personas desplazadas para ello, un ‘tipo de vida’ ‘especial’, diferente al del ‘imperio’, etc. Y todo ello comporta una calidad de vida supeditada a la metrópoli, que marca y define unas diferencias, no étnicas, si no, nacionales / históricas, y por eso nos aplican su estrategia de tierra quemada.
Y dentro del limes cultural y político catalán, efectivamente, hay un verdadero límite geográfico, como lo son Lleida y Tarragona y, en concreto, por ejemplo, la denominada tierra de la Franja de Poniente (franja de Aragón o Franja Oriental de Aragón), que es un conjunto de 3925 Km2, con una población de unos 50.000 habitantes, que son habitantes catalanoparlantes de Aragón, y sus habitantes siempre se han sentido aragoneses. Esa Franja estaba incluida en el Obispado de Lleida, si bien, en el franquismo, se inició su traspaso al Obispado aragonés; segregación administrativa que se culminó en plena democracia; finalizando, ahora, con el expolio de los bienes artísticos.
Realmente la situación es muy compleja, puesto que el estado español cuenta con todos los poderes: desde el rey, el gobierno central, todos los tribunales de ‘su justicia’, la fuerza militar y policial, los medios de comunicación, las empresas del Ibex35 y, como no, las sedes de los partidos unionistas, de los sindicatos, etc.
Y por si eso fuera poco, en su limes catalán, en nuestra Catalunya, tienen la policía nacional, la guardia civil, la IV región militar (capitanía general), la delegación del gobierno central, y, como no, las delegaciones de los partidos unionistas. Y todo esto, no para controlar el extra-limes, el más allá de los ‘bárbaros’, no; todo esto para controlar, precisamente, el limes catalán, a los ‘barbaros independentistas catalanes’.
También es preciso señalar que se pueden observar límites dentro de los propios partidos independentistas, pues cada uno tiene sus diferentes líneas rojas.
Y, obviamente, también tenemos límites a nivel personal, y no me refiero a la ‘frontera’ porosa entre el consciente y el inconsciente, si no dentro del primero de los marcos citados, que podríamos denominar racional (que no se corresponde a la totalidad de la conciencia, ya que en ésta también hay parcelas inconscientes con sus estrategias, como los mecanismos de defensa), ya que cada uno tenemos diferentes lindares para cada tema concreto, con diferentes luces de gálibo. Uno de esos límites, lo tenemos, por ejemplo, en la violencia de los manifestantes (que ayer intentaron quemar un coche de policía, con el conductor dentro) y de los policías (que hace unos días sacaron el ojo a una manifestante, por utilizar balas de foam)
El filósofo catalán Eugenio Trías Sagnier (1942-2013), en su obra ‘Lógica del límite’ (Edic. Ensayos / Destino, Barcelona, 1991), explicó que:
‘En la aventura filosófica fue trazada la topología de ese sujeto que no es el Sujeto Metafísico (situado fuera del mundo, como lo es el sujeto cartesiano y kantiano), sino un sujeto orientado e imantado por el límite, por ese limes que lo instituye y constituye: a ese sujeto se le llamó fronterizo.
Pues bien, dicho sujeto aparecía allí armado y constituido desde el límite en virtud de una doble ruptura y eclosión del cerco hermético. De ahí que se diferenciara entre dos dimensiones de ese cerco encerrado en sí, esa dimensión previa a toda instalación de ‘lenguaje’ y ‘mundo’ que fue llamada raíz matricial, materna o ‘material’ (o madre tierra) y que concede al sujeto esta sustancia pasional que tiene su figuración más nítida y radical a través de la cual vive el sujeto la experiencia de su indistinción o unidad radical con el cerco encerrado en sí, y en segundo lugar la dimensión del cerco hermético que comparece como referente esquivo y resistente a todo decir y significar (cosa en sí), pero cuya ruptura abre la posibilidad misma del habla, del decir.
A ese ámbito, que la topología freudiana piensa como lugar del Padre, se le llamó morada de Zeus, esa que hace posible, como condición a priori, que haya signo lingüístico, el cual sustituye la falta (de la cosa) por ese signo que lo metaforiza o simboliza.
Pues bien, ahora debe decirse que el ethos al que aquí se instituye como sentido ético del sujeto se funda en la intersección misma, o cruce, o entrecruzamiento de pasión y logos, de padecimiento y lenguaje, al que aquí se llama compromiso lingüístico-pasional. El sujeto es, a la vez pasional y lingüístico: es pasional porque es lingüístico; y es lingüístico, porque es pasional.
Esa circularidad viene dada por la identidad en la diferencia de esas dos medidas del cerco hermético, que es a la vez supuesto físico y matricial del habitar pasional (…)’
(Trías, obra citada, págs. 463-4)
‘De lo que no se puede hablar, se debe callar.
En relación con lo que ocurre o acontece más allá del límite, puede desde luego hablarse (…) o solo la responde el hierático silencio que parece ser el lenguaje de Necrópolis, o de la Ciudad del Dolor (…) De hecho ese silencio está, o estuvo, preñado de signos y de señales. Hubo un tiempo en que, en torno a ese aire enrarecido, circulaba, en una nube de silencio, eso que todavía Rilke pudo llamar, la ininterrumpida noticia. Y hubo un tiempo en el que había todavía presencia en el mundo de aquellos Nuncios que, a través de su figura y de su voz, daban testimonio y documentación relativa al cerco hermético.
(…)
El cerco hermético parece revelar, así, una tripartición, un triple cerco que configura esa compleja metrópolis: los dioses que habitan el seno de la Gran Madre Tierra, o que revelan de ésta su faz insobornable y salvaje (Cibeles en carro majestuoso conducida por leones y panteras) o bien su faz propiciadora y civilizadora (diosa de la semilla y del cultivo, Ceres, Perséfone, etc.) (…)’
(ídem, págs. 495-6)
‘Marcel Mauss concibe ese signo ‘maná’ como el característico del pensamiento mágico: aquel conjunto de ideas y representaciones que permite hablar de pensamiento mágico.
(…)
Desde ese cerco hermético el límite podría ‘comparecer’ como aquello que se desborda en entes susceptibles de apropiación lingüística, o de significación. El cerco del aparecer sería, entonces, su más allá, su desbordamiento y trascendencia’
(ídem, págs. 509 y 511)
‘Una aproximación al cerco hermético constituye el ensayo por situar el logos, pensar-decir, ese logos que se ha definido como logos dialógico, en una situación fronteriza y liminar, el filo mismo del gozne en el cual se acercan y se distancian los habitantes del cerco del aparecer y los habitantes del cerco hermético. Y ese logos destaca, como sujeto lingüístico que detenta ese decir, un ‘yo’ que intenta dialogar con cierta ‘voz’ que se sustrae y repliega, con cierta palabra que parece anunciar, desde su ambigua presencia-ausencia, el mensaje y la noticia relativa al reino de lo divino (al marco hermético donde existen los habitantes del cerco encerrado en sí)
(ídem, pág. 522)
Evidentemente, el mencionado autor en ningún caso se refería ni pensaba en Catalunya, ya que en el año 1991 (fecha de la primera edición de esa obra), el movimiento independentista era irrelevante; y, asimismo, Trías, por su ascendencia paterna (padre falangista, implicado en la detención del político democristiano Manuel Carrasco i Formiguera en 1937, desvelado por la cineasta Dolors Genovés ‘Sumarísimo 477’) tenía un historial que, incluso en la actualidad, le distanciaría de la independencia catalana.
Ahora bien, a mi me parece que sí que podemos efectuar un cierto paralelismo y extraer lecciones para el momento actual. Y la más importante, a mi modo de ver, es que precisamente, la cortedad de miras del estado español, y la política aplicada en estos 307 últimos años y su falta de diálogo, lo que está consiguiendo es potenciar el sentimiento de identidad catalana, y no únicamente ligada a la Gran Madre Tierra, si no al colectivo de sus habitantes, especialmente a la mayoría que hemos votado partidos independentistas, pues queremos hacer prevalecer nuestra raíz, matricial, materna.
Y para ello, debemos superar el lema mencionado: ‘De lo que no se puede hablar, se debe callar’, pues precisamente es al revés, de lo que no se puede hablar, debemos gritarlo, hasta dejarles sordos (más, si cabe), pues esa es la única forma para romper su sistema. Y es preciso gritar y actuar, ya que, evidentemente, tienen razón los jóvenes que se manifiestan estos días, y que se reflejaba en una pancarta: ‘Hasta que caigan, nada a perder, todo a ganar’.
Pero vemos que, tras la violencia mencionada de ambos bandos, ahora han salido los políticos con su discurso vacío de contenido, criminalizando la violencia del grupúsculo de violentos (que la mayoría repudiamos, pues no nos representan), pero sabemos que, como dice la pancarta citada, unos políticos que sólo ven una parte de la reacción, y no quieren ver, (NO QUIEREN VER) las acciones que son su origen: la precariedad laboral, la crisis económica, la falta de futuro.
Un estadista, hubiera salido presentando medidas concretas y creíbles para abordar esos problemas, pero, eso sí que sería tener un pensamiento mágico, pues aquí tenemos a Pedro Sánchez, Ada Colau, Pedro Aragonés, Salvador Illa, y un largo etc., que únicamente se limitan a pedir la pacificación y, en caso contrario, hablar de más represión. Y, obviamente, así no se solucionará el problema, que empezó con la defensa de la libertad de expresión, tras el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél, pero eso fue la gota que hizo derramar el vaso, que ya estaba lleno, aunque no quieran verlo.
Aquí, los diferentes políticos se dedican a retorcer el lenguaje, para no responsabilizarse nunca de nada. Hacen como los monjes del siguiente cuento popular:
‘Había una vez un par de religiosos, benedictino uno, y jesuita el otro, que eran amigos y ocasionalmente se encontraban para charlar.
Parece ser que tanto el jesuita como el benedictino eran grandes fumadores; y compartían ese problema. Como todos los días debían pasar largos períodos de tiempo en oración en sus respectivos conventos, sufrían gravemente la privación del tabaco. Resolvieron entonces discutir el asunto con sus respectivos superiores y, en la semana siguiente, comunicarse el resultado.
En la reunión convenida, el jesuita le preguntó al benedictino cómo le había ido. ‘Pésimamente’, replicó éste. ‘Le dije al abad: ¿me da usted permiso para fumar mientras rezo?, y se puso furioso. Me impuso quince oraciones más de penitencia, en castigo por mi atrevimiento, pues sería una irreverencia, además de un vicio. Pero tú, ‘refiriéndose al jesuita, pareces muy contento, amigo mío. Y a ti, ¿cómo te ha ido?’, le preguntó el benedictino al jesuita. A mí si que me autorizó, le pregunté ¿si podía rezar mientras fumo?, y me dijo ‘si, hijo, eso es un acto de piedad’.
Sin querer entrar en las diferencias entre ambas congregaciones, pues sería otro tema, la realidad es que los políticos que tenemos aquí y allá, sólo piensan en ‘su problema’ y cómo transmitirlo con éxito, mediante todo tipo de argucias.
Por eso, estamos cansados, y así ha quedado expuesto en la manifestación convocada este mediodía por la ANC, en la plaza de Catalunya, con unos miles de asistentes, por el miedo a la pandemia, claro; pero los mensajes de Elisenda Paluzie, la presidenta de dicha asociación, como los restantes ponentes, ha sido en favor de la unidad y la de poner en valor la mayoría absoluta del 51% que conseguimos los independentistas. Ya estamos aburridos y hartos de discusiones de críos, de si fumar mientras rezan o rezar mientras fuman. Y si no se dan cuenta de que a la ciudadanía no nos gustan esas tonterías, les dejaremos fuera, los aparcaremos.