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¿Cebisa: ciencia abierta que alimenta al mundo? Que el lector saque sus conclusiones

Por Gabriela Jiménez.

El informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2024 — elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef)—  concluye que “la variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos, las desaceleraciones y recesiones económicas y la desigualdad alta y persistente siguen generando inseguridad alimentaria y malnutrición en todo el mundo”.

Este hallazgo resuena especialmente en las regiones más vulnerables del Sur Global, donde estas condiciones afectan directamente la producción agrícola, reduciendo rendimientos, encareciendo los costos de producción y alterando la estabilidad de los sistemas agroalimentarios.

Este mismo reporte constata que, si bien se han producido avances en América Latina, el número de personas afectadas por la inseguridad alimentaria moderada o grave a nivel global continúa siendo preocupantemente alto: “en 2023, el 28,9 % de la población mundial -equivalente a 2.330 millones de personas- padecía inseguridad alimentaria moderada o grave”. Esta situación compromete seriamente el cumplimiento de la meta 2.1 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que busca garantizar a todas las personas “una alimentación sana, nutritiva y suficiente”.

Un aspecto inquietante es el hecho de que más de una tercera parte de la población mundial (unos 2.800 millones de personas) no cuenta con los recursos necesarios para costear una dieta saludable. Esta situación refleja “desigualdades estructurales en el acceso económico a los alimentos nutritivos y dietas saludables”, lo cual constituye un problema sin fronteras y de exorbitante magnitud.

Frente a este panorama, surge en Venezuela una experiencia paradigmática de respuesta local con proyección global: el Centro de Biotecnología para la Formación en la Producción de Semillas Agámicas (Cebisa). Fundado en 2009 por la Red de Productores Integrales del Páramo (Proinpa), el Cebisa es integrador de varias investigaciones científicas, con métodos agroecológicos de innovación nacional que expresan ciencia con pertinencia y justicia social mediante una viva y activa alianza sin precedentes entre las y los investigadores científicos y las campesinas y campesinos organizados.

Actualmente el Cebisa, que se ha postulado como laboratorio de Categoría II ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), produce anualmente más de 500 mil plantas mediante técnicas de embriogénesis somática, cultivo de meristemos y organogénesis.

Desde su fundación, ha desarrollado un banco de germoplasma con más de 80 variedades de papa adaptadas a distintos pisos altitudinales y ha logrado establecer un sistema de producción aeropónica bajo invernaderos que permite superar los 100 mil tubérculos por año. Con una alta eficiencia energética productiva y un uso austero y racional del agua.

Este enfoque integra y encuentra coherencia entre los elementos inherentes a las prácticas de la ciencia abierta, en la generación de innovación en el contexto social y la autonomía tecnológica; principios todos establecidos en la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (Locti) de la República Bolivariana de Venezuela. 

Cebisa se destaca por su multifactorial adecuación y participación en la lucha contra problemáticas ambientales, que trasciende el campo de la implementación de prácticas agrícolas más eficientes y sustentables. Su contribución abarca la promoción de procesos de formación horizontal permanente entre las y los productores, la diversificación de cultivos y la alta calidad genética y fitosanitaria sin el uso de agrotóxicos.

Este enfoque metodológico holístico refleja el compromiso de Cebisa con el avance sustentable y, en cada localidad, la mejora continua en el sector agrícola. Cebisa se ha venido destacando en la transferencia de saberes, conocimientos y tecnologías a la sociedad, en la asistencia técnica en agroecología y biotecnología de semillas, en la implementación autónoma de prácticas científicas para el bienestar colectivo y en la aplicación de los principios de la ciencia abierta (que incluye el acceso universal a los datos, métodos y resultados de la investigación científica).

Todo ello, proporciona herramientas para abordar el proceso productivo mediante tecnificación, diversificación, organización social de la producción y adaptación a los procesos de cambio climático. Como se desprende del informe previamente citado, Cebisa efectivamente cumple con “acelerar la transformación de nuestros sistemas agroalimentarios en virtud de una mayor resiliencia ante los principales factores determinantes (entre los que se incluye el cambio climático) y abordando las desigualdades a fin de garantizar la asequibilidad y la disponibilidad de dietas saludables para todos”.

Este centro representa un inédito modelo de tejido científico-campesino, donde el proceso productivo, y en el nivel regional, se constituye como el germen (semillero) de una política científica y agro productiva integral que el Estado venezolano ha venido consolidando bajo un enfoque soberano, humanista e innovador. Su implementación se inscribe en el contexto del impulso coordinado de dos grandes políticas públicas de carácter estratégico: la Gran Misión Ciencia, Tecnología e Innovación Dr. Humberto Fernández-Morán, que promueve el protagonismo del conocimiento como catalizador de la transformación nacional, y la Gran Misión Agrovenezuela, orientada a fortalecer la soberanía alimentaria a través del acompañamiento directo a los productores y la tecnificación del campo.

Cebisa, al integrar ciencia ciudadana, biotecnologías y principios de ciencia abierta, representa una bisagra ejemplar entre ambas misiones, que comparten el objetivo común de “construir una nueva economía productiva, liberadora y solidaria”, como lo planteó en el 2011 el presidente Hugo Chávez, durante el lanzamiento de la Misión Agrovenezuela. 

Como ha sido expresado en reiteradas ocasiones por el presidente Nicolás Maduro, existe una correlación entre los avances científicos y la producción alimentaria que ha sido definida como la “columna vertebral que sustenta el progreso económico nacional fundamentada en el talento, la inventiva y la creatividad del pueblo venezolano”.

En este contexto, Cebisa se constituye como una plataforma ilustrativa e integradora que evidencia la capacidad de un Estado comprometido para asegurar las condiciones estructurales que son fundamentales para el desarrollo local, la autonomía productiva y la justicia social para el bien común. Estas condiciones componen diversos factores, tales como la infraestructura, la formación, el financiamiento, la articulación interinstitucional y el reconocimiento jurídico.

La existencia de bancos de germoplasma, tecnologías de cultivo de tejidos, producción de papa aeropónica y sistemas de formación científico-campesina en Cebisa no sería factible sin el diseño de políticas públicas que priorizan el conocimiento como derecho colectivo y la agricultura como fuente de soberanía.

Esta experiencia, anclada en una geografía específica, ofrece aprendizajes diversos, participativos, permanentes y relevantes para otras regiones del mundo, especialmente aquellas del Sur Global. En un contexto en el que la inseguridad alimentaria amenaza con convertirse en una catástrofe humanitaria de escala global, la combinación de Investigación y Desarrollo (I+D), soberanía tecnológica y empoderamiento popular representa un camino diferente, alternativo, viable y esperanzador. Es ciencia abierta en acción capaz de alimentar el mundo.

Como conclusión, afirmamos que iniciativas como Cebisa demuestran la viabilidad de construir resiliencia desde una perspectiva comunitaria, mediante la aplicación de los principios de la ciencia abierta, acción colectiva y con una orientación ética hacia el bienestar común.

Reiteramos que, en el contexto del calentamiento global, las respuestas a la pérdida de biodiversidad y a las injusticias alimentarias no pueden limitarse a soluciones técnicas, sino que requieren de una aproximación social, política, cultural y humanista.

*Gabriela Jiménez es la actual ministra de Ciencia y Tecnología de Venezuela (MINCYT) y la vicepresidenta de la Comisión de Bioética de la UNESCO.